Sara Vera no lo puede creer y no esconde la emoción en forma de lágrimas. “No te pongas así porque no venimos más”, le dice al oído José Luis Brown. Y la abraza fuerte en el frío de Tilcara. Sara es la mujer que le prestó su predio a la Selección Argentina cuando a Carlos Salvador Bilardo se le ocurrió entrenar a un grupo de jugadores en la pintoresca ciudad jujeña para aclimatarlos a la altura que meses más tarde deberían combatir en el Distrito Federal de México.
Sucedió entre el 6 y el 15 de enero de 1986. La historia se conoce: Argentina levantó la copa con Diego Armando Maradona como abanderado. El mito posterior también es famoso: los futbolistas, aquellos que estuvieron acá en Tilcara, habían prometido regresar a tierras jujeñas en caso de ganar el torneo.
Este martes se cerró parte de la fábula con las visitas de José Luis Brown, Nery Pumpido, Carlos Tapia, Oscar Garré, Sergio Batista, Julio Jorge Olarticoechea, Ricardo Giusti y Héctor Enrique. Aunque los héroes del 86 llegaron con una yapa dorada: les presentaron la Copa del Mundo a los lugareños y a quienes practicaron con ellos en esos días de calor e ilusiones.
Los campeones del 86, en Tilcara, con la Copa del Mundo. (Foto: gentileza Coca-Cola y Prensa Urban)
“No hicimos ninguna promesa, eh. Venimos a agradecer”, grita Nery Pumpido. Sara no cree y jura que ella la escuchó de la boca de Bilardo. “No hubo promesas, pero acá fuimos muy felices. Toda esta gente nos trató de maravillas”, arremete Oscar Garré. “Me parece que un intendente empezó con el verso de la promesa y después se agrandó el mito. Se habla de maldición. Messi no depende de una Virgen para ganar el Mundial”, se suma Giusti.
La visita fue organizada por Coca-Cola, uno de los patrocinadores de la Selección. Los campeones estuvieron filmando un documental que se estrenará a mediados de abril. La cadena montañosa de la Quebrada volvió a maravillarlos. Se podía observar en las miradas al horizonte de todos. Apenas habían regresado al lugar, en 2011, el Tata Brown y el Negro Enrique.
Los campeones del 86, en Tilcara, con la Copa del Mundo. (Foto: gentileza Coca-Cola y Prensa Urban)
Hubo risas, recuerdos, anécdotas por todos los rincones. Desde los desmayos de Cucciufo hasta el agua que les alcanzaban los vecinos a los futbolistas para hidratarse a espaldas de Bilardo y el cuerpo técnico. Se emocionaron los jujeños que fueron sparrings en 1986. Y también los campeones: volvieron a levantar la copa, a tocarla, a besarla.
Un dato: solo los campeones pueden tocar el trofeo. El resto, apenas mirarla desde lejos y con custodios de por medio. “Esta es más pesada. No sé si es”, comentó en modo risueño el Chino Tapia.
Los campeones volvieron entonces a Tilcara. Ellos siguen sosteniendo que no hubo promesas ni deudas pendientes. Pero para no llegar con las manos vacías, regresaron con la Copa del Mundo. Y con una enorme estrella en el alma, tallada a fuego y para la eternidad en la altura de México. Esa altura similar a la de Tilcara, esa ciudad que pudo cerrar una parte importante de su historia.