André Jardine llegó al Club América con la exigencia clara de que debía trascender y demostrar que estaba capacitado para ese puesto. Hoy muchos podrán irradiar confianza en él, subirse a su barco, pero la realidad es que en el inicio de su aventura la gran mayoría cuestionó su arribo a Coapa por la falta de galones.
Sin embargo, André se dedicó a trabajar, se puso el chándal y fue construyendo un equipo a lo que él pretendía. En varias ocasiones pidió tiempo, paciencia, un voto de fe, no se escondió en pretextos banales, cuando hubo crítica que él consideraba justa la aceptó sin rechistar y la asimiló para mejorar en cuestiones que le hicieran falta.
Reconoció las cosas buenas del pasado, pero se enfocó en darle un sello a su escuadra, no sería fácil, porque tenía que ir ajustando sobre la marcha y conociendo a una plantilla en la que hay muchos egos, pero su caída en el vestuario fue buena y con el paso del tiempo mucho mejor, porque los jugadores veían reflejado en el campo de juego el discurso del entrenador. Había una coherencia entre el decir y el ser.
Alcanzar la Liguilla y trascender en la misma se convirtió en el pan de cada conferencia de prensa, muchas veces hizo esa referencia de que el objetivo era llegar en plenitud a la fiesta grande, porque en ese banquete es donde se muestran las mejores prestaciones.
Sí, Jardine lo hizo, rompió con la maldición de las semifinales con las que no pudo Fernando Ortiz, y es que los buenos registros que había dejado el Tano, hubo un momento de la temporada en el que le hicieron sombra, pero después el aficionado se fue enganchando a su idea y a su discurso, más cuando hubo ocasiones en las que también salió en defensa de la imagen del club.
Miguel Herrera, en el Apertura 2019, fue el último entrenador en llevar al América a una final de Liga, la perdieron en ronda de penales ante Rayados de Monterrey.
En los últimos cuatro años, el mismo Piojo Herrera, Santiago Solari y Fernando Ortiz fueron acumulando fracasos, de nada le sirvió al mexicano ser uno de los máximos ganadores de títulos en la historia del club, y a los argentinos acumular medallas de buen comportamiento en forma de lideratos generales, reconocimientos que en Coapa valen de nada.
Jardine guardó mesura en la sala de prensa tras la demoledora actuación de su equipo en semifinales, fue lo que ha sido hasta ahora: un tipo que tiene claro su objetivo: trascender, dar el paso que faltaba, por lo pronto, aunque él no lo reconozca abiertamente, sabe que ya debe pensar en la serie final. El 17 de diciembre, André Jardine puede dejar su nombre en la historia de las Águilas, lo que no pudieron hacer Solari y el Tano.
MEB