Ni el lanzamiento de la primera bomba atómica, hace casi 75 años, produjo tanto estruendo como la divulgación de la auditoría hecha por PKF a las cuentas de Barcelona, sobre las que se tejieron tantas versiones durante los últimos cuatro años y medio. La primera idea la dio José Francisco Cevallos al asumir en octubre del 2015 al declarar que existía una crecida deuda y que iba a ordenar una auditoría en nombre de la “transparencia” de su gestión.
La auditoría se hizo, pero fue solo aritmética. Se habló en el círculo íntimo de $19 millones. Se tomaron los papeles y con aspaviento televisivo, y de micrófono del ‘periodismo chambero’, se armó un show en la Fiscalía con una denuncia que se dejó sobre el escritorio de alguien y no volvieron más.
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Esperemos que con la auditoría forense que la dirigencia actual anuncia hoy, cuando sabemos que el pasivo rebasa los $51 millones, la suerte del club cambie de la pasividad y el encubrimiento al proceso sancionador y de recuperación de las fortunas derrochadas.
De allí que las respuestas del exvicepresidente financiero Juan Alfredo Cuentas, ante los pocos que lo cuestionan, no tienen ningún asidero: “Hay un error que muchos confunden, dicen que nuestro directorio fue responsable de la situación del club, pero esto viene de mucho tiempo atrás. Ahí están los números”, le dijo Cuentas a radio Caravana. Si esto fuera así, ¿por qué no se blanquearon oportunamente los pasivos? ¿Por qué se dieron una docena de cifras, lo que mostraba que el mismo directorio ignoraba a cuánto ascendía el pasivo? ¿Por qué los estados financieros y los libros contables a septiembre de 2019 mostraban un nivel de deuda menor en $20 millones a lo que realmente se debía? Hay un delito en falsear o adulterar los estados financieros, aun tratándose de sociedades sin fines de lucro, pero que tienen finalidad social y pública como en el caso de Barcelona Sporting Club.
Una mudez sospechosa
No había programa de radio o televisión que, después de que Cevallos perdiera las elecciones, dejara de hablar de la deuda de Barcelona y sus dimensiones misteriosas. Una vez que la bomba estalló, salvo un programa radial matutino, muy escuchado, y dos periodistas de los más ameritados entre su numeroso panel, ningún ‘analista’ nacional del balompié ha dicho una palabra.
Hay una mudez total y un desentendimiento sospechoso sobre el tema. Sus opiniones se centran en cuándo volverá el fútbol, el tiempo de los entrenamientos, si a los jugadores les van a meter un apósito por la nariz para detectar el virus, si habrá ambulancias y médicos en los campos de prácticas. Se hacen los giles sobre los asuntos fundamentales porque así aprendieron que se hace fama y fortuna y, luego, porque solo saben de los insulsos temas del 4-2-4, del 4-3-3, de los volantes mixtos, del media punta y del falso número 9. Temor reverencial, hipocresía e ignorancia. Tampoco hay muchas referencias en los medios escritos, salvo, como siempre, EL UNIVERSO que ha publicado la auditoría íntegra –vía digital– y revelado las dudosas y reprochables maniobras que han llevado a una quiebra virtual a un club que –ojalá lo sepamos pronto– recibió en la administración Cevallos-Cuentas ingresos mayores a los $100 millones.
Hay un delito al adulterar o falsear estados financieros.
Como en muchas instancias de la vida republicana, sobre todo en los últimos catorce años, bien vale reeditar la frase emblemática del jurista y político Vladimiro Álvarez Grau y lanzársela al exministro correísta y exgobernador morenista: ¿Dónde está la plata?
Uno de los agujeros monumentales por donde se escapó el dinero es el de los sueldos de primer mundo de algunos jugadores extranjeros y nacionales. Cuando en este espacio denunciamos que Damián Díaz consumía cerca de $80 000 mensuales, se dijo que este columnista era “enemigo de Barcelona”. La enemistad más fuerte en el periodismo, que hago por ya 56 años, es contra el chanchullo y la sinvergüencería, venga de donde venga.
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La auditoría ha revelado que a Díaz, un jugador en el final de su discreta carrera, que hoy no ganaría más de $5000 en su país en un equipo del Nacional B (ascenso) se le paga $74 754. ¿Y los impuestos al SRI? Ni hablar de Jonathan Álvez (casi $50 000), Ariel Nahuelpán ($50 000), Matías Oyola (casi $40 000) y muchos más.
Díaz, a punto de colgar los botines, ausente por expulsiones y lesiones, con pocas ganas de prodigarse en el campo (nunca las tuvo), andaba atrás de Cevallos para que le extiendan el contrato por dos años más. Le hicieron el favor aun contra el interés deportivo y económico del club, y le deben al menos $1 395 488 por premios, primas de contratación y otras obligaciones. Además, Barcelona “no registró en su contabilidad” $ 370 000 que por comisión acordó con Daniel Quinteros “por participar en la firma del contrato”.
Damián Díaz cobra al mes $74 754. ¿Y los impuestos al SRI?
En los cuatro años del manejo irresponsable, insensato e imprudente en Barcelona, cuando los saldos estaban en rojo y se usaban procedimientos siniestros para falsear los libros contables (lo dice la auditoría) Cevallos extendió el contrato de Díaz, trajo de vuelta a Álvez, a Michael Arroyo y Nahuelpán. Se fichó a Juan Dinenno (no se le renovó y hoy triunfa en México), Víctor Ayala, Sebastián Pérez (su inscripción irregular provocó que echaran a Barcelona de la Copa Libertadores), Óscar Estupiñán, Robert Herrera, Jefferson Mena, Damián Frascarelli, Alejandro González, Xavier Burrai, Emanuel Martínez, Bruno Piñatares, William Riveros y Christian Colman. Agréguele a Frickson Erazo, Joffre Guerrón, José Ayoví y algunos más y tendrá el más frondoso árbol de ‘paquetes’ con sueldos que se acercan a los más ricos clubes de América y en el caso de Díaz, a los de Europa.
¿Sabía de este despilfarro brutal el exvicepresidente deportivo de Cevallos (por 38 meses) y hoy presidente del club, Carlos Alfaro Moreno? ¿Lo consultaban sobre las contrataciones, opinaba o estaba pintado en la pared? Que no pregunte dónde está la plata porque puede salir embarrado del rubio manjar de Cambronne. (O)