Llegar a una Liguilla para un equipo que se presume grande no debería causar tanta fiesta ni júbilo, es más, debería ser un ejercicio rutinario. Sin embargo, cuando ese grande ha venido a menos y se ha sumergido en la peor crisis de su historia, pues ahí sí, es válido ensalzar lo pasos que, aunque minúsculos, puedan llevarlo a su recuperación.
Y ese es el caso de Cruz Azul, un equipo tan golpeado en esta época. Seis torneos le costó para plantarse de nueva cuenta en una Liguilla. Tres años. Hoy está de regreso, con un triunfo mínimo sobre Veracruz, con mucho sufrimiento, pero ahí está de nueva cuenta.
Y es que antaño, el aficionado cruzazulino asistía a esta jornada con la certeza de la calificación de su equipo, solo para ver contra qué rival le tocaría ya en la siguiente fase. Hoy los tiempos han cambiado, poco a poco su Cruz Azul mutó de eterno contendiente a simple participante; ahora, estas tardes se viven con nerviosismo e intranquilidad, a la expectativa de que el esfuerzo y las matemáticas se alineen para que su equipo pueda meterse, aunque sea de panzazo, a la disputa por el título.
Sí, son los dolorosos tiempos en los que Cruz Azul ha dejado de lado los bocados de gloria y empieza a conformarse con las migajas que le ofrece su propia historia. Porque para un equipo grande, cómo se supone lo es aún La Máquina, debería ser aberrante celebrar en todo lo alto el meterse a la Liguilla. Pero así son las cosas ahora y es lo que hay.
Con esta versión de La Máquina, lo que antes era obligatorio y se daba por hecho, ahora vale oro molido.
LA NEGATIVA DE LO FÁCIL
Y Cruz Azul encontró un juego a modo frente a un rival agazapado en su propio terreno de juego. Tal vez La Máquina no salió como el torbellino que encaró a Morelia, pero sí mantuvo la presión alta y el dominio total de la pelota.
En el primer cuarto de hora el equipo de Paco Jémez ya había generado tres centro peligrosos; los dos primeros a cargo de Édgar Méndez, quien por sector izquierdo no encontraba mucha resistencia de los escualos, pero en ambos la pierna de José Rivas evitó que llegara a su destinatario; el tercero le correspondió a Gerardo Flores, un envío peligroso, que se paseó enfrente de la portería y al que no pudo llegar Mora ni Méndez.
Cruz Azul dominaba ampliamente el partido y parecía cuestión de minutos para que pudiera abrir el marcador. Y la oportunidad propicia se le presentó al 19' cuando Felipe Mora fue grabado en el área justo cuando se disponía a rematar un nuevo centro de Méndez.
Francisco Silva tomó la pelota y la acomodó en el manchón penal; era momento para que el mejor cobrador de penales de La Máquina no fallara...pero falló. Sí, engañó por completo a Hernández, quien se venció al otro lado, pero el esférico se fue a estrellar a la base del poste.
La historia repetitiva de Cruz Azul. Cuántas escenas de este tipo no han saturado los recuerdos recientes de los aficionados celestes. A La Máquina no le gustan las cosas sencillas, se ha hecho masoquista; parece que si no hay sufrimiento, no hay mérito en lo hecho.
Así, de un juego que pudo haber encarrilado a la victoria empezaron a brotar las malas sensaciones, el nerviosismo inquietante. Y más cuando Richard Ruiz -precisamente un ex cruzazulino- sacó un derechazo endiablado que fue a estampar de en el travesaño. La primera llegada de Veracruz fue un susto mayúsculo para La Máquina.
Tardó un poco el equipo de Paco Jémez en tranquilizarse. Ya en el último tramo de la primera mitad volvió a tomarle el pulso al encuentro con dos jugadas de golpe. Primero un cabezazo de Mora que obligó una gran atrasada de Édgar Hernández e instantes después con un tiro libre de Adrián Aldrete, que pasó muy cerca de la portería. No cayó el gol y La Máquina se fue al descanso con 45 minutos menos para sellar su calificación.
TODO O NADA
En el complemento Veracruz no salió tan timorato y se atrevió a proponer un poco más. Aún así el conjunto celeste tenía el control del partido y apenas a los tres minutos Peñalba la tuvo en un disparo que Hernández sacó con las piernas.
Cruz Azul tenía las acciones controladas, pero urgía de abrir pronto el marcador, de lo contrario el tiempo empezaría a ser un enemigo extra.
En un abrir y cerrar de ojos llegó el primer cuarto de hora del segundo tiempo y Jémez ya no esperó más, mandó a Martín Cauteruccio y Martín Rodríguez por Aldrete y el inadvertido Ángel Mena. Era el momento de ir por todo.
Y sí, Cruz Azul fue por todo. Llegó un tiro de esquina y Felipe Mora se levantó con decisión para ganarle a su marcador y conectar un certero cabezazo que clareó a Hernández y superó el salto del hombre que custodia en el poste. Gol. Por fin La Máquina se ponía arriba en el marcador.
El gol despertó al Azul, la gente arrojó el costal del nerviosismo y se le entregó a su equipo. Era el momento de La Máquina, de todos, equipo y afición.
Una vez conseguida la ventaja, Jémez reacomodó sus piezas, sacó al goleador Mora -despedido con una gran ovación- y metió a Enzo Roco. Ahora Cruz Azul debía hacer gala de concentración y oficio.
Pero empezó de nuevo el nerviosismo, primero con un centro al que no pudo llegar Cristian Menéndez, y luego con un disparo de Leandro Díaz que tapó de manera soberbia José de Jesús Corona.
Los minutos se diluyeron y Cruz Azul consiguió el objetivo con el sufrimiento tatuado en la piel y así llegará este equipo a La Liguilla, tres años después de la última ocasión que lo logró. Paco Jémez ha cumplido con la primera meta, pero aún le quedarán algunas páginas para cerrar -como todo indica- de la mejor manera su ciclo con La Máquina.
Después de tantas tardes amargas, hoy el aficionado cruzazulino puedo sonreír y festejar por una buena, aunque solo sea por el modesto boleto a la Liguilla, pero así son las cosas, en tiempos de austeridad cualquier platillo sabe a manjar y en Cruz Azul se vale festejar todo en medio de esta sequía.