Mientras aquí aún seguimos haciendo cálculos en medio del lamento por el gol imposible, los jugadores neozelandeses aparecen tomándose un capuchino en un café de Larcomar. Aquí seguimos arrastrando el equipaje de un pasado que nos tienta al fracaso y ellos saludan con el optimismo de un mejor futuro.
Esa puede ser la única ventaja que tienen hoy los ‘All Whites’ en este partido de vuelta por el repechaje; la tranquilidad del primer objetivo conseguido: todavía no han firmado una clasificación pero se han hecho más competitivos. Antes de volver desde Wellington, leíamos columnas de opinión en medios neozelandeses y la mayoría coincidía en que su técnico, Anthony Hudson, ya se había ganado la renovación de contrato por cuatro años al empatarle 0-0 a Perú.
El periodista Andrew Gourdie de “Newshub” escribía en caliente desde el Westpac Stadium: “Cuando Hudson subió a bordo, los ‘All Whites’ necesitaban un rescate. Flagelado después del 9-3 ante México en el repechaje del 2013, el equipo carecía de cohesión y un plan. Estaba a ocho años de ser competitivo nuevamente en el escenario mundial. Al final lo logró en solo tres”.
Llegar a Rusia 2018 para ellos, y en eso sí estamos de alguna manera igualados, será una gesta histórica. Sin embargo, la sensación a once mil kilómetros de Lima es que han avanzado como equipo. Saldrán al campo del Nacional con el alivio de que se han alejado de los papelones internacionales para darle pelea a una selección sudamericana. Para ellos, eso ha sido bastante por ahora. No están despreocupados, pero sus escalas de ansiedad y estrés no tienen comparación con lo que podría vivirse en estos días en Videna.
Hay muchas correcciones por hacer después de lo mostrado por Perú en Wellington. Se comenta que Ricardo Gareca hará ingresar a Luis Advíncula y Raúl Ruidíaz para abrir el cerco que pondrá Nueva Zelanda en defensa. Más allá de eso, el otro cambio debería estar en las revoluciones de cada futbolista bicolor. Que reflexione Yotún, que se serene Tapia. Que se reencuentren Cueva y Farfán. La pastilla para la ansiedad no debe ser médica sino moral, tomar fiel conciencia (sin triunfalismos) de que Perú es superior como expresión colectiva y que su misión mañana es legitimarlo con goles.
Cada vez el fútbol se hace más impredecible y agarra a bofetadas a quienes apuestan siempre a hacer pronósticos antes de los partidos. Ante la escasez de certezas, nos quedan las estadísticas para ensayar cualquier análisis previo, y allí podemos confirmar que Nueva Zelanda genera muy pocas opciones (un promedio de dos disparos al arco en este 2017 cada vez que enfrenta a una selección que no es de Oceanía). En Wellington, Perú llegó con claridad cinco veces y los ‘All Whites’ solo dos. Así se repetirá en Lima. La diferencia estará en la eficacia. Y para afinar esa puntería, para tomar una mejor decisión en la última línea, hay que reducir los nervios y acumular lucidez.
Anthony Hudson, técnico de los neozelandeses, se quedó sin su café de la tarde ayer al ser abordado por una veintena de periodistas. Lucía tranquilo a pesar del sofocón mediático. En el Perú, selección e hinchas deben intentar acercarse a este equilibrio para el cierre del repechaje. En ese camerino nacional tendrá que escucharse un mensaje tan enérgico como tranquilizador. Nuestra selección no puede quedarse sin ese “otro café”