Un ejercicio clásico previo a un duelo eliminatorio era jugar a ser técnico, ponerse el buzo, sacar la pizarrita para buscar soluciones y encontrar la mejor táctica posible. Lo normal era que nos aterráramos cuando uno de los titulares habituales quedaba suspendido o estaba lesionado. Encontrar las piezas de recambio en un país donde no abundaban jugadores seleccionables era una búsqueda que muchas veces terminaba en la elección de los reemplazantes por descarte. Hoy la situación ha cambiado para bien. No hay mucho misterio con Gareca, quien ha establecido un orden de prioridades para cada posición y no es necesario ponerse en la piel del argentino ni meterse en su cabeza para resolver el misterio. Todo está prácticamente escrito.
Pero más allá de lo previsible que resultan sus variantes en la selección, lo que debería valorarse también es la cuestión de confianza que Gareca planteó dentro de su grupo. Hoy preocupa muchísimo menos una ausencia, ya no se hace un problema de Estado por una baja. Hemos sobrevivido en algún momento sin Guerrero, también sin Farfán buena parte del proceso, y sin Cueva, hombre clave en el engranaje del ‘Tigre’. Lo que más sobra es confianza en el equipo. Los llamados suplentes han cumplido con las expectativas y se han contagiado del rendimiento de los titulares, se han potenciado en un once que tiene como fuerte el funcionamiento colectivo y se fortalece con las individualidades, no al revés. Quien entra, responde. La ecuación ha funcionado bien tras la Copa América Centenario.
Santamaría y Cartagena, por ejemplo, fueron las ruedas de auxilio en Quito y no se notó la falta de algún titular. Lo mismo sucedió en algún momento con Araujo frente a Ecuador en Lima, cuando debió reemplazar a Abram muy temprano, y ante Uruguay. Las respuestas han sido superlativas. Otro caso llamativo, quizá el que más ha destacado, es Corzo. El lateral crema encontró un lugar en el once luego de una indisciplina de Advíncula y jamás soltó la titularidad. Algunos pueden preferir al marcador de Lobos BUAP por su velocidad y potencia, pero nadie podrá discutir que Corzo cumplió largamente cada vez que le tocó ser titular. Siempre jugó de 6 puntos para arriba y ese es mérito del técnico.
En otro tiempo no muy lejano, tener cuatro bajas para enfrentar a Argentina (Ramos, Cueva, Carrillo y Hurtado) hubiese significado un drama nacional. Eso ha cambiado radicalmente. Con Gareca hemos aprendido que el universo de futbolistas no era tan reducido como sospechábamos. El nivel de confianza y sus respuestas en la cancha han demostrado una evidente tendencia al alza.
El ‘Tigre’ parece transmitir en sus jugadores una enorme seguridad que se refleja en sus rendimientos. Él les ofrece esa cuestión de confianza que les ha permitido pelear mucho con poco. Las ausencias se sienten, pero no generan grandes preocupaciones. Aunque ahora el rival a marcar sea Messi, la suspensión de Ramos no da para dramatizar. Confiamos en que Araujo o Santamaría confirmen que jugar hoy en la selección potencia a cualquiera.