La aventura ‘galáctica’ de James Rodríguez terminó, o por lo menos se interrumpió por los próximos dos años. Su salida del Santiago Bernabéu, aunque por la puerta trasera, era la mejor decisión que podía tomar. Era la única vía de escape para retomar el rol protagónico que le corresponde a un futbolista de su clase.
A diferencia de sus miles de fanáticos, pienso que sus tres años en la ‘Casa Blanca’ no justificaban su permanencia en la próxima temporada. Nadie discute su calidad, que es un grandísimo jugador no está ni siquiera en duda, pero su rendimiento no estuvo acorde con una megaestrella de 80 millones de euros. Fue demasiado irregular y, a la vista del pueblo madridista, ya no tenía lugar para recuperar los minutos de fama perdidos en los últimos tiempos.
Para justificar su marcha dirán que no le tuvieron paciencia, que Zinedine Zidane jamás confió en su capacidad y que le ofreció poquísimos minutos para exhibir su exquisita zurda. Así nadie puede triunfar, lo defienden. Para reforzar esa teoría conspiratoria está la comparación de las estadísticas de James con Carlo Ancelotti y con ‘Zizou’ en el banco madridista: 46 partidos jugados y 17 goles en una temporada con el italiano; 33 encuentros y 11 tantos con el francés en año y medio de convivencia. Verlo desde esa perspectiva es aclarar que el éxito y el fracaso de un jugador dependen del técnico de turno.
En cantidad y calidad, el diagnóstico es que Ancelotti supo aprovechar al cerebro cafetero y ahora se lo lleva al Bayern Múnich esperanzado en que esa vieja sociedad se traduzca en títulos. Sin embargo, que el italiano haya apostado por él no lo hace necesariamente mejor técnico que Zidane. Ofreció sí todas las condiciones para que el colombiano pudiera expresarse y desarrollar su juego a plenitud. Pero a la vista de los resultados colectivos, el francés cosechó todo lo imaginable sin James en su equipo base: dos Champions, un Mundial de Clubes y una Liga Española. Quiere decir que sin él, ya sea por una cuestión de ‘feeling’ o gusto futbolístico, pudo graduarse de entrenador exitoso.
¿Fue justo Zidane con James? Sería una pregunta válida. Y habría que aclarar que el colombiano tuvo oportunidades. Las mismas incluso que Isco, Marco Asensio o Lucas Vázquez. Que el cafetero no se hiciera con el puesto fue quizá porque en un principio no se acomodó a las funciones que le encomendaron. Lo forzaron a jugar como volante por la banda cuando arriba tuvo a la ‘BBC’ intacta. Pero en ese momento era el único hueco por cubrir con Gareth Bale, Karim Benzema y Cristiano Ronaldo abonados en el ataque merengue. Metros atrás, James tampoco pudo competir con las prestaciones que ofrecían Luka Modric, Toni Kroos y luego Casemiro, más expertos en las funciones mixtas que pedía Zidane. Con el ingreso del brasileño se equilibró el mediocampo del Real Madrid y ahí en adelante las posibilidades de James se esfumaron, ya no tenía lugar. El equipo funcionaba bien. La única ventana que se le abrió al colombiano fue la lesión de Bale. Pero en la reformulación del sistema, Zidane apostó por Isco y no se equivocó.
Habría que ver el lado positivo de la historia: James no fracasó, sencillamente no brilló. Y en un club enorme como el Real Madrid eso se paga con una condena llamada suplencia. Ese fue el precio que debió pagar por ser un ‘galáctico’ de 80 millones de euros. A esas figuras no se les espera, no se les permite altibajos en la cancha, se les exige que brillen siempre. Para su buena suerte anclará en Múnich, allá donde Ancelotti lo hará sentirse querido y mimado. Vestido de rojo deberá volver a dejar sus cuentas en azul. Se lo debe a los hinchas que recolectó con su juego en Porto, Mónaco y la selección colombiana. Fútbol le sobra.