MIRA: Tras goleada al Barza, Real Madrid vuelve a la final de la Copa del Rey nueve años y otros 20 títulos después | CRÓNICA
Esta noche en Lima, esta noche en La Plata, Universitario ha vencido 1-0 a Gimnasia y Esgrima en El Bosque por Copa Sudamericana, y de paso, ha actualizado su vigencia internacional, tan imposible para otras camisetas. Hace 56 años había derrotado a River y Racing en 48 horas por Copa Libertadores. La famosa copa aquella de Chumpi, Chale, Cruzado. Hoy regresa a Lima robustecido, fisicoculturista. Hoy les dicen que regresen caminando desde Argentina y vienen, felices.
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El hacedor de esto es, por lejos, el señor Jorge Fossati. Guíame, oh Señor del Uruguay. Ya dos veces le había tocado la puerta la ‘U’. La primera, cuando en 1993 la dirigencia crema de entonces buscó a Sergio Markarián y Fossati, que era su asistente de campo, prefirió quedarse en el River uruguayo para debutar como entrenador. La segunda, hace poco más de un año, cuando ya Universitario había decidido recuperar su viejo feeling uruguayo -tantos apellidos, Roberto Scarore, Rubén Techera, Tomás Silva- y, sin Gregorio Pérez por salud, preguntaron si era posible un viaje a Perú para iniciar un proyecto. No pudo entonces. Este año, liberado ya de su encargo en Danubio, preguntó tres cosas apenas la administración Ferrari -vía Manuel Barreto- lo contactó. 1) ¿Cómo está Emanuel Herrera? 2) ¿Por qué no juega Piero Quispe? 3) ¿Podríamos reconciliarnos con la hinchada y jugar a estadio lleno todas las fechas? Necesitaba a su 9, a su 10 y a sus 40 mil. Desde entonces, dirigió 6 partidos, ganó 5 y empató solo 1. Fue a Cusco y se trajo tres puntos. Le dio -en tres días- su sello: le dio la capitanía a Corzo, lo volvió stopper en línea de 5 y sacó a Polo del extremo, donde era un wing inofensivo. Esa personalidad fue bien recibida por su plantel, con quienes habla “horas de horas” (Valera dixit), tratando de explicar por qué hace lo que hace. Viajó a La Plata y se estrenó en la Sudamericana con este triunfazo que, si bien no clasifica ni vuelve millonario a nadie -más allá de los 100 dólares de premio-, le devuelve a la ‘U’ un señorío que parecía perdido, sepia, hasta imposible de creer por los niños de hoy.
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Para ellos, sobre todo, esta también es la ‘U’. O digo bien, esta es la U de Jorge Fossati, un hombre con un CV de 20 toneladas que, en este mes y días que vive en el Perú, está obrando el milagro imposible para 30 técnicos que el club, su coyuntura, sus enemigos, trituraron en los últimos diez años. Lo está sanando. Está curando las heridas de la única forma posible en que cura el fútbol: ganando sus partidos. Imponiéndose. Mostrando jerarquía. Aquí y allá. Por liga local o por copa internacional. Un domingo de tarde o un miércoles como estos, que hierven.
Imagínese, señor Fossati, lo que ocurrirá cuando los profundos tajos en el cuerpo de la U hayan desaparecido para siempre. Ese día usted será cargado en hombros.