04/05/2024

Ricardo Vasconcellos Rosado | Richard Carapaz: El deporte también tiene corazón

Domingo 20 de Septiembre del 2020

Ricardo Vasconcellos Rosado | Richard Carapaz: El deporte también tiene corazón

¿Cómo explicar la actitud noble de nuestro compatriota? Para algunos, la postura del ciclista es inentendible en un país en el que los ventajeros y corruptos son una legión.

¿Cómo explicar la actitud noble de nuestro compatriota? Para algunos, la postura del ciclista es inentendible en un país en el que los ventajeros y corruptos son una legión.

Nueva Jersey -

“El deporte también tiene corazón” fue la frase símbolo de un periodista legendario por sus conocimientos adquiridos en las canchas deportivas, por su facilidad expresiva y por su calidad humana: Arístides Castro Rodríguez (fallecido en el 2001). La repetía a diario en la radio y titulaba así una columna que apareció en diarios y revistas en sus muchos años en la profesión. Quería decir con ella que más allá del ansia natural por la victoria, o dentro de ella, estaban el espíritu humano limpio, el respeto al rival, la observancia de las reglas y la entrega sin reservas a la divisa.

Muchos años después de la desaparición física del querido Arístides la frase toma forma nuevamente con el gesto conmovedor de nuestra estrella deportiva Richard Carapaz, en la etapa número 18 del Tour de Francia (el jueves anterior), al permitir que su compañero de equipo, el polaco Michal Kwiatkowski, logre la victoria con una ventaja de escasos centímetros, luego de los 175 kilómetros de recorrido de montaña. Ambos cruzaron la meta abrazados en una imagen que ha conmovido al mundo.

  • El gesto de Richard Carapaz en el Tour de Francia no es nuevo en su carrera

El diario El País, de España, en un titular a toda página, lo reconoce así y califica aquella foto de los dos deportistas abrazados como “una imagen rara en el mundo del ciclismo”. El polaco resaltó en la televisión francesa la generosidad de Carapaz, que ya se había escapado en las dos jornadas anteriores y había quedado a punto de ganar la etapa. “Es una persona increíble y ha sido Richard el que ha propuesto que ganara yo porque él ya tenía el maillot de lunares. Es un gesto increíble”, declaró.

¿Cómo explicar la actitud noble de nuestro compatriota en una actividad como el deporte moderno, cada vez más mercantilizado, individual, hiperprofesionalizado y egoísta? “El ciclismo es un deporte de equipo y ganar así es muy especial. Kwiatkowski sacrificó muchos triunfos individuales por Ineos y estoy muy emocionado por él. Si hoy llevamos este jersey tan bonito (líder de la montaña), es gracias al esfuerzo de todos. Vamos a defenderlo hasta el final para llevar a Ecuador al podio de París”, fue la reacción de Carapaz al ser interrogado por su gesto inusual.

Para muchos compatriotas, especialmente los más jóvenes, la postura de Carapaz es inentendible en un país en el que los ventajeros y los corruptos son una enorme legión. En un periodismo deportivo en que, por regla casi general, se grita, en clara instigación al delito, que lo único que vale es ganar, aunque fuere pisoteando las reglas y la moral; que lo que importa es el resultado, aunque el modo de lograrlo avergüence a la decencia. En una sociedad en que los políticos se apoderan del deporte para aprovechar su influencia como fenómeno social para convertirlo en un instrumento de propaganda, de enriquecimiento ilícito, de negociados perversos o de figuración, incluso destrozando el prestigio de entidades (‘La Nueva Era’ de Pierina Correa en Fedeguayas) o arruinando escenarios costosos como el complejo de piscinas mundialistas del Centro Cívico, sin que la Secretaría del Deporte, la Fiscalía General del Estado y la Contraloría General digan una sola palabra.

  • Los que menos saben son los verdaderos desactualizados

¿Y qué decir de algunos arbitrajes digitados no solo en el terreno nacional sino también en el internacional? ¿Recuerdan el despojo del que nos hizo objeto el malhadado Eunapio Queiroz, en pleno estadio Modelo en julio de 1965, para dejarnos fuera del Mundial de 1966? ¿Y el modo con que Juan Carlos Loustau cumplió con las órdenes de Conmebol de hacer campeón de la Copa Libertadores a Olimpia de Paraguay, en desmedro de nuestro Barcelona en octubre de 1990?

¿Existen técnicos incontaminados del envilecimiento y la deshonestidad que reina en nuestro deporte –dejando otra vez en claro que hay excepciones, muy pocas, pero las hay–? Carlos Salvador Bilardo, glorificado por impostores del periodismo y casi un “dios de la trampa” que se aplaude a diario en micrófonos y pantallas, universalizó su dogma: “En el deporte lo único que vale es el resultado. No importa cómo lo logres. El fútbol es para los vivos, no para los giles”.

¿Ejemplos? Los alfileres para pinchar los glúteos rivales o poner un Rohipnol en un bidón y hacerle beber a Branco, el lateral de Brasil en el Mundial 1990. Esa lección de ‘viveza’ se lanza a diario en nuestro país para consumo de niños y jóvenes. No es nuevo. Bilardo es el antecesor de Nerón, el emperador romano, que en los Juegos del año 67 decidió competir en las carreras de carros tirados por caballos conducidos por él. Se cayó dos veces y no pudo completar la prueba, pero los jueces lo declararon vencedor. Filóstrato de Lemnos, en el siglo III antes de Cristo, ya criticaba la tarea de los entrenadores cuando los Juegos Olímpicos entraban en la decadencia, luego de la caída de Grecia a manos del Imperio romano: “Unos convierten su gloria en moneda; otros pagan para obtener una victoria fácil. No exceptuamos a los instructores de esta corrupción. Se hacen entrenadores por espíritu de lucro, no se preocupan en absoluto de la gloria de los atletas, ellos les aconsejan toda clase de iniquidades pensando solo en sus propios intereses. Todo esto debía decirse contra estos mercaderes: que no son más que mercaderes del valor atlético”, decía.

Aún puede haber remedio

El comportamiento de Carapaz, el mejor deportista ecuatoriano de los actuales momentos, responde a su instinto de competidor noble y valeroso. Nos prueba, en horas aciagas para un país en el que lo que marca la conducta política pública es el lucro obsceno y desenfrenado, el robo de los dineros destinados a aliviar a los damnificados de un terremoto o la estafa a las víctimas de una pandemia mortal, que aún puede haber un remedio para nuestra sociedad. Un alivio que puede surgir de lo que el autor del renacimiento de los Juegos Olímpicos llamó fair play, un espíritu de lealtad y desinterés que debe ser mantenido estrictamente, no solo en el deporte sino también en la vida social. Cuánta distancia entre un deportista que figura en la élite mundial como Carapaz, con nuestros seleccionados de fútbol en el Mundial de Brasil 2014, peleándose a puños en el vestuario por el reparto de los premios, pese a quedarse fuera en la primera fase, o del ‘ídolo’ que se hizo expulsar para no jugar el último partido de esa Copa.

  • José Vicente Balseca, 'la alegría del pueblo'

¿Se enseña el Juego Limpio y Deportividad en nuestras escuelas de entrenadores o en las facultades de Educación Física o Comunicación Social? Ojalá se lo haga. Que se coloque en esos centros una gigantografía de Richard Carapaz y se escriba esta sentencia en el frontis: “Lo importante en la vida no es el triunfo, sino el combate; lo esencial no es haber vencido, sino haber luchado bien. Extender estas ideas es preparar una humanidad más valiente, más fuerte y, por tanto, más escrupulosa y más abnegada” (Pierre de Coubertin).

Nos dirán románticos, ilusos, líricos, pero nos sentiremos en paz con nuestra idea olímpica en la que nos formamos en el deporte, le daremos un abrazo virtual a la Locomotora del Carchi y en la dimensión celeste donde mora le haremos dúo a nuestro amigo-hermano Arístides Castro cuando exclame: ¡El deporte también tiene corazón! (O)

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