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La #TrilogíaDelOdio pasará por el contraste entre un América erudito y unas Chivas reflejo del analfabetismo táctico.
LOS ÁNGELES -- Ante la #TrilogíaDelOdio, América sólo necesita un pizarrón y a Jardine. Chivas va a necesitar más que los desechos tóxicos de Diego Dreyfuss y de Peso Pluma.
Es la trilogía por la supremacía: dos Clásicos Nacionales en Concachampions y uno más de Liga. Dos en la Tierra de Nadie –o de todos–, que es el Estadio Akron, y uno más en el Azteca.
El júbilo del vencedor y la jubilación del vencido.
Llegan de coliseos distintos. América despedazó a un habitual Némesis de Chivas (Atlas, 5-1). Y Chivas colapsó ante un habitual patiño de Coapa (Cruz Azul 3-0). Uno vestido de luces, otro como sombra entre penumbras.
Pero es un Clásico. Es decir, son tres Clásicos. Nunca en las crónicas del futbol mexicano habían coincidido en semejante fatalidad de partidos oficiales Chivas y América. En sólo diez días reñirán tres veces en el tálamo, nupcialmente bélico, de su histórica rivalidad.
Encima, en ese lapso de diez días, sostendrán otro partido más. América tiene indeseable cita con Tigres, y la baba de equipo de Jorge Bava, el León, buscará resarcirse ante Chivas. En la tregua de su #TrilogíaDelOdio, sólo encontrarán más odio.
Por eso, insisto, será el júbilo para el vencedor y la jubilación para el vencido.
Pero, sí, son Clásicos. Engendrados maquiavélicamente en las molleras ambiciosas de Guillermo Cañedo y El Tigre Azcárraga, para agregar una telenovela eterna, de amor y desamor, a su canal voraz y roñoso.
Y en los Clásicos, visto está, ocurre de todo, desde epifanías bíblicas hasta Goliats humillados por la humildad impensable de las hazañas en manos de desfallecientes y esmirriados palurdos. Hasta un reloj descompuesto da la hora correcta dos veces al día.
Hoy América luce superior. Presume de un plantel vasto, y también basto, insultante, amparado –encima–, soezmente, bajo ese estandarte del #ÓdiameMás, un prodigio de la mercadotecnia, irónicamente en una empresa que no sólo plagió el himno del Sevilla, sino que hurtó el diseño de uno de sus míticos uniformes, mire Usted, a uno de los íconos de Chivas, Cid Campeador del Rebaño, Jaime El Tubo Gómez.
Jorge Pietrasanta y Álvaro Morales nos dicen cómo llegan América y Chivas a los duelos que tendrán en 10 días tanto en Liga MX como en Concacaf.
A pesar de tropezarse con el balón en sus fallidos escarceos como intento de futbolista, André Jardine se ha adueñado de la escena del futbol mexicano, en clases magisteriales para mantener al América, con todo y la losa festiva de campeón vigente, en esa lucha inclemente por el Bicampeonato.
Sin pretemporada, al mañoso estilo de Ricardo Ferretti con sus Tigres, Jardine ha ido armando a un equipo que hoy mordisquea los talones del poderoso Monterrey, el sorprendente Cruz Azul y el fascinante Pachuca. Ha improvisado alineaciones y posiciones, ha levantado muertos como Jonathan dos Santos, y ha potenciado a Diego Valdés, y ha reinventado en un mil usos a Julián Quiñones, convertido hoy en el atacante más lúcido de la Liga MX, sólo por debajo de Germán Berterame.
Tal vez, sin desearlo, Álvaro Fidalgo presidió la ceremonia de doctorado de Jardine. En conferencia de prensa, con malicia, con sorna, pitorreándose de la audiencia, pero indulgente, el español dio una cátedra de lo que su entrenador trabajó en la semana, y adoctrinó a sus jugadores para enfrentar a Cruz Azul.
Fidalgo escapó de las peroratas sosas e insulsas, para pontificar sobre el caso. Y recuérdese que este pilar americanista llegó de la banca de un equipo de la Segunda División de España, el Deportivo Castellón, después de haber fracasado incluso con un equipo de escatológico nombre, como sacado de una tira cómica: el Rayo Majadahonda. Ni los Súper Campeones del Capitán Tsubasa se habrían atrevido a tanto.
Y parece que Jardine no habla en sánscrito como otros entrenadores. Porque Alejandro Zendejas no se equivoca. O porque Israel Reyes terminó entendiendo la simpleza de sus funciones, mejor que Kevin Álvarez y Emilio Lara. Y los etcéteras que Usted quiera.
Pero, claro, América puede perder, va a perder, y será escándalo nacional, como cuando se fue de bruces ante la humildad del Real Estelí, o como cuando Guillermo Almada le descompuso el Cubo de Rubik y entregándole la pelota, le tundió con un 2-1 que pudo ser más abultado. América es un equipo rico en opciones, pero sin la de ser invencible.
Con el pase de ambos clubes a los 8vo. en la CCC, se tendrá 3 ediciones del Clásico Nacional entre LMX y Champions Cup.
Y de esa indulgencia de la Ley de Probabilidades puede colgarse el Guadalajara en esta Trilogía del Odio, cuyo primer capítulo saldrá de las imprentas a la venta, en el escenario de la Concachampions este miércoles por la noche, desde el Akron, donde se reporta boletaje agotado, cortesía de la siempre abnegada, ferviente y fervorosa fe rojiblanca, y de la insidiosa malicia del intruso americanista.
Vapuleado por Cruz Azul, con un 3-0 que pudo ser aún más bochornoso, Fernando Gago tiene referencias puntuales sobre cómo jugarle al América. Pachuca, y pese a las derrotas, Cruz Azul y hasta el mismo Atlas, hasta antes de la expulsión de Anderson Santamaría, amenazaron a las Águilas. Sólo Tuzos salió airoso y con un plantel plagado de mocosos. No hay, pues, un Muro de Jericó eterno.
Sin embargo, Gago necesita de sus jugadores. Pero, como ocurrió ante Cruz Azul, queda claro, que él no sabe o no puede hacerse entender, o los jugadores no quieren, no saben y no pueden entender. El desahogo de Ricardo La Volpe es brutalmente legendario: “El futbolista mexicano es un analfabeto táctico”. Y le secunda Matías Almeyda con su lapidario: “Trabajar sólo con mexicanos significa trabajar al triple, hay que explicar tres veces las cosas”.
El técnico del América destacó la participación del ex jugador de Chivas que fue abucheado en el Azteca.
Y remataría, incluso, el mismo Fidalgo con su “máster class”, imposible de escuchar en voz de un mexicano. Tal vez los más lúcidos que en lo personal llegué a escuchar con esa capacidad, han sido Ricardo Peláez en su época de jugador, y claro, Javier Aguirre, quien recuérdese cómo con varios entrenadores, se arrimaba a la banca para recibir indicaciones y compartirlas con el grupo, claro, en tiempos en que era más simplona la estrategia futbolera.
Pero Fernando Gago no tiene futbolistas de esa alcurnia neuronal. El posicionamiento en el futbol, para el jugador mexicano, en general, representa un desafío a su pereza y a su petulancia, basado en que la enjundia y la calidad bastan en la cancha. Cuando hay que jugar ajedrez, prefiere irse por el folklórico “chiras pelas”.
Así, a Gago, más allá de repasos en pizarrón y cancha, su última esperanza, su último cartucho, será recurrir a una genuina dignificación hormonal, con rebosantes gónadas y testosterona de sus jugadores, si llegan a rechazar o renegar, de todo el entramado táctico que pueda preparar el técnico argentino, que recién se debe dar cuenta que es voz en el desierto. Ya se le había advertido al técnico argentino que su mesías radica en Grecia: Almeyda.
Así, esta #TrilogíaDelOdio pasará por esos contrastes: unas Águilas eruditas y unas Chivas reflejo del analfabetismo táctico. Uno tiene a Jardine y su pizarra, y el otro –pobre Gago–, a una extraña mezcla de desechos tóxicos de Diego Dreyfuss y Peso Pluma.