Por Ana Cruz Manjarrez Síguelo en Twitter
Haris Medunjanin tenía apenas 7 años cuando la guerra estalló en Bosnia, en respuesta a la declaración de su independencia de Yugoslavia el 6 de abril de 1992. El conficto enfrentó a serbios, croatas y musulmanes en actos extremadamente violentos que en ese momento solo pudieron ser comparados con la violencia de la Segunda Guerra Mundial.
Una serie de decisiones y la determinación de sus padres lo salvaron de sufrir las consecuencias de la desintegración de las seis repúblicas. Hoy viste el dorsal 10 y el gafete de capitán en la Selección de Bosnia y Herzegovina.
La madre de Haris debió lidiar con la angustia de salir del sitio que pensaba sería un lugar seguro hasta sus últimos días. Con tal de salvar a Haris y su hermana de cinco años, los tres abandonaron el territorio en uno de los últimos autobuses, dejaron a su padre, su abuela y algunos tíos.
Obligados a iniciar una nueva historia lejos del sangriento conflicto y tras un viaje tormentoso por la aparición de un hombre serbio que amenazó de muerte a los pasajeros, llegaron a Escandinavia, pero sin el permiso sueco para instalarse, encontraron estabilidad relativa en Dinamarca.
Durante cinco años, durmieron en casas de campaña, sufrieron el frío y cambiaron de campamento las veces que fue necesario. Al tiempo que, en su país natal, miles fueron torturados y asesinados hasta sumar más de 98 mil decesos.
No había paz en las constantes mudanzas, pero sí futbol. Haris comenzó igual que tantos, en la calle y esa, según dice, fue la mejor escuela para el juego bosnio. "Muchos jugadores son muy técnicos porque jugábamos todos los días en las calles -desde la mañana hasta la noche. Aprendes a jugar rápido en espacios pequeños y sabes a dónde pasar el balón cuando lo recibes. Aprendes de todo en la calle", declaró a Inquirer.
La familia Medunjanin dejó Dinamarca y se reunieron con el padre en Holanda, en donde por fin encontraron la posibilidad de formar un hogar. La tranquilidad fue temporal porque el padre volvió enfermo a Bosnia y ahí falleció.
Haris pasó del Fortuna Sittard al AZ Alkmaar y desde entonces, ha vivido en España para ser parte del Valladolid y el Deportivo La Coruña, en Israel por el Maccabi Tel Aviv, en Turquia con el Gaziantepspor y en Estados Unidos para vestir la camiseta del Philadelphia Union.
A pesar de que en algún momento de su juventud fue compañero de Klaas-Jan Huntelaar y Ryan Babel en la Selección Sub 21 de Holanda, se decidió por la Selección de Bosnia y Herzegovina en 2009 e insistió en cambiar de equipo constantemente para tener minutos y asistir a la primera Copa del Mundo de su historia en 2014.
Esa generación de niños marcados por el conflicto violento defendió la camiseta en Brasil. En esa plantilla estuvo Edin Dzeko, quien no corrió con la misma fortuna y permaneció en territorio de guerra.
Edin evita los cuestionamientos sobre esa etapa de su infancia, pero ha revelado que estuvo en riesgo en más de una ocasión. En una de las tardes de futbol entre amigos, un llamado repentino de su madre lo salvó de morir por una bomba que cayó justo en donde jugaba. Los tres años de guerra significaron huidas constantes y vivir en hacinado en un departamento con quince personas.
En el pasado Mundial se quedaron en la fase de grupos, la suerte los puso de frente a la Argentina de Messi y fallaron en su debut, cayeron también con Nigeria y ganaron su primer partido mundialista ante Irán. Pequeñas alegrías para un país que todavía vive las secuelas.
Bosnia y Herzegovina no estará en Rusia 2018, sin embargo, Haris Medunjanin encuentra en el futbol la mejor forma de llevar alegría a su país. "No hay dinero, la renovación de los edificios no ha ocurrido. Lo único positivo en Bosnia es el futbol".