La carpintería de Don Porfirio Villaluz se ha llenado con el paso de los años de olvido, de polvo, de añejos recuerdos enmarcados en fotografías de un futbolista, de su hijo, César, que desde hace tiempo deambula en una realidad que ni él, ni su progenitor esperaban. Malas determinaciones, lesiones que coartaron una buena racha y manejos directivos que le han perjudicado, esas y otras razones tienen hoy al que hace unos años era una de las grandes promesas del balompié mexicano, a punto de firmar con el modesto Polideportivo Cacereño, un equipo de Tercera División de España, para mantenerse vigente, al menos de algún modo.
“Estoy contento con esta noticia, ilusionado con esta oportunidad. Se dio la posibilidad y no pienso desaprovecharla; en los próximos días tengo que moverme a España y la verdad, es algo que buscaba desde hace mucho tiempo, que apenas se da, pero más allá de las circunstancias actuales de mi carrera, no pienso minimizarlo. Iré con las ganas de triunfar”, comenta al respecto de su presente el propio Villaluz, luego de semanas de incertidumbre sobre su contratación: “Al final se logró y eso es lo importante, estoy muy tranquilo”.
A unos pasos del metro Guerrero, en la Ciudad de México, justo enfrente del Bar de Paquita la del Barrio, César creció con el esfuerzo de sus padres, Don Porfirio y Doña Mari, el primero, a cargo de la carpintería y su madre, una comerciante improvisada, que preparaba de todo, con tal de ayudar a su marido a complementar los gastos del hogar: “Siempre me han apoyado, les debo todo, lo mucho o poco que he conseguido, es de ellos, de mis padres; los dos, a su manera, han estado conmigo en los momentos más difíciles de mi vida”, asegura César.
El futbol es un enigma, tiene diferentes caminos para sus protagonistas y este es el caso de Villaluz, que cuenta con una coincidencia contrastante. El 2 de octubre es una fecha que César no olvidará jamás, es un día de felicidad y luto a la vez. En el 2005, junto a una destacada camada de jugadores menores de edad, de 16 años, puso el nombre de México en todo lo alto, consiguiendo el primer título Sub 17 para la selección nacional. La historia es conocida por todos… Siete veranos más tarde, en esta misma fecha, Jesús Molina le rompía los ligamentos del tobillo derecho.
“Sí, fue difícil la lesión cuando estaba en San Luis, pero más por lo que derivó después, porque lo realmente complicado se dio con las directivas de San Luis y Tigres, que tardaron en ponerse de acuerdo en decidir a quién pertenecía y eso impidió que yo pudiera seguir en activo; tuve que parar por más de seis meses, entre 2013 y 2014, ya que estaba al cien por ciento recuperado. Fue hasta que intervino la Federación, que de alguna forma se arreglaron las cosas y volví con el que entonces era mi equipo, Jaguares, pero desde cero, sin la confianza del entrenador”.
Antes de que recalara en San Luis, donde se lesionó, César fue prospecto nacional para asumir un papel protagónico, tanto a nivel de selección mayor, como con el club que lo formó, Cruz Azul, disputando finales del balompié local con apenas 21 años. Parecía que tenía todo a su favor, pues tanto la titularidad con los cementeros, como los llamados al Tri, eran constantes: “Quizás a veces no valoras lo que tienes, más cuando eres tan joven… Son muchas cosas (hace una pausa larga)… El pasado debe servirte para mejorar en el presente, así lo veo”, remata.
Después de salir del reconvertido Jaguares, a mediados del 2015, recaló en el refundado Atlético San Luis, donde la actividad regresó, así como la confianza en su capacidad; un año más tarde llegó al Celaya y apenas hace un par de meses se quedó sin la posibilidad de seguir en México, pues no entró en planes de los Toros y no encontró cabida en el Draft: “Es complicado, porque las facilidades son para el futbolista extranjero, difícilmente una directiva apuesta por uno y eso me sucedió. Me fui a Estados Unidos, donde estaba jugando en una Liga Amateur de Chicago”…
Hasta que un viejo conocido, Raúl Arias, apareció en escena y le llamó para saber si le interesaba seguir su carrera en el antiguo equipo de Extremadura. Es, por difícil que sea aceptarlo, su última oportunidad en el profesionalismo: “Solo estoy enfocado en hacer las cosas de la mejor manera posible, en no defraudar la confianza de quienes están apostando por mí y voy con el compromiso de mostrar mi mejor nivel, de ser el César Villaluz de antes, de aprovechar el tiempo perdido”.
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