El tiempo remarcará esta temporada como una de las más complejas para Pumas, que no solo deambuló entre la calificación a la Liguilla y quedar fuera, mención aparte del buen arranque, también, por quedar fuera de la contienda por el título a manos del América, el odiado rival deportivo. Por si fuera poco, anoche, en el Azteca, los universitarios volvieron a sucumbir, ahora por 2-1 en el marcador, para un global de 6-2. Tiempo de análisis para David Patiño y los suyos.
Parecía que la historia se repetía. Pumas se fue abajo en el marcador de vuelta ante el América muy pronto. Habían transcurrido tres minutos, cuando Mateus Uribe ya cantaba el primer tanto de la tarde. La jugada se fraguó desde el mediocampo, donde Luis Fuentes perdió la pelota y fue el propio colombiano el que presionó para robársela; Mateus combinó a velocidad con Jérémy Ménez y el francés le sirvió dentro del área felina para que abriera el electrónico. El escenario era oscuro y no se veía cómo recomponer las cosas. Ahora, Universidad requería de cinco anotaciones. Imposible.
A sus formas, Pumas trató. Intentos escuetos, remates que traían consigo muchas intenciones de hacer daño, pero escasos argumentos para realmente comenzar a equiparar el marcador. América intentaba a sus tiempos contrarrestar el ímpetu de la visita. La desesperación comenzó a cobrar factura de Universidad, primero con la amonestación de Nicolás Castillo e instantes más tarde de prácticamente toda la columna vertebral de los del Pedregal. Quintana, Barrera y Díaz, entre los reprendidos.
Y al 19', fue precisamente el contención chileno el que no dejó de reclamar, el que siguió con las protestas a Marco Antonio Ortiz, el árbitro, lo que derivó en la segunda amonestación, tan rápida como los contragolpes amarillos. Pumas se quedaba con 10 futbolistas y aparecían de nuevo los fantasmas del pasado, los gestos de impotencia y la frustración sobre la cancha. El panorama se había nublado tanto como el cielo de la Ciudad. Las Águilas lucían invencibles a falta de un mundo de partido.
Se jugaban los últimos instantes del primer tiempo, cuando Alan Mendoza se asoció con Jesús Gallardo por izquierda, para llegar hasta línea de fondo y desde ahí, consumar el único tanto de los felinos. Discreto festejo y acomodo inmediato para volver a jugar, el acto seguido. Pumas se nutría de un imposible, de conseguir cuatro anotaciones en los restantes 45 minutos, para eliminar al América y con 10 hombres sumando para su causa... Bien dicen que la esperanza es lo último que muere.
Para el complemento, David Patiño mandó un movimiento natural y hasta lógico: Abraham González y David Cabrera, por Luis Fuentes y Matías Alustiza, con lo que Pumas jugaría un 4-2-3, con Barrera y Gallardo abiertos al frente y Nico Castillo como referencia del ataque. El timonel felino se guardaba así un último cambio, con la intención de ver la evolución del juego. América salía con lo mismo, escondiendo, sin querer, sus armas, teniendo de respaldo su capacidad de desdoble, garantía de cualquier percance.
Transcurrían los minutos, Pumas era testigo de cómo se le escapaba la vida en la cancha. América hacía su partido, Miguel Herrera le dio ingreso a Henry Martín y Diego Laínez buscando revulsivos, pero también para darle descanso a los suyos. Oribe Peralta y Jérémy Ménez, los sacrificados. El francés se marchó de la cancha ovacionado y es que instantes antes, al 62', realizó la aproximación más cercana del segundo tiempo, que quedó en un tiro muy débil, a manos de Alfredo Zaldívar. Como añadido, Castillo salía expulsado. ¿Habría sido el final de su etapa en Universidad?
En la agonía del encuentro, Andrés Ibargüen marcó el 2-1. Triste final para Pumas, en un torneo que confirmó la continuidad de su directiva por dos años más y apostó por un entrenador de casa, tuvo también la peor de las cicatrices en Liguilla, propinada por el acérrimo rival deportivo. Anoche, Universidad firmó uno de sus peores pasajes, al menos, la confirmación del mismo. América, por su cuenta, sale fortalecidísimo de la serie, a la espera de su siguiente rival y con el ánimo a tope por lo vivido. A Universidad le restan semanas complejas, de planeación y reflexión de por medio. La esperanza sí muere al último.