20/05/2024

Atlas buscó un Guardiola y encontró su Cocca en el desierto

Lunes 13 de Diciembre del 2021

Atlas buscó un Guardiola y encontró su Cocca en el desierto

¿Y cómo ocurrió todo? ¿Cómo fue que el Atlas despertó de 70 años de letargo? Las hazañas en la cancha tienen explicaciones prácticas fuera de ella. Detrás de semejantes gestas, hay, inevitablemente, decisiones delicadas de la burocracia.

¿Y cómo ocurrió todo? ¿Cómo fue que el Atlas despertó de 70 años de letargo? Las hazañas en la cancha tienen explicaciones prácticas fuera de ella. Detrás de semejantes gestas, hay, inevitablemente, decisiones delicadas de la burocracia.

LOS ÁNGELES -- Atlas, campeón. 70 años después. Casi 70 ciclos de entrenadores después. Tras casi 70 meses de esclavitud con TV Azteca. 70 semanas después de la presentación de Diego Cocca. Y 70 días después de someter a Chivas (0-1) en el torneo, le impone su segundo flagelo al levantar la Copa de la Liga Mx.

Atlas, campeón. 70 años después. Con pocos relatos jubilosos; con tantos relatos dantescos, pero siempre bajo la divina textura estremecedora del drama. “¡A lo Atlas…!”, pues.

Porque ese mítico y místico “¡A lo Atlas..!”, no es una expresión, no es un lema, no es un slogan. En realidad, es un tributo, un estilo de vida, una biografía del sibarita perverso que elige las penurias sobre el placer. Era, hasta este domingo, un juramento de lealtad a la desilusión consuetudinaria y a la abstinencia.

Doce de diciembre, día en que México es más guadalupano que nunca, el milagro del Tepeyac descendió de los Cielos al Estadio Jalisco, y un #ChivaHermano, Vicente Fernández, decide irse como El Rey, antes que ver campeón al Atlas, sin saber que el más poderoso homenaje le llegaría del orfeón de 50 mil gargantas rojinegras en la antesala del Juego de Vuelta de la Final.

¿Y cómo ocurrió todo? ¿Cómo fue que el Atlas despertó de 70 años de letargo? Las hazañas en la cancha tienen explicaciones prácticas fuera de ella. Detrás de semejantes gestas, hay, inevitablemente, decisiones delicadas de la burocracia.

Alejandro Irarragorri, había percudido a Diego Cocca al presentarlo con Santos Laguna años antes. “Es el Guardiola de América”. Quiso ser un elogio, terminó siendo un estigma.

Recurrió de nuevo al técnico argentino. Si había consumado una épica con el Racing de Avellaneda, podría hacerlo con el Atlas.

Rafa Puente tenía saldo rojo y saldo roto. Siete derrotas, un empate y una victoria, lo removieron del comando atlista. Cocca tomaba el mando. Su diagnóstico fue puntual semanas después en el Guard1anes 2020: “Atacamos bien, pero definimos mal y defendemos peor”.

Irarragorri tenía en su cartera la solución: Julio Furch, delantero de Santos. Llega en diciembre al Atlas, pero en enero va al quirófano: fractura en el tobillo izquierdo. Una placa, tornillos, y a una larga rehabilitación.

Para entonces, Diego Cocca había empezado a construir su Frankenstein con una idea muy clara: defender.

"Llegamos en un momento complicado, esto venía de antes. No es que antes habían clasificado, andaba bien y ahora anda mal. El equipo andaba mal desde hace rato, la falta de gol es de hace rato, la falta de rendimiento es de hace rato. Uno viene con la expectativa de mejorar. Hay cosas que llevan tiempo y otros que llevan más tiempo", dijo el argentino a los pocos días de asumir el mando del equipo.

Desde su arribo a la oficina central del Atlas, Irarragorri repudiaba el ritual de "¡A lo Atlas..!", como si fuera la maldición medular que engendraba esos 70 años de ocioso asueto. Rafa Puente coincidía: “Eso ya no existe”, dijo, y la feligresía rojinegra le dio la espalda, porque era como arrancarle el placer culposo de acudir cada semana al Estadio Jalisco con la corona de espinas.

Cocca trató de hacerlo. Traicionó el abolengo rojinegro. Juego soso, feo, aburrido, sin afinidades con las legendarias generaciones de #LaAcademia, #LosNiñosCatedráticos o #LosAmigosDelBalón, términos que habían cuajado y sublimado en el Atlas finalista de Ricardo LaVolpe.

Así, contra sus propios cánones, el Atlas empezó a tomar protagonismo. Regresó a Cuartos de Final del Clausura 2021. Lo elimina Puebla.

¿Y #LaAflicción? El flagelo seguía siendo parte de su vida. Inhumar y exhumar a sus anhelos. Exhumar e inhumar a sus anhelos. Un ciclo necrófilo pues, muy “¡A lo Atlas..!”.

El Apertura 2021 no tenía mejor rostro. Ese perfil rojinegro, de drama y luto, de sangre y misterio, comienza cosechando, pero entre equipos hechos rastrojos: vence a Pachuca y Juárez, para después, catatónico de miedo, Diego Cocca celebra perder sólo 1-0 ante América.

Bajo el desdén hacia un equipo defensivo, con una desesperada propuesta para no perder, Atlas muestra su principal arma: mantener a buen resguardo el marco, y para ello desde la línea de cinco, muy profunda, y con Camilo Vargas entre los tres palos, terminaría como el equipo más saludable en el fondo, con diez goles recibidos, los mismos que el América, aunque a seis puntos de distancia de El Nido.

Atlas empezaba a funcionar. No cautivaba. No seducía. Pero, la consigna no era montar un circo de escalofriantes emociones y risas, sino un equipo sólido, granítico. Aldo Rocha, jugador de promesas inconclusas con León y Morelia, iba tomando protagonismo.

Además, en Atlas se consolidaba sangre nueva: Diego Barbosa, Ian Jairo Torres y Jeremy Márquez, frutos de la casa, irían siendo determinantes, madurando bajo las implacables exigencias del equipo.

En tanto, mientras los flamantes refuerzos como Gonzalo Maroni y Franco Troyansky, terminarían siendo tremendos fiascos, el otro incorporado, llegado entre el escepticismo y el desdén, el colombiano Julián Quiñones, terminaría siendo pieza clave en la coronación del Atlas. Él lo dejó en claro, en su presentación.

“Aquí ya nadie conoce al Julián de Tigres, yo ya no lo conozco. Yo conozco al nuevo Julián, al que está en Atlas, ahorita es momento de levantar la cabeza, de ganarse esa confianza que había perdido en mucho tiempo, ahorita me la está dando el cuerpo técnico, la directiva y lo único que queda es aprovecharla”, dijo Quiñones.

¿Maroni y Troyansky? Humo… y del caro. Muy sospechosamente caro.

Las piezas empezaron a acomodarse. “El Guardiola de América”, jugaba muy poco a lo Guardiola, pero sumó puntos para terminar segundo en la Tabla. Se empezó, entonces, a creer, ahí, dentro de esas silenciosas almas en pena vestidas de rojinegro.

Porque jugaba más para el bostezo que para el alarido, pero había cero tolerancia a los errores, y una bendita oportunidad para provocar las pifias ajenas y cosechar en ellas. En términos coloquiales: ver al Atlas no valía el precio del boleto.

Y el camino hacia la Final fue áspero. Además, para entonces, aparecieron hechos y situaciones que ya habían dejado roncha en la fase regular del Apertura 2021, pero que terminarían percudiendo el ascenso del Atlas en la Liguilla. Yerros arbitrales tan aparatosos, que desembocaban en la sospecha, irían apadrinando al Atlas. La hermandad de los Riestra agravaba el escenario: José, como presidente del Atlas, e Íñigo como secretario general de la FMF, y con ascendentes sobre la Comisión de Arbitraje.

Ocurrió ante Monterrey. Ocurrió ante Pumas. Y ocurrió en el gol de Aldo Rocha en la Final ante el León, que implicaba el 3-3 que alargaba el desenlace a tiempos extras, y después al hoyo negro del manchón blanco de los penaltis.

Cierto, en la cancha, Atlas hacía lo suyo. Por momentos, manteniendo el adefesio de perfil en su estilo de juego, fue mejor que Rayados. Y lo mismo ocurrió con Pumas, agazapado, a pataleos, a espasmos, pero termina por eliminarlo.

Las mejores exhibiciones del Atlas llegarían en la Final. Juego espectacular en el 3-2 que el endilga el León, y un implacable despliegue en la Vuelta, con balones en los postes y Rodolfo Cota erigiéndose como un arquero invulnerable, a no ser, por ese gol polémico, que hiede a fuera de lugar.

70 años después. Casi 70 técnicos. 70 días después de asumir Cocca. Y en 70 días, dos sopapos a Chivas. Atlas, campeón. Y, nuevamente, la explicación que ampara a Cruz Azul y a los Rojinegros, en este 2021 de las catarsis: el fin justifica todos los medios y todos los miedos.

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