Zidane tiene una labor titánica ante sí, la de demostrar que es un gran entrenador de fútbol, no solo uno bueno, correcto o afortunado. La frase puede sonar injusta para alguien que tiene dos Champions League encima, pero tan cierto como eso es que la prueba final para ver de qué está hecho un técnico no tiene que ver solo con aprovechar el ‘momentum’ de un grupo, sino con superar los abismos en los que, eventualmente, cae un plantel. El carácter de un entrenador aflora tanto en el triunfo como en la derrota. Pero sobre todo, a lo largo del tiempo, el juez final.
En el papel no parecen haber razones para que el Real Madrid, con las mismas figuras que hace dos años, deambule a media tabla a más de una decena de puntos detrás de sus rivales. Pero resulta que la continuidad a veces es un valor y otras un defecto. Si en un inicio pudo ser positivo que el francés apueste por una táctica conservadora y devuelva la confianza a los referentes cuestionados, dos años después es claro que ello no basta como proyecto para un club obligado a ganar todo lo que juega. En ese sentido, hay permanencias que son retrocesos, como la de Bale y Benzema, ambos ya aplatanados por la presión del Bernabéu y a punto de ser irrelevantes. El caso de Cristiano Ronaldo es distinto por todo lo que ha significado para el club de cara a la resistencia del Barcelona de Messi. Lo que sí es más o menos evidente es que por cuestiones de edad, la estrategia no funcionará mucho más.
Ronaldo llega a los 33 años en una posición complicada, como lo es afrontar todo declive: sostener su increíble rendimiento previo. No es fácil, como lo demuestra su cuota goleadora actual, la peor desde que tenía 20 años y jugaba de extremo. Habiendo ganado todo en el club merengue, y ante la amenaza de que se le utilice como moneda de cambio en una supuesta compra de Neymar, el portugués tiene que demostrar que el Madrid sigue siendo una plataforma para la exhibición de su talento. La gratitud pasada no basta, se necesitan goles y a montones. A la vez, el Madrid debe decidir si sigue construyendo su plantel para alimentar al luso. Desde afuera se ve un matrimonio camino a divorcio. Será difícil que el rompimiento ocurra sin daño para las dos partes.
Lo que queda, entonces, deberá ser un proceso de reinvención, de renovación. Para que ello se produzca se necesita asumir que la liga está perdida y pensar a mediano plazo, algo siempre difícil para un club que por tamaño y tribuna no tiene paciencia. Algunos factores ayudan, pero el principal es que cuenta con cracks en edad óptima para que exploten, como Isco, Casemiro, Asensio Kroos y Kovacevic. Se necesita un cerebro que arme el rompecabezas y que prometa una transición poco traumática. Lo último no es baladí: una Champions sin Real Madrid sería un fracaso real pero también simbólico. Al día de hoy la noticia es que esa es una posibilidad que no se puede desdeñar.