Cuando solo era el hermano de Carlos y Alianza jugaba feo, en La Victoria decían tener al Bustos equivocado. Aunque carece del carisma de Markarián o la admiración que despertaba Goyo, Fabián Bustos siempre fue visto como una alternativa interesante, prestigiosa, que hablaba por sus resultados. No es una apuesta como Restrepo, ni carga con la tonelada de galones que luce Fossati, se lo trajo porque campeonar dos veces en el mundialista Ecuador no es poca cosa, como tampoco haber pasado por Brasil, a pesar de que sus resultados estuvieran lejos de agradar.
LEE: “Cueva no es jugador de Al-Fateh desde febrero, fue decisión mutua”: por qué que se rompió el vínculo del 10 con el fútbol árabe
La palabra que define a Bustos es pragmatismo. Desde que llegó a la ‘U’ ha tratado de acomodarse con lo que encontró. No rinde culto a los artistas, su bandera es la practicidad. Le encanta ganar, pero antes cuida que el candado esté bien puesto. La ‘U’, salvo los episodios en Río y Tarma, se ha vuelto casi inexpugnable. Cerca a su área gana por anticipo y rigor. Solo sufre en el uno a uno, más por carencias individuales que por errores de funcionamiento. La defensa es el sector que menos ha tocado y con Britos le ha impregnado seguridad.
En el medio no ha parado de ensayar con Cancha y Concha hasta que se dio cuenta de que Polo sufre sin Pérez Guedes y que Christofer y Jairo deben haber extraviado el pincel en algún lado porque siguen sin dar un buen trazo. Insiste con Valera porque Dorregaray es un pecado mortal y le dio alas al Tunche porque se las ganó.
Partidos dirigidos: 18
Victorias: 11
Empates: 5
Derrotas: 2
Goles a favor: 29
Pedirle elaboración es un sacrilegio. La ‘U’ ha tenido ciertos episodios extraños, pero el virtuosismo no está en su vocabulario. Bustos adora las transiciones rápidas, que sus jugadores no trasladen mucho la pelota, que cambien de puntas y ritmo. Por eso mima a Andy e insiste con Portocarrero, a quien por cada trancazo le perdona que sus centros vayan a la frente del rival.
El hincha, que nunca está contento, lo critica por ese estado de permanente exaltación en que se lo ve. Camina, grita, gesticula, le reclama al árbitro, al línea, a quien esté cerca. Nunca está quieto. Estoy seguro de que un GPS confirmaría que corre tanto como Polo y un electro que vive cada partido al borde de un ataque al corazón.
Con Bustos pasa lo mismo que con el primer Brzic y el Markarián del 93: deja la sensación de que mientras esté en el banco, el equipo no se caerá. Que por fútbol o camiseta, la crema va a sacar adelante el partido. O lo va a pelear hasta el fin. Esa presunta infalibilidad debe confirmarse esta tarde. La ‘U’, ante Cristal, no puede perder.