Parece un anuncio de una agencia de viajes, pero no, es la realidad de la Liga de Campeones que se reanudará mañana, ya acabados los torneos nacionales en el Viejo Mundo. Debido al grave atraso causado por el infausto coronavirus (debería estar comenzando ahora la nueva temporada), la UEFA decidió que las rondas faltantes de la más atractiva competición de clubes se realicen en una sola sede –Lisboa–, a partido único y sin público. Por primera vez en la historia, cuartos de final y semifinal se dirimirán de tal forma. Y en 17 días habrá un campeón. Un torneo relámpago. Pero antes deberán completarse las cuatro llaves de octavos que la pandemia postergó: Manchester City (2), Real Madrid (1); y Juventus (0)-Olympique de Lyon (1), mañana viernes, y Barcelona (1), Napoli (1); Bayern Munich (3)-Chelsea (0), el sábado. Estos sí se tendrán lugar en campo de quienes figuran como locales. Por eso es inentendible la oposición del presidente del Napoli, Aurelio De Laurentiis, de viajar a Barcelona a afrontar la revancha con los catalanes.
“Que no pase nada allá si no se desatará el infierno”, amenazó reiteradamente. Barcelona debió asumir la ida en Nápoles –y con público–, cuando ya la epidemia cobraba muchas vidas en Italia. Y no abrió la boca. Ahora deberá resignar el apoyo de su gente, pues el Camp Nou estará vacío, pero es lógico que hospede el desquite en su casa. Lo mismo el Manchester City. Los medios madridistas refirieron casi indignados: “Guardiola presionó a la UEFA para jugar en Mánchester”. Lógico, le corresponde el derecho. Ha quedado demostrado, sobre todo en la Bundesliga: sin el aliento de los hinchas, la localía pesa muchísimo menos. No obstante, no es igual ir a un terreno neutral que jugarse las fichas en su campo, en su ciudad. ¿Bayern…? ¿Manchester City…? ¿PSG…? Pese a que aún quedan doce aspirantes al título, estos son, al menos en los papeles, los candidatos más fuertes para levantar la Copa. El Bayern es una fuerza colectiva compacta y llega con números asombrosos desde la asunción de Hansi Flick como técnico (lo que siempre sostenemos: un notable conductor es quien hace la diferencia hoy). Para muchos, el Bayern gana porque la Bundesliga es una risa. Para este cronista, su secreto es ser el club mejor conducido del mundo. Ya veremos.
El City tiene a Guardiola, que es como jugar con doce. Hay cientos de millones de mouriñistas que intentan minimizarlo porque es la antípoda del portugués en estilo futbolístico. Y porque le ha ganado repetidamente. Pero ha sido el autor del mejor equipo de la historia, y todo hincha tiene con él la certeza de que su club saldrá con los diez puntos a la cancha, a dar el máximo, en juego, en entrega, en preparación y en conceptos. El PSG tiene menos potencial de conjunto que los dos anteriores, aunque posee a Neymar y Mbappé. Nadie cuenta con dos cracks de tal envergadura. Los demás presentan un solista y diez guitarristas. Fuera de esos tres, está todo parejo. Y aún con todo lo antedicho, no significa que la corona sea exclusiva para ellos. A este nivel varios pueden dar el campanazo, como lo dio el Atlético ante el Liverpool. Duro, eficiente, compacto y regular el once de Klopp, con excelentes individualidades en todas sus líneas y un estratega de época, sin embargo, el incómodo Aleti de Simeone lo derrotó en Madrid y en Liverpool. Y cuando te ganan los dos partidos, no hay reclamos. Antes de la fase final en Portugal resta definir cuatro cupos a cuartos. Dado que van a mañana a la misma hora, el City y el Real Madrid se roban la cartelera ante Juventus y Lyon. El City ganó en el Bernabéu 2-1, por lo cual el club de Di Stéfano deberá hacer al menos dos goles; el 1-0 no le alcanza. E intentar la patriada sin Sergio Ramos, expulsado justamente en la ida por bajar a Sterling cuando se iba para el 3-1 que podía ser definitivo. Extrañará el vigor físico y espiritual de Ramos. También su poder de amedrentamiento.
El City confía en su fútbol y, si marca un gol, complicará más la chance blanca. Arbitrará el alemán Félix Brych, quien ha estado presente en tantas alegres noches europeas del Madrid. Lo ha dirigido nueve veces y solo perdió una con él. Levantar un 0-1 ante el Lyon no parece una tarea ciclópea para la Juventus, menos jugando en Turín. Igual, no da garantías la Vecchia Signora, le falta fútbol para ser considerada favorita ante cualquiera. Ganó el Scudetto porque sus rivales italianos parecen dejarle el camino expedito. No le sobra nada. Depende en exceso de las dosis de creación que pueda otorgarle Dybala. Paulo es el aire que respira la Juve. Para Italia le da al cuadro bianconero, para Europa necesita mucho más. No obstante, el Olympique (lo vimos ante el PSG por la final de la Copa de Liga francesa), es una formación fuerte físicamente, que no concede muchos goles y tampoco marca seguido. Finalizó séptimo en una liga no tan fuerte como la francesa. Seguro saldrá a aguantar la ventaja conseguida. El sábado, en Múnich, el Bayern cumplirá apenas el formalismo ante el Chelsea, al que ya goleó 3-0 en Londres. Como ejercicio, a los bávaros les viene de perlas el compromiso, pues se habrán cumplido 35 días de su último juego, la definición de la copa Alemana ante el Leverkusen. Parece imposible que el Chelsea logre revertir semejante resultado.
Por último, el Barcelona recibirá al Napoli, con el que igualó a 1 en el San Paolo. El conjunto maradoniano también terminó séptimo en su torneo local. No lo descartamos en absoluto, intenta desarrollar buen fútbol, con prolijidad y pelota al pie, extraño siendo conducido por Gennaro Gattuso, de quien uno esperaba un fútbol más combativo y áspero. Justamente el DT es una de sus cartas ilusionantes, le transmite su sangre ganadora. Y enfrente estará el Barça, casi una hilacha de aquel ballet azulgrana que deslumbró al mundo. Pero aún está Messi. Y ése es el as de oro, mata la carta que venga. (O)