Son muchos los futbolistas que, a pesar de sufrir lesiones, luchan contra el dolor y su propia integridad física para continuar jugando. Es el caso de Bruno Rodriguez, exjugador de equipos como el Paris Saint-Germain (PSG), AS Mónaco, Rayo Vallecano, entre otros, y que, ahora, unos años después de retirarse, ha pagado el ‘precio’ a tanta exigencia física. Esta es su historia viral.
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Bruno Rodriguez fue un delantero francés que jugó buena parte de su carrera en la Ligue 1. Se trataba de uno de esos jugadores con mucho gol. Así, en sus casi dos décadas como profesional, pasó por clubes como el AS Mónaco, el PSG, el RC Lens o el FC Metz, además de contadas experiencias en el exterior como el Bradford City de Inglaterra o el Rayo Vallecano de España. Pero tenía un ‘secreto’.
El ‘secreto’ que escondía
Vivía sus primeros años como profesional, en el SC Bastia, cuando durante un partido sufrió una lesión en su tobillo derecho. En principio, no parecía un problema grave. Y, por ello, decidió infiltrarse para seguir jugando y no perder el puesto en el equipo. Lo que Bruno Rodriguez no sabía es que, esa decisión, le llevaría a condenar su carrera y, años después de su retiro, a perder su pie.
Aquella decisión de infiltrarse provocó que el daño del tobillo se hiciera irreparable y las torceduras fueran habituales, por lo que tuvo que recurrir de manera habitual a la cortisona que ocultaba su dolor y le permitía entrenar y jugar con relativa normalidad. Sin embargo, en sus últimos años de carrera, empezó a comprobar que ni siquiera la infiltración evitaba su dolor, lo que le impedía jugar.
La pesadilla tras el retiro
A los 33 años decidió retirarse. Pero para su pie era tarde. El dolor cada vez era mayor, no conseguía controlar el problema ni encontrar solución. De hecho, tras su retirada, llegó a pasar por quirófano hasta en doce ocasiones en busca de una solución. El problema era grave: la cortisona que se había inyectado de manera habitual había acabado con el cartílago y eso, le provocaba constante dolor.
Así cuenta su drama a L’Equipe: “Cuando jugaba, tenía muchas torceduras de tobillo. Siempre quise jugar, tanto los pequeños como los grandes partidos. La cortisona que me inyectaron, se sabe, corroe el cartílago, y si no hay más cartílago, chirría por dentro. Nosotros, como futbolistas, no somos conscientes de las consecuencias”, explica.
“No tenía autonomía. Mi esposa tenía que lavarme. Si tuviera que quedarme como estaba antes, no habría durado mucho. Me alivia seguir adelante y ver qué sucede. Me preparé psicológicamente junto a mi esposa. A mis hijos les costó un poco más, pero ahora me ven bien”, confiesa el exjugador.
Ahora, a sus 49 años, sabe que su vida ha cambiado por completo: pasó de jugar casi dos décadas en el fútbol profesional a tener que decidir amputase la pierna para no tener dolor en su vida diaria.