Como desde el primer minuto del partido en Barranquilla ante Colombia, lograr la clasificación sigue siendo una misión que de fácil no tiene absolutamente nada. Mantenerse en pie tras sortear una montaña rusa de resultados en 18 durísimas fechas y estar a un suspiro de 180 minutos no lo hace para nada más sencillo. Menos si antes al examen final se cae el referente máximo y capitán del equipo. El destino así lo ha querido y obliga a esta selección de Gareca a rendir ahora su única materia pendiente: confirmar su madurez absoluta sin Guerrero.
En el momento menos oportuno este equipo deberá demostrar que su bien más preciado –la fortaleza de grupo– es lo suficientemente poderoso para superar una última adversidad camino a Rusia 2018. Ya lo explicó el ‘Mudo’ Rodríguez, el heredero de la cinta de capitán. “Por encima de todo está el objetivo de ir al Mundial. No dependemos de un solo jugador”. Ahora la tarea es reafirmar esa premisa en el campo.
Pero existen antecedentes para ser optimistas. Primero, este grupo tuvo que sufrir bajas impensadas en el arranque de la era Gareca, o al menos se prestaban para una larga polémica. El argentino prescindió de la experiencia y el linaje de un par de ‘fantásticos’ para apostar por jugadores terrenales pero con el compromiso a prueba de balas, capaz de disimular la falta de ‘estirpe’ con entrega y orden táctico. Y durante el proceso fuimos entendiendo que el corazón de esta selección no late solo por la calidad de sus jugadores, sino por la capacidad para conformar un once homogéneo que siempre prioriza el bien colectivo. Es decir, el equipo funciona porque todos entienden sus roles. Pueden cambiarse algunos rostros pero la selección mantiene su identidad.
La otra razón que despierta la ilusión incluso sin Guerrero tiene que ver con el juego de Nueva Zelanda. Ya hemos dicho que nada será sencillo; sin embargo, también hay que aclarar que en condiciones normales Perú debería obtener el boleto. Y lo digo porque la selección oceánica es técnica y tácticamente inferior al conjunto que adiestra Gareca.
En unas Eliminatorias que son una oda al error, una fuente rica de ‘bloopers’ en cada jugada de gol, los ‘All Whites’ llegaron al repechaje caminando. El escenario cambió en una competencia más seria como la Copa Confederaciones, donde todas sus debilidades se acentuaron en las sucesivas derrotas contra Rusia (2-0), México (2-1) y Portugal (4-0). En dicho torneo detectamos a un equipo inocente para marcar (comete muchos penales), que no sabe presionar en bloque, sus líneas se parten con facilidad y sus cinco defensores se desordenan al primer amague. Es un once al que le cuesta tener la posesión de balón (solo con los rusos alcanzó un muy generoso 43%) y produce poco juego ofensivo (apenas nueve remates llegaron al arco contrario en 270 minutos). Su apuesta son los contragolpes y el juego aéreo apoyándose en el buen físico y la velocidad de algunos de sus elementos.
Nueva Zelanda es claramente un equipo inferior. La tarea ahora está en reafirmar esa diferencia en la cancha y sin Paolo. Perú debe jugar a lo que sabe, a tener el balón y tocar a ras del piso para penetrar el área local por las bandas. Un dato no menor es que en la Copa Confederaciones la mayoría de los goles que recibieron los ‘All Whites’ fueron por las enormes licencias que ofrecen sus laterales en la marca.
Sin Paolo pero con los otros guerreros, Perú tiene un último examen de 180 minutos. Y tiene motivos para seguir creyendo en la clasificación.