Muchas personas sienten desde temprana edad la vocación por servir a Dios, pero hay momentos en nuestras vidas que nos hacen cambiar nuestras prioridades, tal y como fue el caso de una monja y un fraile que se conocieron mientras en medio de sus votos, pero esto no impidió que se enamoraran, pero esto no fue todo, pues su amor fue mucho más que su fe, por lo que decidieron abandonar sus hábitos para casarse y vivir juntos, por lo que su historia ha dejado impactados a millones alrededor del mundo.
Ella se llama Mary Elizabeth y buena parte de su vida lo pasó en una celda de la Orden de las Carmelitas del norte de Inglaterra, pero un día tuvo un encuentro fugaz con Robert, quien estaba de visita por el convento. Cuando estaban en la oficina de la Madre Superiora, esta recibió una llamada que tuvo que atender, dejando la estancia y ambos quedaron solos.
A la BBC, Mary detalló aquel momento: “fue nuestra primera vez en una habitación juntos. Nos sentamos en una mesa mientras él comía. La priora no volvió, así que tuve que conducirlo hacia la salida”, pero al hacerlo confiesa que le rozó la manga y sintió algo que ella denomina como una “sacudida”.
Una propuesta extraña
“Sentí una química, estaba un poco avergonzada. Pensé, ‘Dios, él también sintió eso’. Y cuando lo dejé salir por la puerta, fue bastante incómodo”, pero, una semana después, tendría noticias de Robert quien le envió un mensaje con una pregunta fulminante que pondría su mundo patas arriba: “¿dejarías tu orden y te casarías conmigo?”
“Estaba sorprendida. Llevaba un velo, por lo que nunca vio el color de mi cabello. Realmente, no sabía nada sobre mí, nada sobre mi educación. Ni siquiera sabía cuál era mi nombre no religioso”, dijo un tanto ruborizada la mujer que llevaba 24 años siendo monja, uniéndose a la vida religiosa cuando tenía 19.
Mary confiesa que no dio una respuesta a esta carta, pues, en verdad, tampoco sabía qué hacer ni cómo asimilar esta “extraña” proposición. Pero mientras para Robert, la monja era una completa extraña, ella sí tenía cierta información de él, pues escuchó sus sermones, donde se enteró que vivió en Silesia, Polonia, de cuanto ama las montañas.
“No sabía lo que se sentía estar enamorada y pensé que las hermana podían verlo en mi rostro. Así que me puse bastante nerviosa. Podía sentir el cambio en mí y eso me asustó”, por eso, tomó la valiente decisión de confesar sus sentimientos a su priora, pero cuando lo hizo esta ella no entendía cómo Lisa se enamoró de Robert no solo con tan poco contacto, sino bajo su inclemente vigilancia todo el tiempo.
Esto llevó a cuestionar la fuerza de su fe como amor por Dios, pero también qué pensaría su familia, su obispo, si daba el paso de partir: “la priora fue un poco brusca conmigo, así que metí mis pantalones y un cepillo de dientes en una bolsa, salí y nunca volví como la hermana Mary Elizabeth”.
El primer encuentro fuera del convento
Cuando Lisa se fue, se reunió con Robert en un pub cercano, pero en vez de ser un momento de alegría, aquella noche de noviembre de 2015 fue una de extrema confusión: “realmente estaba luchando, pensé que debía evitar que esto sucediera y que Robert pudiera seguir con su vida. Pero también me preguntaba si, realmente, sentía lo que había dicho sobre casarse”.
Pero, cuando ambos se vieron las caras nuevamente, pero esta vez en el pub Black Bull, él quedó paralizado: “mi corazón se detuvo... estaba paralizado por el miedo, no por la alegría, porque supe que tenía que ser completamente para Lisa, pero también sabía que no estábamos preparados para eso”, confesó a la BBC.
El hombre que tenía 13 años como fraile asegura que el toque con Lisa en su primer encuentro le cambió la vida por completo: “aunque sentía que algo crecía gradualmente en mi corazón, creo que nunca llegué a un punto en el que sentí que me estaba enamorando locamente, porque en la conversión a monje o a monga, te enseñan a lidiar con emociones como el amor”, detalló.
Durante ese primer encuentro tras renunciar a sus hábitos, lloraron por sus dramas, sus conflictos de fe, pero también encontraron la paz en sus creencias personales: “a lo largo de tu vida religiosa te dicen que tu corazón debe ser indiviso y entregado a Dios. De repente, sentí que mi corazón se expandí para contener a Robert, pero me di cuenta de que también contenía todo lo demás que yo tenía. Y no sentí nada diferente acerca de Dios, y eso me tranquilizó”.
Una nueva vida como esposos
Por ello, fuera de las Carmelitas, comenzaba a iniciar una nueva vida, por lo que buscar trabajo era una prioridad, encontrando laburo, primeramente, en una funeraria, pero luego como capellana en un hospital cercano.
Robert no lo pasó nada bien, pues recibió una carta desde Roma donde le informaban que no era más miembro de la orden carmelita, pero fue abrazado por la Iglesia de Inglaterra (anglicana).
Finalmente, el amor entre Lisa y Robert se consolidó cuando contrajeron matrimonio en el pueblo de Hutton Rudby (North Yorkshire), localidad donde él fue nombrado vicario de la iglesia local, pero, pese a los años transcurridos, todavía le cuesta adaptarse a la vida lejos del monasterio; por su parte, la exmonja se siente como una observadora del mundo, descifrando aún cosas que nos parecen tan elementales como qué ropa le combina mejor o qué estilo de cabello le favorece más.
La vida en pareja no ha sido menos complicada, sobre todo para ella, quien pasó verdaderas décadas hablando con casi nadie: “nos acostumbramos tanto al silencio y a la soledad, que es difícil encontrar eso en los asuntos del mundo. Te empujan a tantas direcciones diferentes, por lo que es una lucha constante para Robert y para mí el poder mantenernos centrados y con los pies en la tierra”.
Pero, con los años, han encontrado soluciones efectivas para este tipo de problemas diarios: “a menudo, pienso que vivo en un monasterio aquí con Robert, como dos carmelitas donde todo lo que hacemos se lo ofrecemos a Dios... nos anclamos en la oración, pero el amor puede hacer sacramento de todo lo que haces y me doy cuenta de que nada ha cambiado realmente para mí”.
¿Cómo nació la vocación de Mary?
Mary Elizabeth nació en Middlesbrough bajo el nombre de Lisa Tinkler, cuya vocación religiosa nació a los 6 años cuando una tía suya hizo peregrinaje al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, por lo que pidió a su padre construir un altar en su cuarto, tras lo cual comenzó a ir a su iglesia local, siempre en el segundo banco de esta, lugar donde despertó un especial amor por la Virgen María.
Pero, fue un fin de semana durante un retiro al monasterio cuando decidió que dedicar su vida a servir a Dios era su vocación de vida, por lo que no dudó en unirse a la Orden de las Carmelitas (cuyos orígenes datan del siglo XII), donde su vida cambio por completo, pues esta era estricta, en permanente reclusión.
“Desde entonces viví como una ermitaña. Teníamos dos recesos al día, como de media hora, en los que podíamos hablar. Por lo demás, estabas sola en tu celda. Nunca trabajabas con nadie, siempre sola”, explicó Mary, a la vez de agregar que con el tiempo su vocabulario se redujo como consecuencia del poco contacto que tenía con otras personas.
Cuando cumplió 21 años, recibió su pastel y tarjeta por medio de un cajón. Su madre la veía solo cuatro veces al año y por medio de una reja. Fue clara al aceptar que su mundo interior se abría mientras que el mundo exterior se cerraba para ella, pero un toque de manga cambió su visión del mundo para siempre.
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