A Leonardo Rugel la suerte se le develó en dos segundos y tres toques. Apenas y se había acomodado en la banca de suplentes, cuando Federico Alonso quedó tumbado en la hierba de Matute. Se había desgarrado en su primer contacto con el balón. Al escuchar el silbatazo inicial del árbitro, en el centro del campo, Piero Quispe dio un pase hacia Guivin, quien con un toque sutil se la acomodó Alonso para que el uruguayo despejara con violencia hacia la banda izquierda.
Fue una jugada preparada para la que nadie está preparado: un lesionado a los dos segundos. Un infortunio en un pestañeo. Cuando Alonso hizo la seña para su cambio, Compagnucci miró inmediatamente a Rugel, un soldado larguirucho de 21 años, tumbesino, que apenas sumaba 180 minutos en el 2022. Dos partidos completos en una temporada. Parecía una mala noticia. Parecía nomás.
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