03/01/2025

“Hacía malabares que los estadios peruanos nunca habían visto ni volverían a ver”: Renato Cisneros y el ‘Cholo’ Sotil como símbolo de la fantasía nacional [FOTOS Y VIDEOS]

Hace 3 días

Hugo Sotil fue más que una leyenda del fútbol peruano, fue la representación de lo que es el Perú, su fútbol, su cultura. En esta columna de opición, Cisneros recuerda y dibuja al ‘Cholo’ que no conocimos.

LEE: “Preguntó quién es, le respondieron que Sotil, se tiró un pique y llegó”: El ‘Cholo’ y el día en el que Maradona le pidió una foto en el FC Barcelona

Nadie podrá negarle jamás los méritos deportivos que alcanzó (fue uno de los máximos goleadores en España, le anotó al Real Madrid en una goleada memorable, ganó una Copa América para Perú), pero algo de su historia de ascenso y caída marcó un derrotero que años más tarde seguirían otros jugadores. (Pienso ahora mismo en Christian Cueva, otro Cholo querido, nieto simbólico de Sotil, capaz de tomar las mejores decisiones en la cancha; las peores fuera de ella).

Lo que más me impresionó de Hugo Sotil cuando lo conocí fue su excesiva modestia. Fue en abril del 2002, al borde de una canchita de fútbol de La Victoria. Acudí a entrevistarlo porque el ‘Muni’ iba a rendirle un homenaje por su trayectoria, y me recibió casi escondido dentro de un buzo negro que tenía el relámpago de la chaqueta subido hasta el cuello, y debajo de un gorro azul cuya visera le cubría la mitad del rostro. Los curiosos pasaban a su lado con la misma pregunta tatuada en la cara: ¿ese de ahí es el Cholo?

“Aunque yo soy aliancista, siempre reconoceré que el equipo que me dio un nombre fue el Deportivo Municipal”, confesó aquel mediodía, hablándole a la grabadora mientras intentaba apagar el timbre de su celular, un bodoque de principios de siglo. También comentó la relación que mantenía con el Nene Cubillas, su compadre, a quien no se cansaba de gastarle bromas. Una vez le preguntaron por qué jugaba con el número 20 en la espalda y Sotil contestó: «porque Teófilo usa la 10 y yo juego el doble que él».

Esa debe haber sido una de las pocas ocasiones en las que reconoció su verdadera dimensión, porque la mayor parte del tiempo parecía ser un ídolo muy a su pesar. No sabemos si ese recato era una expresión de culpa o vergüenza por haber dilapidado su fortuna y regresado a la miseria, o si era un rasgo primario de su carácter. La tarde que lo conocí hablaba como si tuviera otro pasado; como si no fuera consciente del tamaño de su leyenda; como si el «Cholo Sotil» hubiese sido un invento o acaso el sueño arrebatado de una multitud necesitada de próceres vestidos de corto.

Pero no, Hugo Sotil no fue un sueño. Existió. En la época dorada de los mejores gambeteadores sudamericanos, brilló por su elasticidad, su inventiva, su resistencia a la pierna fuerte. Hacía malabares que los estadios peruanos nunca habían visto ni volverían a ver. No fue casual que el propio Maradona le pidiera tomarse una foto.

Hugo Sotil y Diego Maradona en Barcelona en 1982. (Foto: Difusión).
Hugo Sotil y Diego Maradona en Barcelona en 1982. (Foto: Difusión).

Mi generación no necesitó verlo jugar para comprender que el Cholo –más allá de las camisetas que vistió– era un patrimonio nacional. Eso sí, es imposible no envidiar a los hinchas mayores que, desde la tribuna, acompañaron su crecimiento con la boca abierta y las palmas encendidas de tanto aplauso.

Desde ayer los huesos de Sotil reposan. Como solo ocurre con los genios, el mito lo sobrevivirá.



Ver noticia en El Comercio: DT

Temas Relacionados: