Sin asomo de duda, el equipo del momento es el Manchester City. El Real Madrid es el campeón de clubes del mundo, pero su incómoda posición en la Liga y el desempeño de los dirigidos por Zidane ha transformado el convencimiento del año pasado en incertidumbre. El Barcelona lidera España a tropezones, aprovechando las caídas de sus rivales, pero muy lejos aún de los rendimientos estelares de otras épocas. El Bayern Múnich de Heynckes está en proceso de maduración mientras el PSG sigue en falta en sus labores europeas, con el agravante de tener líos de camerín producto del arribo de Neymar. En Inglaterra, Chelsea es muy austero y el Manchester United muy parco: ni por juego ni por resultados son capaces de retar a los ‘citizens’. En Italia, la Juve está muy lejos, en fútbol, del Napoli. Esa es la élite. Los demás, Bayern Leverkusen, Liverpool, Arsenal, Atlético de Madrid, Roma y los otros, son clase media con aspiraciones medias.
La revolución de Guardiola ha sido total. Ha llenado el mediocampo de talento, bajo la idea de privilegiar el pie y la movilidad sobre el físico y el biotipo, a contramarcha de lo que se estila en Inglaterra. El capitán simbólico de esta idea es David Silva, un genio inspirado en cuya imagen se ven Leroy Sané, Raheem Sterling y Kevin De Bruyne. El alemán va por izquierda y combina desborde con creación; Sterling hace diagonales y amagues sin parar, a lo que ha añadido gol (como diría Miguel Villegas sobre Alexi Gomes, a Raheem le faltaba un abrazo); el belga es un volante velocísimo, estupendo en los cambios de tiempo y feliz en la contra. Atrás, a la manera de Busquets, manda Fernandinho, con menos estilo pero más sudor; por delante, Agüero, a quien utiliza de manera contraintuitiva como señuelo, pues la responsabilidad goleadora está repartida y más de una vez Pep se ha permitido jugar sin ‘9’. Atrás es conservador, quizá porque cuenta con elementos menores repotenciados, como Delph u Otamendi, que son defensas de segundo nivel, pero ya no lo parecen. Bajo el arco ha encontrado en Ederson a un portero notabilísimo con un porcentaje de acierto en los pases por encima de Gabriel Jesus.
Tácticamente, el City es un espectáculo de precisión, movilidad y uso del espacio digno de la tradición holandesa de la que Guardiola es nieto. El 4-1-4-1 es brillante para el copamiento y la posesión y vira a un 2-5-3, con Walker y Delph convirtiéndose en volantes abiertos, lo que obliga a Sterling y Sané a jugar como extremos puros, lo que en ataque parece un 2-3-5. Es una máquina brutal y letal, y cuando está bien aceitada, algo que ocurre partido a partido, solo mejora.
El City ha pasado por encima ya de Liverpool, Chelsea, Arsenal, Manchester United y Tottenham; a los equipos chicos los golea sin misericordia. Es claro, por una vez, que la Premier League ha terminado antes de Navidad. Guardiola no compite con el presente sino con la historia, es decir, consigo mismo (el brillante Barcelona del 2008-09) y con ‘Los invencibles’ del Arsenal. Para superar a los primeros deberá obtener la Champions League este curso, una materia en debe; para igualar a los segundos deberá ganar la temporada inglesa sin perder ni un partido. Ninguna de estas metas parece descabellada.