15/05/2024

Julio Rivera reveló un secreto: "Todavía lo 'cuadro' a Paolo" [VIDEO]

Sábado 05 de Diciembre del 2015

Movió la pelotita durante 15 años, pero nunca tuvo una posición fija en la cancha y solo le faltó agarrar los guantes para ir al arco. Y a pesar de que se retiró en 2003, Julio Rivera volvió al ‘verde’ para jugar con 41 ‘cheques’ en la Segunda, gracias a su buen estado físico.

Movió la pelotita durante 15 años, pero nunca tuvo una posición fija en la cancha y solo le faltó agarrar los guantes para ir al arco. Y a pesar de que se retiró en 2003, Julio Rivera volvió al ‘verde’ para jugar con 41 ‘cheques’ en la Segunda, gracias a su buen estado físico.

El ‘Coyote’ no tuvo una despedida oficial, pero es un agradecido del fútbol, a pesar de que casi lo deja por falta de oportunidades. Logró cinco títulos y se ganó el cariño de los hinchas de Sporting Cristal y Universitario de Deportes. Esta es la historia del famoso hermano de Paolo Guerrero.

Tu paso por el fútbol fue exitoso, pero el inicio fue bravísimo…
Desde que estaba en juveniles de Alianza Lima mi sueño fue debutar en Primera. A pesar de que era sobrino de ‘Caíco’ Gonzales Ganoza, me faltaron oportunidades para mostrarme. Es que era flaquito y chato. Mi DT (Rafael ‘Cholo’ Castilllo) me decía que tenía que echarle ‘una papa más al caldo’ para ser alguien en el fútbol. Cumplí 17 años y no debutaba. Era muy frustrante.

¿Entonces qué decidiste?
Mi papá me obligó a estudiar, pero nunca quise dejar el fútbol, así que jugaba en la liga de Chorrillos recibiendo un sencillo. Pero una vez me vieron del equipo de la Escuela Técnica del Ejército y me invitaron a enrolarme. Me ofrecieron estudiar y jugar, y no lo dudé. La carrera militar salvó mi sueño de ser futbolista.

¿Y entonces a qué edad debutaste en Primera?
Recién a los 21 años, cuando me interné en el sur del país. En esa época (1991) se jugaba el Descentralizado con 40 equipos y el club Los Ángeles de Moquegua me contrató. Era un veloz puntero derecho y por mis buenas actuaciones pude llegar al Melgar, al año siguiente. Fue mi primer gran contrato en el fútbol.

¿Cómo hacías para llevar ambas carreras en paralelo?
Fue difícil, pero con disciplina todo es posible. Si bien me levantaba temprano, como todo militar, tenía algunos privilegios porque como futbolista teníamos un desgaste mayor. Por ejemplo, nos libraban de algunos servicios obligatorios, para no pasar malas noches. Pero teníamos que ir de todas maneras al aula y regar los jardines. Yo siempre trababa de cumplir en la cancha y fuera de ella.

En el ‘Dominó’ la rompiste. Es más, hasta te convocaron a la selección nacional.
Me adapté rápido a la altura. Por ello, cuando corría, no me agarraban. Además empecé a hacer goles y mejoré en los centros. Por ello Vladimir Popovic (DT de Perú en la Eliminatoria para EE.UU. 94) me fuera a ver a Arequipa, el día que goleamos 6-0 a Cristal.

Y justo en ese partido bailaste a la defensa de Cristal…
Esa tarde mi ‘tío’ Leo Rojas y el ‘Loquito’ Arteaga (ex zaguero) tuvieron pesadillas conmigo. Los harté tanto que me arrinconaron a la banda para chocarme a la mala. Tuve que salir a la pista atlética porque si no me dejaban cojo (risas). La gente en el estadio se vaciló, ni así me agarraron.

“Solo me faltó ir al arco. En 1998, en Cristal, el DT ‘Chiqui’ García me ubicó como defensor central”

A raíz de eso llegas a Cristal. ¿Te llegaste a identificar con el equipo celeste?
De niño era hincha de Alianza, por mi familia. Pero lo que pasé en Cristal fue único. Me identifico mucho con esa institución. Me acuerdo que la hinchada lo hacía renegar al ‘Ciego’ Oblitas cuando me mandaba a la banca. Le gritaban “¡Que suelten al ‘Coyote…!’” y al él no le quedaba otra que ponerme.

Oblitas fue quien, además, te encontró lugar en el once como lateral derecho.
¡De qué no habré jugado en Cristal, hermano! Me pusieron de lateral por los dos lados, de volante. Incluso, en 1998, el DT colombiano ‘Chiqui’ García me ubicó de back central ante la falta de defensores. Me faltó ir al arco nada más.

¿Tu mejor gol fue el que le hiciste a Racing en la ‘semi’ de la Copa Libertadores del 97?
Fui de hacer pocos goles, pero me salían golazos. Por importancia, el gol a Racing fue el más lindo. Pero hay uno con la selección (ante Olimpia de Paraguay) que fue impresionante porque le pegué ‘en prima’ y colgué al famoso arquero argentino Sergio Goycochea.

¿Es verdad que antes del golazo a Racing, Pedro Garay te gritó que le ‘saques la m…’al ‘Mago’ Capria en la dividida?
El ‘Viejo’ era temperamental y nos contagiaba esa raza. Fui con todo por ese balón y el ‘Mago’ Capria como que ‘arrugó’. Después el gol fue una repentina inspiración. Estaba con bronca porque nos empataron injustamente. Los defensores de Racing me salían a ‘matar’, pero ese gol estaba predestinado. Ni sé cómo entró y ni se me ocurrió una celebración (risas). En el vestuario me dijeron “qué abusivo eres, ‘Coyote’”.

“En la ‘U’ pasé una experiencia de vida única. No cobrábamos, pero el espíritu ganador no se perdió”

¿Cómo fue tu paso por Universitario?
Más allá de que en lo económico no fue grato, jugar en uno de los equipos más populares y salir campeón fue increíble. En ese equipo cobrábamos por ‘puchitos’, pero no bajamos los brazos. En las crisis también se puede ser grande y la ‘U’ fue un ejemplo, ya que el ‘presi’ Alfredo González solo nos convencía con promesas de pago.

Integraste un gran plantel…
Sobre todo porque se trataba de un vestuario con gente que ganó todo, como Gustavo Grondona, el ‘Puma’ Carranza o ‘Chemo’ Del Solar. Pero tenían intacto el espíritu ganador , pese a que habían cuatro meses que nos pasábamos sin cobrar.

¿Como mayor, le llamas la atención a Paolo Guerrero?
Cuando era jovencito siempre le daba su ‘jalón de orejas’ cuando hacía un mal partido. Pero como era ‘picón’ me decía voy a aprender para ser mejor que tú. Cuando se jugó la Eliminatoria lo ‘cuadré’ porque en realidad no está jugando como él sabe.

“Paolo pateaba lo que veía”
‘Coyote’ tenía 16 años cuando nació Paolo Guerrero y siguió sus primeros pasos con la ‘pelotita’. Estaba pendiente de él, incluso se internó en el ejército. “Se notaba que Paolo tenía ese don. Pateaba todo lo que encontraba en la casa hasta las latas de leche. Cuando regresé a Lima lo fui a ver a los juveniles de Alianza y lo fui guiando. Lo bueno es que nunca se le ‘subieron los humos’ y escuchaba con atención”, contó.

Por Omar Paredes
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