LOS ÁNGELES -- El Coronavirus desnuda a la gente. Revela quién merece una corona y quién se comporta como un virus.
Preocupadísimos por su salud, y por la de las personas en su entorno, Rodolfo Pizarro y Alan Pulido ostentan en sus redes sociales que usan mascarillas Louis Vuittón. El costo de cada una es de 100 dólares.
De acuerdo con el tabulador del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), con esos 100 dólares podría cubrirse el salario semanal, con algunas horas extras incluidas, de una enfermera, de una de tantas que confrontan la pandemia, estoica y valientemente día a día, arriesgando su vida, en la primera línea de batalla.
Por semejante desplante presuntuoso, Pizarro y Pulido fueron tundidos en redes sociales. Para el vecindario tuitero, la máscara cubre el rostro, pero desenmascara la personalidad.
Más aún, al comparar el jactancioso desliz de los jugadores mexicanos con las mascarillas sencillas, comunes y corrientes, con las que aparecen Lionel Messi y Luis Suárez en sus afanes con el Barcelona.
Cierto, Usted tiene razón: utilizar en un mismo párrafo los nombres de Messi y Suárez con los de Pizarro y Pulido, es un insulto al futbol, una aberración. Unos han ganado todo, otros… pues, son los otros.
El poeta italiano Leopardi advertía: “Las personas no son ridículas sino cuando quieren parecer, o ser, lo que no son”. No es el caso. Pizarro y Pulido, por sus respuestas en Twitter, confirman que son… genuinos. Exhiben y defienden lo que son.
Ciertamente, el jugador, como cualquier ser humano, tiene la libertad absoluta de hacer con su dinero lo que se le pegue la gana. Pero, hay tiempos. Y hay circunstancias. Y hay momentos. Y sentido común, aunque, como dice Jardiel Poncela, es el menos común de los sentidos.
En reportes hasta el mes de abril, 20.5 millones de estadounidenses perdieron sus trabajos como repercusión brutal del COVID-19. Muchos de ellos, latinos. Muchos de ellos, seguidores del futbol mexicano. Muchos de ellos, sin mascarillas y mucho menos de 100 dólares de la marca Louis Vuittón.
Lo más prodigioso de la empatía es que en la adversidad, entre los egoístas, se convierte más en antipatía que en simpatía. Pizarro y Pulido pagarían a las enfermeras con mascarillas Vuittón. Al fin y al cabo, también ocultan los rostros del hambre y el cansancio.
Antonio Carlos Santos, dedicado más a la pirotecnia que al futbol en redes sociales, les montó un polvorín en ese circo anárquico de Twitter. Colocó las fotos de Pizarro y Pulido embozados, y a un lado la de un luchador que parecía usar una mascarilla idéntica a la de ellos... pero como suspensorio testicular.
Los ex jugadores de Chivas le respondieron. Se burlaron del ex jugador americanista. Incapaces de desafiarlo en terrenos futbolísticos, decidieron desollarlo con la mezquindad disponible: el dinero. Queriendo denigrarlo, le ofrecieron trabajos de jardinero y de lavador de autos.
¿Sabrán Pizarro y Pulido cuántos mexicanos, cuántos latinos, se ganan la vida en Estados Unidos desempeñando esos oficios? ¿Para tratar de denigrar a Santos, debían denigrar a quienes la vida les ofreció sólo esa alternativa para que ellos y sus familias subsistieran?
Calderón de la Barca recomendaba: “Fingimos lo que somos; seamos lo que fingimos”. Es decir, hay máscaras –y mascarillas--, que revelan más de lo que ocultan.
Ciertamente, comprar o no comprar una mascarilla Vuitton no cambia el escenario, aunque los 100 dólares sí cambien una semana la vida de una enfermera, de una de tantas, en la primera línea de batalla contra la pandemia.
Pero, igual, unos seguirán como paladines de la opulencia en redes sociales, y otras, en la trinchera, escupiendo sangre.
Insisto: el Coronavirus desnuda a la gente. Revela quién, como la enfermera, merece una corona, y quién se comporta como un virus, eso sí, con su suntuosa y untuosa mascarilla Vuittón.