Comenzar en cualquier oficio o profesión siempre será complejo y más, cuando las expectativas para que el éxito llegue, son muy altas. Algo similar ha tenido que librar Francisco Palencia, que como entrenador de Pumas, ha vivido las dos caras de la moneda en apenas doce meses de gestión como estratega de Universidad Nacional. El 31 de mayo del año pasado, la directiva del Pedregal hacía oficial su incorporación, luego de un inesperado cese a Guillermo Vázquez. Paco era sinónimo de reencontrar la esencia extraviada.
Palencia había sido nombrado en medio de varios cambios; no tenía ni dos semanas el nombramiento de Rodrigo Ares de Parga como presidente del patronato, cuando Paco ya se enfundaba con la casaca de entrenador del primer equipo; había pasado los últimos meses al frente del Sant Cugat de Barcelona, un escuadrón de semi profesionales en Barcelona, que daba oportunidad a jóvenes para foguear su talento y buscar acomodo en algún cuadro de diferentes divisiones en España.
Con estos blasones y su antigua etapa como jugador en Pumas, Palencia recalaba en la que siempre dijo abiertamente que era su casa y en una conferencia repleta de medios, comenzaba de forma oficial su gestión al frente de Universidad: "Vengo porque sé que es un equipo con el que me identifico, porque estoy convencido de que podemos hacer las cosas bien y porque conozco las exigencias que envuelven a Pumas; no pienso fallarles", decía en la rueda con los reporteros.
El novel entrenador no solo tendría la misión de encontrar sobre la marcha un buen futbol y la estabilidad de los resultados, también, tendría que salir avante ante las bajas de los futbolistas importantes del plantel, ante salidas necesarias, como la de Ismael Sosa, para sanear las arcas del club; aún así, llegaron otros elementos, de los que de igual manera, debía encontrar el mejor rendimiento posible: Pablo Barrera, Abraham González y Saúl Berjón, se convertirían en sus primeros refuerzos, así como elementos de casa, como Jesús Gallardo, de los que eligió de La Cantera.
Al Apertura 2016 parecía un torneo de experimento, un semestre de prueba, en el que se valdría tropezar, en el que la afición aguantaría la inestabilidad, para después pensar en grande. No fue así. Aunque el equipo no encontraba la estabilidad en la cancha y ofrecía actuaciones inestables, al menos en el primer tercio de la competencia, los resultados favorables eran parte de cada compromiso; quizás victorias sin justificación, pero que servían para amalgamar el inicio del proceso de Palencia.
Con el cierre de la fase regular, Pumas se encontraba con 27 puntos, ubicado en el sexto puesto de la clasificación, lo que le permitía acceder a la Liguilla, donde ya le esperaba Tigres... La seguidilla de triunfos se potencializó en Ciudad Universitaria, donde los dirigidos por Palencia se robustecieron. Con una afición ilusionada y a la espera de seguir avanzando, un 2-2 en la ida de la llave frente a los del Tuca no lucía tan mal. La catástrofe llegaría en Monterrey. En el estadio Universitario, un 5-0 exhibió la más endeble imagen de los auriazules.
El receso invernal traería más movimientos para la escuadra de Palencia, más salidas y llegadas; el ataque fue la zona que mayor número de retoques tuvo, con el arribo de los chilenos Bryan Rabello y Nicolás Castillo; también volvieron a la institución Alan Mendoza y Erik Vera, canteranos prestados a cuadros del Ascenso Mx. La encomienda era mantener el ritmo competitivo, pero el Clausura 2017 no hizo más que dejar en claro que la defensa es la línea menos competitiva de la institución, lo que terminó por propiciar la salida de un par de referentes, como Alejandro Palacios y Darío Verón. El equipo acabó penúltimo, con 18 unidades.
Junto con la eliminación del equipo, llegaron los reclamos, quizás exagerados, por parte de un sector de la afición, que incluso pedía el cese de Palencia. Si bien el equipo no exhibía su mejor versión, existían puntos favorables: como los cuatro debuts dentro de su etapa como estratega, y los 67 goles que se han conseguido en sus 41 primeros duelos como timonel de Universidad Nacional, entre Liga, Liguilla y Concacaf, otro torneo en el que Tigres los echó en Cuartos de Final.
A un año de su nombramiento, y a doce meses más de que concluya su contrato, con opción a renovarlo, Palencia vivirá, al menos en el papel, más cambio. Con las salidas de Verón y Palacios, además de la de Abraham González, el equipo recargará mayor peso en sus canteranos, esperando que las exigencias del primer equipo les den el suficiente aplomo para tomar las riendas y el protagonismo, sí con mesura, pero también con talento. A Paco le resta más meses de aprendizaje, aunque parece que lo más complicado ya pasó; podría llegar su revancha y consolidación a partir del Apertura 2017.