“Me hice ilusiones.
No sé con qué, pero las hice a mi medida.
Debió de haber sido con materiales muy poco consistentes”.
Las líneas de arriba pertenecen al poema “Por raro que parezca” del matritense Ángel Gonzales, uno de los escritores españoles más talentosos del siglo XX. Conjugando la tristeza y el humor, el poeta le canta a las penas irremediables del fracaso de los sueños. Lo hace desde la ironía, que es el saludable lugar desde el cual deberían tomarse siempre las derrotas. No han sabido entenderlo así los hinchas mexicanos y han arremetido furibundos contra el entrenador de su selección nacional, el colombiano Juan Carlos Osorio, tras su arribo a Ciudad de México. “¡Vete a hacer rotaciones a tu país!”, “¡Burro!”, es lo menos hiriente que le han gritado. No le perdona la hinchada del Tricolor la debacle en la Copa de Oro a manos de la “débil selección de Jamaica”. Esta caída, entiende la prensa azteca en su mayoría, es inexcusable y se suma a las goleadas recibidas de Chile en la Copa América (7-1) y de Alemania (4-1) en la Copa Confederaciones.
“La guillotina para el técnico”, exigen, unitariamente, los medios, como si se tratase de la humillante derrota de una las máximas potencias mundiales del balompié frente a un elenco cenicienta. Craso error. Este traspié, aunque inesperado, doloroso y sorpresivo, le puede ocurrir a cualquier equipo. Le pasa, con menor frecuencia, a los grandes de verdad, quienes, en un mal día, tienen que recurrir a la jerarquía de sus estrellas para imponerse. Aunque les cueste aceptarlo, México no tiene la calidad en su plantel que ellos suponen.
El ‘Chicharito’ Hernández, Carlos Vela, Raúl Jiménez, Héctor Moreno o el Memo Ochoa, por citar algunos de los exponentes más reconocidos, son excelentes futbolistas, pero ninguno milita en los grandes equipos de Europa. México tiene un plantel competitivo, pero no abundante en cuanto a jugadores de élite, capaces de salvarte siempre en partidos difíciles. Si uno compara, por ejemplo, a México con Uruguay, que tiene a Suárez y Cavani; con Colombia, que cuenta con James y Cuadrado; o con Chile, que posee a Alexis Sánchez y a Arturo Vidal, reparará que los verdaderos astros nacieron al sur del continente. Más aun, y dejando la patria a un lado, se puede afirmar que México no tiene un solo jugador de la categoría de Paolo Guerrero.
Los aztecas han sido campeones olímpicos y del Mundial Sub 17. Es cierto, pero es poquito palmarés para sentirse al nivel de España, Argentina y Brasil. Con Osorio, hoy en la picota, México tiene muchas mejores estadísticas que con sus predecesores. Además, es cómodo líder en el Hexagonal Final que clasifica a Rusia y es muy posible que firme su pase al Mundial antes de que acabe la eliminatoria. Está claro que Osorio no es Klopp o Guardiola, pero hay que darle tiempo. El tránsito de ser un equipo competitivo a convertirse en una potencia en cualquier deporte requiere trabajo. Por eso, el ‘Chicharito’ y los jugadores más emblemáticos de la escuadra han salido en defensa de su estratega.
Hay expectativas a corto plazo distorsionadas y jugadores sobrevalorados. Osorio, en el Mundial, si lo dejan quedarse, va por la revancha.