04/11/2024

Las visitas llevaron los Santos Óleos: Tigres y Atlas a un paso

Viernes 13 de Mayo del 2022

Las visitas llevaron los Santos Óleos: Tigres y Atlas a un paso

Chivas y Cruz Azul cayeron en la ida de sus respectivas series de Cuartos de Final, aunque el Rebaño Sagrado dio fuertes señales de vida, de querer sobreponerse al marcador adverso, mientras que la Máquina volvió a morir de nada y quizá lo vuelva a hacer en Monterrey.

Chivas y Cruz Azul cayeron en la ida de sus respectivas series de Cuartos de Final, aunque el Rebaño Sagrado dio fuertes señales de vida, de querer sobreponerse al marcador adverso, mientras que la Máquina volvió a morir de nada y quizá lo vuelva a hacer en Monterrey.

LOS ÁNGELES -- Pegan primero y pegan de visitantes. Atlas y Tigres pegan dos veces. Sus víctimas, Chivas y Cruz Azul, recibieron a domicilio los Santos Óleos.

Cierto, hay una diferencia: Cruz Azul eligió la eutanasia, eligió bien morir y morirse de poco, casi de nada, a no ser, claro, de vergüenza. En tanto, Chivas, esas Chivas del segundo tiempo, tienen todavía fuelle emocional y espiritual para confirmar que el Estadio Jalisco puede seguir siendo su casa y revertir el 1-2, aunque para ello necesitará un marcador con dos goles de diferencia.

El Guadalajara murió en su estadio víctima de sus errores. Balones perdidos en salida, errores en la marca, distracciones y dos fastuosas anotaciones de Jeremy Márquez dieron la ventaja definitiva en el Juego de Ida al Atlas.

La versión más floja de Chivas bajo el mando de Ricardo Cadena. Nerviosismo, precipitación, dudas y por momentos, una intensidad mal encauzada. Atlas, en cambio, mantuvo ese orden espartano sin traicionar la trinchera, sin importarle el espectáculo y dedicado, simplemente, a esperar el gran error del adversario.

La equivocación del Guadalajara habría sido esa obsesión de hacer sentir el peso de su estadio, ése que se sabe no existe. El Estadio de Chivas no ha sido ni será nunca su fortaleza. Asumió, con candor, inocentonamente, la obligación de marcar las pautas del juego. Un suicidio ante un equipo que no lleva a cuestas ese apodo de Zorros como simple alegoría zoológica.

Por eso, desbocado, comprometido a ser el protagonista, el Guadalajara despertó cuando tenía el 0-2 en 44 minutos. La segunda mitad fue feudo de Chivas. Su amuleto en Liguilla, el Chicote Calderón pepena un escopetazo para el 1-2 y el resto del tiempo fue una apuesta suicida del Rebaño ante los contragolpes de Julián Quiñones y Julio Furch, pero que sólo quedaron en soponcios.

Insisto, el Guadalajara de la segunda mitad demuestra que el Rebaño no está muerto, aunque en espera de saber si podrá contar con Alexis Vega para el juego de vuelta el domingo en el Estadio Jalisco. Por lo pronto, Diego Cocca se dedicará a embadurnar de chapopote su trinchera y a seguir esperando que las diabluras de Furch y Quiñones aprovechen las urgencias del rival.

ROJA LA CRUZ AZUL

Arrancando, Tigres se hizo cargo del juego. Cruz Azul sólo se hizo cargo de sus miedos en el mismísimo Estadio Azteca y el silbante Fernando Hernández se hizo cargo de estercolar el partido, confirmando el deplorable nivel del arbitraje y del VAR en México. Sí, son tan malos, que ya ni se les puede acusar de perversos.

Y no es que Tigres hiciera una glamorosa apuesta ofensiva, absolutamente, pero Miguel Herrera se encontró con que era más piojosa la postura de renuncia de Cruz Azul y de Juan Reynoso de lo que él llegó a esperar y no perdonó.

Sin embargo, el gol de Tigres es un accidente que raya en el chiripazo. Un gol de esos que derrapan de bobalicones. Jesús Dueñas recupera por derecha, Nacho Rivero lo contempla, Dueñas saca un disparo lejano, retorcido, sin potencia, condenado a morir entre abucheos, pero… Adrián Aldrete y Sebastián Jurado dudan, se paralizan y ninguno va por ese balón retozón, inocentón, pero que termina penetrando pegado al poste derecho. El 0-1 sería el veredicto final.

En tanto, Fernando Hernández no leyó el memorándum. Ése de que había que proteger el espectáculo. Al ’60, una jugada dura, ruda, pero accidental con un punterazo de Diente López que le abre el párpado a Luis Abram y termina en una roja indiscutible a juicio del silbante. Producto de esa jugada, Miguel Herrera increpa al ya atolondrado y confundido juez, quien termina por expulsarlo.

La decisión rigorista no habría pasado de un escándalo de apreciación del árbitro, sin embargo, una chilena de Christian Tabó termina atizándole una patada en la mollera a Juan Pablo Vigón y Fernando Hernández no decepciona sobre el corto circuito en sus escasas neuronas. Sólo saca tarjeta amarilla.

En acciones similares, reacciones distintas. Son los hijos putativos de Arturo Brizio Carter. Nada que sorprenda.

Y La Máquina sólo quiso reaccionar tras la expulsión del Diente López. Quiso, pero no pudo, no supo. Finalmente, tras 60 minutos de desperdicio, Cruz Azul intentó empatar el juego. Demasiado tarde. Hugo Ayala, en uno de sus mejores partidos, y Nahuel Guzmán se encargaron de arruinar los intentos celestes.

Ojo, esos esfuerzos, esos empujones, eran espasmos, eran estertores más que intentos inteligentes, ordenados. Así, Cruz Azul, con tan poco futbol, con tardío ataque de dignidad y compromiso vendió barato, muy barato su pellejo.

Con Tigres, ¿se atreverá Mauricio Culebro a poner un hasta aquí a un Miguel Herrera que sigue sin entender que los grandes tropiezos en su carrera se originan cuando sale lo más piojoso de su temperamento?

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