Todo pasa. La liga española ya no es la más atractiva del mundo (la Premier la aventaja por un campo) y sus equipos grandes tampoco son ya los más poderosos de Europa. Barcelona y Real Madrid, hoy, no asustan a nadie. El miércoles, con 13 bajas por lesión y otras causas, el ucraniano Shakhtar Donestk le dio un paseíllo al Real Madrid y lo venció 3-2. Por Champions y a domicilio. Y el sábado anterior se lo había dado el Cádiz. España ni siquiera aglutina a las grandes estrellas, como antes; ahora están repartidas también por Inglaterra, Alemania, Francia, Italia. Incluso la Selección Española no manda en Europa como en sus tiempos de bicampeona de la Euro y ganadora del Mundial 2010. Eso quedó muy atrás. Pero un Barcelona-Madrid es siempre un plato apetecible para los futboleros del mundo. Y a la mesa nos sentamos.
En la semana, los medios barcelonistas alertaron sobre el juez Martínez Munuera, cuyo historial en los partidos madridistas invitaba a tener máximo cuidado. Y llamaron a los mandamases barcelonistas a hacer algo. Pero en lo último en que pensará la dirigencia azulgrana en estas horas es en lo deportivo. El Barsa es un club devastado, está inmerso en un desbarajuste monumental, financiero e institucional, y su tesorero admitió una deuda de 840 millones de euros (fuentes no oficiales hablan de 1.200). Sus directivos están a dos semanas de ser eyectados del club, no tienen músculo para protestar una designación arbitral. Con no ser investigados a futuro, felices de la vida. “El árbitro que todos temían (y nadie hizo nada)”, se lamentó Albert Masnou, redactor del diario Sport.
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Y Martínez Munuera, o el VAR, resultaron decisivos en el triunfo final del Real Madrid por 3 a 1. En el minuto 28, estando 1-1 el tablero, entró Messi al área gambeteando y en posición favorable fue barrido por Casemiro, que arrastró todo, pelota y pierna. Penal claro. El juez dijo siga, siga y tampoco hubo VAR. Podía ponerse el Barsa 2-1 arriba y tomar más confianza. A los 62’ llovió un centro sobre el área blaugrana y hubo una mínima sujeción de camiseta de Lenglet a Ramos (se tiró después de que lo habían soltado); ahí sí funcionó el VAR: penal para los blancos y gol del mismo Ramos. "Es un pequeño agarrón de Lenglet a Ramos, no hay motivo para señalar el penalti", escribió Andújar Oliver, en el madridista diario Marca. Andújar es el mejor analista arbitral del mundo en nuestra opinión. Respetadísimo e imparcial.
En esas dos maniobras se decidió el clásico. Todo lo demás queda para la anécdota. Incluso el tercer gol, una perlita de ese talento que es Modric, cuando el reloj indicaba 90 minutos. Ya el Barsa estaba destartalado. Ronald Koeman había ingresado a cuatro delanteros de golpe buscando el empate y descompensó todo el andamiaje del equipo. Koeman fue el último en irse, saludó a todo el mundo y se quedó tieso esperando la salida del equipo arbitral. "¿Sólo hay VAR cuando es contra el Barça?", le espetó a Martínez Munuera, quien siguió de largo. El holandés llevaba décadas fuera de España, tras el primer partido del torneo fue diplomático: “Hay que respetar a los jueces, se pueden equivocar”. A la sexta fecha le cambió la ficha.
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Cuando estaba por implantarse el VAR, millones pensaron “ahora sí se le acaba al Madrid”. Se referían a su histórico favoritismo arbitral. Pero llegó el VAR y nunca le fue mejor. El recurso tecnológico convalida todas las jugadas polémicas que lo envuelven. Hace décadas que el campeonato español se ve alterado por los fallos arbitrales. El VAR sólo es un notario que vino a legalizarlos.
La tarde catalana dejó en claro que el Barcelona no está para pelear ningún título, a menos que mejore hartísimo. Y cuidado, a ver si no entra en la próxima Champions… No le da para competir con posibilidades reales contra nadie. Quizás aspirar a una Copa del Rey si no se cruza con el Madrid y su infalible VAR. A la hora de la hora, la explicación es que no tiene más; debe recurrir al estéril trío Coutinho-Griezmann-Dembelé, que le costó más de 500 millones de euros y tienen cero aportación. Pero están porque se los ha intentado poner en el mercado y nadie oferta por ellos, salvo préstamos en los que el Barça debería seguir solventando una gruesa parte de sus contratos. O regalarlos pagando, como a Suárez, a quien transfirió gratis y además le abona una fortuna por su primer año en el Atlético. El desastre económico-deportivo de los últimos años generó este presente negro. Hasta que no haya un nuevo gobierno, seguirá así. Si la pandemia no obliga al cierre de todo evento público, el 16 de noviembre los socios deberían confirmar en las urnas el triunfo de la moción de censura y la junta actual cesaría con carácter inmediato. Luego entraría una comisión gestora que llamaría a elecciones. Barcelona es un club en llamas.
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El Madrid es el superfavorito a ganar Liga y Copa en España, desde luego no por su juego ramplón y sin ideas, menos por las tácticas de Zinedine Zidane (se rumoreaba que lo sacaban si perdía ayer). Pero ya tomó la punta. Y le queda el carácter, al Barça ni eso. En Europa es distinto, le va a costar, ahí el VAR es más recatado y los rivales, más fuertes. Lastimosamente, en cada partido del Real Madrid se termina hablando siempre de las polémicas arbitrales a su favor y no de fútbol. Mientras hubo sólo juego, se vio nuevamente a un Benzema inspirado, que habilitó con brillantez a Valverde para el gol que abrió la cuenta.
“El drama se extiende a Europa”, tituló Marca tras la debacle frente al Shakhtar. No vemos tanto drama. Este Real Madrid juega igual que cuando ganó la última liga y aquellas Champions consecutivas. Nunca tuvo un estilo ni un esquema ni un plan. Venció al Barcelona porque seguramente este es peor. Pero eso tampoco cambiará el concepto. Sólo dará firmeza al suelo que pisa Zidane. (O)