Ahora viste ese enorme buzo XXXL que en los últimos 23 años nadie pudo entallarlo a su filosofía futbolística para abrazar la gloria perdida. Jorge Sampaoli es hoy un privilegiado que disfruta de su mejor sueño pero que en un abrir y cerrar de ojos puede convertirse en una pesadilla que martille eternamente su cabeza. Ejemplos los hay de sobra y lo sabe el técnico de Casilda que conoce al dedillo la larga lista de fracasos que terminaron mutando a Argentina de una selección campeona del mundo a un equipo caótico que perdió la brújula del éxito.
Desde el título de la Copa América de 1993 en Ecuador, con Alfio Basile en el banco, la Albiceleste no ha levantado otra copa en la categoría absoluta. Solo un par de medallas de oro olímpicas y títulos con la Sub 20 han servido para alimentar el ego ya empequeñecido de un pueblo futbolero que se convenció de que el peso de la camiseta no es suficiente para ganarlo todo. Lo comprobaron Reinaldo Merlo, Daniel Passarella, Claudio Vivas, Marcelo Bielsa, José Pekerman, Diego Maradona, Sergio Batista, Alejandro Sabella, Gerardo Martino y Edgardo Bauza, quienes quedaron marcados por el fracaso. Los entrenadores argentinos más influyentes de las últimas décadas –salvo Diego Simeone– no pudieron cambiar el curso de una historia que no volvió a tener un final feliz para un pueblo apasionado y que se desvive por el fútbol.
El turno hoy es del ‘Hombrecito’, quien se envolvió en papel de regalo para autodenominarse –tácitamente– como el mesías que jamás tuvo la oportunidad de ser profeta en su tierra. Para ello delineó su mejor estrategia y elaboró un plan para romper su contrato con el Sevilla. Ahora su presente y futuro están pintados de albiceleste, como alguna vez soñó cuando daba sus primeras charlas técnicas al frente del Juan Aurich de Chiclayo hace 15 años.
Sampaoli firmó contrato con la AFA hasta Qatar 2022, pero serán cuatro fechas de Eliminatorias –ante Uruguay, Venezuela, Perú y Ecuador– las que determinarán la vigencia de su proyecto o le pondrán fecha de expiración a su sueño. El boleto a Rusia 2018 es el objetivo porque sin él no hay mañana en un país que él mismo dividió en dos con su llegada. Sin ese consenso deseado no existen los matices, solo se exigen resultados. Con esa presión desmedida deberá afrontar su primer examen este viernes ante el imbatible Brasil de Tite, que ya está clasificado al Mundial tras ganar sus últimos ocho partidos en Eliminatorias.
Ante el clásico rival no existen amistosos, y menos para Sampaoli. Un mal paso hará que la presión aumente, por ello en Melbourne tendrá dos grandes retos: hacer que Argentina recupere el protagonismo desde un patrón de juego visible y rodear a Lionel Messi de verdaderos socios para que sea tan determinante como en el Barcelona. Nada sencillo para el zurdo de Casilda, que debió clasificar a un Mundial y ganar una Copa América con Chile antes de pedir su asunción en Argentina a los 57 años.
“Sampaoli no es mi discípulo, porque es mejor que yo”, aclaró Bielsa hace unas semanas. Desde este viernes empezaremos a comprobar si el ‘Loco’ tenía razón o solo será uno más en la lista de técnicos a los que el buzo albiceleste les quedó enorme. Tiempo es lo que no le sobra.