Interesante, por no decir apasionante ni lanzar las campanas al vuelo. Así se presentaba desde el pasado mes de diciembre esta eliminatoria entre Manchester City y Mónaco que desde luego no ha defraudado. Por un lado el equipo de Pep Guardiola, tan mediático como cuestionado en sus primeros meses de proyecto en Inglaterra. Capaces los ingleses de lo mejor y lo peor ante un rival que ha maravillado toda la temporada con su fútbol, que no es por casualidad líder de la Ligue 1 y que cuenta con un puñado de jóvenes talentos a los que se va a rifar media Europa este verano. Sidibé, Mendy, Bakayoko, Fabinho, Bernardo Silva, Thomas Lemar o Kylian Mbappé ya suenan desde hace semanas en muchos de los rumores y noticias que a diario les contamos.
Fiel a su estilo hasta el final, el entrenador catalán sacó una alineación un tanto singular, que no extraña viendo sus últimos experimentos. Fernandinho como lateral zurdo, Yaya Touré sosteniendo él solito a un centro del campo lleno de jugadores claramente ofensivos y con un Willy Caballero que hoy ha terminado de confirmar que le ha ganado la partida a Claudio Bravo gracias a su serenidad, que además le valió para detener un penalti en la segunda parte. Con estos planteamientos, los primeros minutos transcurrieron en un guión más o menos previsible: los ingleses intentando dominar y controlar el partido, los monegascos buscando hacer daño con su verticalidad y velocidad, sabedores de que la defensa inglesa hace aguas por todos lados.
Por eso en la primera mitad del primer acto fueron los líderes de Francia los que dispusieron de las ocasiones más claras, una de ellas desbaratada por Caballero al cumplirse el primer cuarto de hora. Solamente Leroy Sané llevaba peligro para los citizens desde la banda izquierda, y precisamente de sus botas nació la asistencia a Raheem Sterling en el primer gol de los sky blues. Lo que sucede es que apenas 6 minutos después, un zarpazo clásico del Tigre Radamel Falcao (¡cuánto echábamos de menos esos remates de cabeza en plancha!) Lograban así los de Leonardo Jardim su propósito de marcar en campo rival, y desde entonces el partido entró en una fase de locura casi permanente, eso sí una locura preciosa para el espectáculo. Primero porque Mateu Lahoz no señaló un penalti sobre Sergio Agüero que reclamaron los locales con gran vehemencia. Y un minuto después el club del Principado se adelantaba por medio de Kylian Mbappé, ese heredero de Thierry Henry que fue un quebradero de cabeza para la zaga británica. Y antes de enfilar el túnel de vestuarios, Radamel Falcao tuvo otra para casi sentenciar el duelo y posiblemente la eliminatoria.
El Manchester City reina en el caos
Tras esa primera parte intensa, el inicio de la segunda desde luego no iba a ser menos. Vamos a intentar poner algo de orden con estas líneas en lo que fue todo un caos, un bello y precioso alboroto de fútbol que sin duda sirvió para homenajear esta fantástica competición que es la Champions League. Comenzó ese segundo acto con un jarro de agua fría para los ingleses, uno más. Su fragilidad defensiva era evidente, y por si fuera poco Radamel Falcao sacaba un penalti que él mismo se encargaba de lanzar para intentar ampliar las distancias en el marcador. En ese momento, era de 1-2, pero el colombiano lo tiró incomprensiblemente mal, ante un Willy Caballero que después de lo de hoy va a tener complicado que lo desalojen de la portería como titular. Se libraban los sky blues de una debacle, y 10 minutos después el Mónaco, o más bien Danijel Subasic, los metía en la eliminatoria al regalarles un gol, en este caso a Sergio Agüero, que con un flojo disparo veía como el meta rival era incapaz de detener un balón que fue hacia las mallas.
No obstante, el Manchester City es capaz de lo mejor y de lo peor, y si no que se lo digan a John Stones. Radamel Falcao lo volvió loco, le hizo un roto espectacular apenas dos minutos después del gol de Agüero y se inventó una vaselina preciosa ante Caballero. Era el 2-3. El partido enloquecía, el Etihad apretaba y entonces nos plantamos en los 20 minutos finales. A pesar de su gran partido, de saber dominar perfectamente todos los registros, incomprensiblemente el equipo monegasco vio cómo le comenzaron a temblar las piernas. Puede que sea la inexperiencia, la juventud de su defensa, el ambiente de la afición inglesa, el dominio apabullante de los de Pep Guardiola en los minutos finales o el propio peos de la competición. Quizá todos esos factores juntos propiciaron una remontada heroica, histórica para los de Pep Guardiola, que se gestó en apenas 12 minutos. Es lo que va desde el gol del empate de Agüero (71’) al de Sané (83’), para el 5-3 final. Entre medias, Stones se pudo resarcir de su fatídica noche con un tanto de cabeza, quizás la suerte que mejor domina en el fútbol
Así que nos quedó un precioso 5-3 que da una ventaja importante pero no definitiva a los ingleses para la vuelta, que se espera sea de nuevo apasionante. El partido reflejó por un lado a un equipo capaz de lo mejor en ataque y lo peor en defensa (como es el Manchester City) y a una escuadra joven, ilusionante, pujante pero inexperta como el Mónaco, que perdió este brillante primer asalto. La solución, en 3 semanas.