Nadie que haya ganado por lo menos una Champions League en su vida merece ser llamado perdedor. Eso tendría que bastar para que nadie tuviera la osadía de vapulearte. Pero con Josep Guardiola, el paradigma del ‘tiki-taka’, el obsesivo de las formas, el filósofo del pase y la alta intensidad, es distinto. Y lo es principalmente porque ha hecho del ‘casi’ su bandera.
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