Es curioso lo que Bengoechea ha hecho con Alianza Lima. Ha logrado que el hincha blanquiazul acepte un trueque hasta hace mucho impensado: renunciar a la tradición a cambio de resultados, a contracorriente de lo que un club con más de 100 años de historia ha pregonado durante toda su vida institucional.
La estrategia ha sido exitosa. Alianza viene de ser un campeón merecido en tanto logra, la mayoría de las veces, que se juegue el partido que propone: espera, tira cinco volantes por encima de cuatro backs y hace contraataques rápidos y efectivos, de manera vertical, a la espera de una ocurrencia ofensiva. Lograr esto último no es fácil, pero de una manera no intuitiva para el hincha aliancista eso también es jugar bien (Mourinho ha hecho una carrera desarrollando este concepto). La táctica tiene consecuencias: el espectáculo puede ser austero, descafeinado, estéticamente dudoso y, en muchos casos, encaja perfecto en lo que Markarián llamó, no sin vergüenza, “ratoneo”. Pongámosle números a la idea: ante los xeneises, en el Nacional, los victorianos tuvieron 39,7% de posesión y apenas dispararon un tiro al arco.
El primer tiempo ante la ‘U’ y los 90 contra Boca son alimentos de difícil digestión para un aficionado que sueña con Cueto, Cubillas y Velásquez. Pero lo cierto es que la historia no juega más y los jugadores disponibles son Ramírez, Cruzado, Lemos y Velarde, resguardados por el mejor de todos ellos, Costa, quien tiene la ubicuidad de Jayo pero no su disparo de media distancia. El más sacrificado por el planteo de la volante es ‘Cachito’, que juega recostado al punto de la irrelevancia, lo que expone a Duclós, un lateral mal acompañado que deja sensaciones dudosas. A ellos los acompaña Hohberg, pura gana, cuya valoración crece en tanto se le exige hora y media de inmolación como delantero retrasado sin referente en el área. Esto significa pelearlo todo, en todo espacio, en todo momento.
Ante este ejercicio de voluntarismo, lo que se pone a prueba es la cohesión del rival. La ‘U’, un equipo en crisis deportiva e institucional, se desmoronó por sus propios marros ante esa pared: no definió cuando tuvo ventaja y se expuso a niveles infantiles al alinear en el clásico a un back como Schuler, quien carece de la más mínima técnica defensiva y confunde, como si fuera un eterno juvenil, rigor con atropello. Que sea una opción titular para un equipo de Primera División es inaceptable. Boca Juniors, a pesar de demostrar una gran superioridad ante los peruanos, es un equipo en transición en el que sus cracks apenas se asocian entre sí. Cuando Tevez y Cardona se entiendan, se podrá empezar a ver cuál es el potencial de los dirigidos por Barros Schelotto, un poder que no se vio en su debut en Libertadores.
A corto plazo las metas para Pablo Bengoechea están trazadas: el esquema le puede funcionar en el Torneo de Verano e incluso después de él; en la Copa Libertadores deberá probar cuán resiliente es su equipo ante el Palmeiras y el Junior de Barranquilla, que buscarán los seis puntos en los respectivos duelos.