"Es un partido que no tiene ninguna importancia." Arturo Vidal esquiva los lugares comunes. Sincero, con la goleada de Perú en la piel, el chileno usó las palabras adecuadas, las que podría repetir, si quisiera, cualquiera de los que mañana pise el Arena Corinthians para definir quién consigue el tercer puesto y quién termina cuarto en la Copa América.
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Tan así es la sensación de indiferencia que bastó que la lluvia tapizara esta ciudad durante todo el jueves para que la selección argentina se refugiara en la comodidad de su hotel, al que había llegado la noche anterior con la derrota ante Brasil y el escándalo por el VAR ausente en el equipaje.
El entrenamiento, inicialmente programado por Lionel Scaloni para la tarde en el estadio Pacaembú (la vieja casa de Corinthians), se transformó en ejercicios en el gimnasio. ¿Podría haberse interrumpido la rutina si lo que tuvieran por delante fuera una final, que hubiera sido la tercera consecutiva entre ellos? Por supuesto que no.
Nadie se mojó, nadie traspasó las puertas del Pullman Ibirapuera ni siquiera para espiar el parque urbano más grande de esta inmensa metrópoli, ubicado a dos cuadras del hotel. Nadie, tampoco, se acercó con una bandera o una camiseta, ni fue necesario colocar una valla de protección, por más que allí dentro estuviera Lionel Messi.
Son las consecuencias que tiene programar este partido imposible, siempre incómodo, casi nunca competitivo. Una tradición que solo cobra valor en los Juegos Olímpicos, cuando ganar significa llevarse una medalla. Por eso, transitar estos cuatro días no resulta sencillo para los protagonistas, aunque desde la delegación argentina insistan en que "todos quieren estar". Pero la cabeza del grupo da vueltas sobre otros deseos, por más que no falte voluntad para seguir aquí: las vacaciones de todos después de la larga temporada, el comienzo de los octavos de final de la Copa Libertadores que tendrán en tres semanas los jugadores de River, el mercado de pases en ebullición...
El calendario suele entregar guiños de la memorabilia en esta época del año. Ayer a la tarde, mientras la selección chilena dejaba Porto Alegre y enfilaba hacia San Pablo, las redes sociales de su Asociación de fútbol recordaban con imágenes una victoria contra la Argentina en Santiago: se cumplía el cuarto aniversario de la primera Copa América ganada en su historia. Y ayer también, la selección llegó a 26 años sin un título: fue el 4 de julio de 1993 cuando le ganó a México la final de la Copa en Guayaquil, con aquellos goles de Batistuta que ya se colorean en sepia. Entonces, ¿por dónde buscar la motivación?
Un atisbo de respuesta podría venir desde el bolsillo. Ganar o perder no será lo mismo para las federaciones, aunque no les cambie la ecuación a los futbolistas. Es que quien termine tercero recibirá de la Conmebol un cheque de 8 millones de dólares, mientras que el cuarto cobrará 7 millones de esa moneda: "El partido del millón de dólares" podría ser una frase promocional para intentar levantar el interés de los involucrados. Con el público resultará más complejo: hasta ayer no había indicios de que pueda completarse apenas un cuarto de los 47.605 asientos disponibles en el estadio. El mismo donde la Argentina fue feliz dos veces: allí le ganó a Suiza en los octavos de final y también a Holanda, en la semifinal del Mundial 2014...
Lionel Messi, protagonista de esas fotos de abrazos con Di María y 'Chiquito' Romero -héroes de aquellos triunfos-, era un bebé de 17 días cuando la Copa América tuvo el primer partido por el tercer puesto de su historia. Ocurrió el sábado 11 de julio de 1987 en un despoblado estadio Monumental: Argentina venía de perder allí mismo, dos días antes, la semifinal frente a Uruguay y enfrentaba a Colombia, derrotado por Chile, para ver cuál subía al podio. La selección no tenía como levantar las piernas después de haberse quedado sin poder disputar la final de un torneo que Diego Maradona jugaba por primera vez, y que nunca ganaría. ¿Cómo Messi? Al menos, el capitán de ahora tendrá el año que viene una nueva oportunidad.
Por: Andrés Eliceche
La Nación/GDA