La semana pasada, el Gobierno chileno había ratificado su voluntad de que la final de la Copa Libertadores se dispute el 23 de noviembre en Santiago pese a la crisis política y social que vive el país desde hace casi dos semanas.
Pero, a 19 días del gran partido, la situación no mejora en el país trasandino y ya empieza a haber preocupación en la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) y en los clubes finalistas, River Plate de Argentina y Flamengo de Brasil.
Este lunes, la Conmebol hizo pública su invitación a una reunión para este martes a los presidentes de los equipos finalistas, juntos a las máximas autoridades de las federaciones de Argentina, Brasil y Chile, para hablar de la definición en Santiago.
La reunión puede ser determinante para confirmar de una vez por todas que la final se jugará en el estadio Nacional de Santiago o si cambiarán de sede.
Si deciden modificar el escenario de la final, el estadio Gral. Pablo Rojas del club Cerro Porteño, conocido popularmente como La Nueva Olla, es el candidato uno para albergar el histórico juego.
Chile atraviesa una ola de protestas sin precedentes desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) para reclamar más igualdad y otras demandas sociales, que han dejado una veintena de muertos.
Además de las cumbres del APEC y la COP25, la inestabilidad social provocó que la Conmebol suspendiera unos días atrás la Copa América de Fútbol Sala que debía celebrarse en la ciudad chilena de Los Ángeles entre el 23 y el 30 de octubre.