Pero haré una pausa, dejaré el corazón de lado y escribiré con la razón. Ya no en caliente, porque serían otras palabras las que estuviesen aquí; sino en frío, pero con la misma pasión. La derrota duele porque nos deja en el fondo de la tabla, hundidos con apenas un punto, sin hacer goles y conviviendo con la desesperación. Nos superan Bolivia, Paraguay, Chile y Venezuela, nuestros rivales directos por ese bendito séptimo lugar que permite ir al repechaje. Pero hoy lo vemos de lejos, porque este Perú no sabe ganarle a nadie. No encuentra una manera de enderezar su camino y comete los mismos errores de siempre: un técnico experimental, titulares con rendimientos bajos, poca asociación de juego y el gol eterno que nunca llega.
Contra Bolivia vimos más de lo mismo. Perú salió con una alineación inédita por decisión de Reynoso. El 4-2-3-1 se mantuvo, pero con otros intérpretes. ¿Puso a quiénes queríamos ver? Sí, pero también insistió con quienes no están en buen nivel. Carlos Zambrano y Alexander Callens fueron un semáforo en verde atrás. Pocas coberturas, flexibilidad en la marca y errores no forzados que permitieron los goles del rival. Hubo errores en defensa, quizá la peor que vimos desde que las Eliminatorias empezaron, y el rival supo aprovecharlos. Zambrano erró en interceptar un pase filtrado a Henry Vaca, quien remató de derecha ante la pasividad de Callens y batió a Pedro Gallese. Fue el 1-0 a los 20′ que nos golpeó la ilusión.
La sensación tras el gol de Vaca fue de derrotismo, una especie de inseguridad respecto a lo que éramos capaces de hacer con la pelota. Perú buscó asociarse en el mediocampo y tratar de reaccionar. Allí, dentro de todo lo malo, Piero Quispe fue lo único bueno. Su debut era lo más esperado por el hincha y el volante de Universitario hizo lo que pudo. Trató de abrir los espacios, de generar juego y de acercarse a Gianluca Lapadula, el jugador que más buscó en el primer tiempo. Un cabezazo del ‘Bambino’ cortó la mala racha de minutos sin rematar al arco; pero eso todavía era insuficiente. La claridad de Quispe no alcanzó para llevar peligro, y los intentos de Franco Zanelatto y Joao Grimaldo por los extremos quedaron en meras intenciones.
¿Mejoramos en el segundo tiempo?
La inacción de la bicolor hizo todo más difícil. Errábamos los pases, perdíamos las divididas y nos costaba resistir en la altura. Es lógico que el desgaste es el doble, pero no tuvimos otros recursos para aprovecharlos y equilibrar la balanza. En el complemento, Reynoso envió al campo a Bryan Reyna y Paolo Guerrero para refrescar a su equipo, que antes de esa modificación había intentado con Quispe, Lapadula y Zanelatto. Y tampoco resultó. Por más que lo intentamos con el ‘Depredador’ y su remate directo que pegó en un defensa boliviano; por más que desbordamos con Reyna por izquierda hasta pisar la última línea del campo; por más que construimos paredes con Quispe y compañía, pudimos encontrar el camino al gol.
También entraron Sergio Peña y Luis Advíncula como una manera de darle más aire al equipo. Eran los mejores minutos de Perú, aunque con tropezones y sin tanta lucidez, pero teníamos el balón y habíamos recuperado la actitud. Sin embargo, a los 87′, cuando la ilusión por el empate había regresado, la pasividad en la marca permitió el gol de Ramiro Vaca. Callens lo esperó tanto que el boliviano tuvo tiempo de acomodarse y patear.
Y con el segundo tanto de la ‘Verde’ se acabó todo. Ni siquiera ese penal a Reyna, cobrado por el árbitro y rectificado por el VAR después, levantó el ánimo del hincha peruano. Ellos esperaron el pitazo final para descargar su furia contra Reynoso. “¡Fuera Reynoso, fuera Reynoso!”, era el grito en las tribunas del Hernando Siles, lo que refleja el sentir de la afición. Y cuando un equipo no engancha con su gente o está dividido, es más difícil lograr los objetivos. Hoy, somos últimos de Sudamérica y el Mundial está cada vez más lejos.
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