20/05/2024

La maquinaria

Domingo 26 de Junio del 2016

La maquinaria

Órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba

Órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba

Hace unos días me preguntaba si era cuestión de tiempo hasta que Alemania explotara en la Eurocopa, o si ya este grupo de jugadores, campeones mundiales en su mayoría, sucumbirían ante la desmotivación por saberse superiores al resto. Solo un poco después me percaté de un detalle: los alemanes nunca pierden la ambición, no va con su genética.

Y si me faltaba alguna prueba, los teutones se encargaron de mostrármela este domingo, cuando se adueñaron de la ciudad francesa de Lille, burlando cualquier posibilidad de conquista de unos rocosos eslovacos que terminaron como apacibles gatitos.    

No es de extrañar el desenlace. Hasta ahora los alemanes habían movido el balón de un lado a otro, avasallando a todos los contrarios, pero sin pólvora en la delantera, alejados de ese poder resolutivo que siempre los ha caracterizado. Mucha culpa de eso tenía Mario Gotze, un jugón en exceso, pero sin contundencia, quien para mi gusto atascaba un engranaje demoledor.

Tal vez por eso Gotze se quedó mirando los toros desde la barrera, con el habilidoso Julian Draxler ocupando su espacio en el terreno. Con su arte de quiebre, válido para destrozar cinturas, abrir defensas y regatear con sutiles cambios de ritmo, el joven tumbó a Eslovaquia nada más comenzar el duelo.

La resistencia de Hamsik y compañía no se esfumó pronto, es que nunca existió frente a una Alemania voraz, cansada de tanta palabrería y toques sin sentido. La maquinaria fue a lo suyo, a moler, o demoler, sin piedad ni medias tintas.

Su partido fue perfecto, y muy malo el de Eslovaquia, tanto que el marcador lo abrió Boateng con un remate de primera desde fuera del área. Es cierto, muchos elementos con poca concordancia en la misma línea, porque el central del Bayern es útil para meter la pierna, cabecear, y en ocasiones lanzarse al suelo cuando Messi le pasa cerca.

Pero ahora se vistió de goleador, y dio un aviso de lo que venía. Los teutones, aupados por la magia de Özil, la presencia de Mario Gómez, el control absoluto de Toni Kroos, la solidez de su zaga y la seguridad de Neuer bajo los palos, simplemente se tragó a sus rivales de un bocado, dejando incluso un penal fallado en el camino.

Justo Draxler fue el artífice de las dos dianas restantes de los campeones mundiales. Su entrada con regate y velocidad por la izquierda le permitieron entregarle medio gol a Super Mario, y después regaló un remate acrobático ante una pelota suelta.  

Durante todo el partido, hasta el mismísimo fin, los alemanes fueron de cara al arco eslovaco, buscaron cuanto gol pudieron y tuvieron un buen puñado en sus piernas con intentos de Özil, Kroos, el revelador lateral izquierdo Jonas Hector, o el alma del conjunto, Thomas Müller, tal vez el hombre con menos apariencia de futbolista en el planeta.  

No se sabe muy bien lo que hace Müller, aparentemente nada, pero realmente todo. En ocasiones se le ve por el corazón del área, con el traje de verdugo, en otras cobra los saques de mano, mete la pierna en el medio o desborda por las bandas a ritmo de largas zancadas, todo mientras sus medias caen, al parecer sin elástico, y dejan las espinilleras al aire.

En conclusión, la maquinaria funciona, muele, cuece, y ya tiembla la Euro, tiembla España y tiembla Italia, candidatos para ser sus nuevos productos a explotar.

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