MIRA: “Veo una selección en crecimiento” y “es la prueba de fuego”: ¿Qué opinan los periodistas que siguen a la Bicolor sobre el Perú vs Canadá?
Encomendado a una fe implacable, Jorge Fossati vivió casi todo el partido con tranquilidad. Eso sí, cuando Miguel Araujo vio la roja, el entrenador liberó todo el estrés propio del partido, quizá lamentándose por dentro que nuevamente una circunstancia ajena a su control, le impediría utilizar a Christian Cueva.
Y es que como ante Chile, cuando el entrenador se vio obligado a hacer cambios por lesiones, esta vez frente a Canadá, la expulsión de Araujo implicó que Fossati priorice balancear el sector defensivo con el ingreso de Anderson Santamaría. Jugar con uno menos frente a un rival tan físico y dinámico, ya era una barrera enorme para intentar apostar por un Cueva sin ritmo desde hace ocho meses.
Más bien optó por el ingreso de Paolo Guerrero en reemplazo de Lapadula. Primero, porque ‘Lapagol’ estaba fundido y segundo, porque necesitaba colocar a Paolo arriba para evitar que Canadá se tire completamente al ataque.
Finalmente, con el gol de Canadá, Fossati decidió apostar por todo y mandó a André Carrillo y Christian Cueva al campo. No alcanzó, aunque las variantes despertaron un poco a Perú, más por el cansancio del rival que por buenos argumentos. El uruguayo usó a la ‘Vieja guardia’ para tentar un cambio en el marcador y casi lo logra.
Cueva jugó su partido
Cueva y Advíncula vivieron un partido especial desde la banca. Ambos renegando, reclamando y arengando a mil. Con un partido muy friccionado, los duelos físicos no se hicieron esperar.
En este batallar uno de los que más destacó fue Lapadula. Muy agresivo, pero inteligente para buscar la falta y arreglárselas con el pase corto y las pocas asociaciones que encontraba. Incluso pudo anotar un gol, pero fue invalidado por posición adelantada.
Otro con mucho oficio e impecable en su trabajo de anticipar, quitar y recuperar fue Wilder Cartagena. Muy equilibrado y sobrio para el primer pase en salida y hábil para cortar los intentos canadienses, incluso con faltas tácticas.
En el segundo tiempo, cada vez más friccionado, Cueva se volvió loco en la banca y se pasó todo el tiempo hablándole al cuarto hombre, el ecuatoriano Augusto Aragón.
Cuando le tocó entrar, hizo lo que pudo. Le costó mucho entrar al ritmo del partido, se le notó algo torpe con la pelota, lo que es natural por tanto tiempo fuera de las canchas. Pese a sus limitaciones, se las arregló para encontrar una clara opción de gol que casi se convierte en el empate. Con el rival agotado, sus posibilidades crecieron, aunque no alcanzaron para concretar.
Caliente, calienta y alienta
A la hora de salir a calentar, un detalle llamó especialmente la atención: la devoción de Carlos Zambrano, quien apenas pisó el césped se persignó e hizo una breve oración mirando al cielo. Ante la ausencia de Luis Advíncula, el central de Alianza Lima fue designado como capitán y la responsabilidad seguramente ejerce presión en el defensa. La cinta no solo amerita cumplir con un buen rendimiento, también implicaba controlar sus impulsos -a veces- traicioneros.
Quien no perdió tiempo y apenas ingresó al campo se mojó la cabeza con una botella de agua, fue Edison Flores. Y es que aunque el sol no estaba en su máximo esplendor como en días anteriores, el bochorno sí. Damos fe de eso todos los periodistas peruanos y los miles de hinchas de la Blanquirroja que hicieron del Estadio Children’s Mercy Park la casa de la selección este martes.
Durante el calentamiento, los más ovacionados por la tribuna Blanquirroja fueron Gianluca Lapadula, ‘Orejas’ Flores, Piero Quispe y Carlos Zambrano. Otro que llevó los aplausos fue Oliver Sonne.
El escenario, con capacidad para 18 mil espectadores, bastante discreto para los imponentes estadios que tiene Estados Unidos, no se llenó del todo. Tal vez a un 80%, con mayor vacío en la tribuna norte. Eso sí, muchos peruanos que tiñeron de blanco y rojo el estadio.
El bochorno fue un gran rival no solo para los dos equipos, también para el aficionado e incluso para los de negro. Incluso uno de los asistentes de línea padeció al parecer un golpe de calor y se desvaneció cuando estaba por terminar el primer tiempo.
De inmediato el cuerpo médico intervino para darle asistencia, pero lo sucedido puede ser una advertencia para los organizadores, en el sentido que es inhumano plantearse un partido profesional en una sede con este clima. Felizmente, el de línea se recuperó y el hecho no pasó a mayores.
Fue tanto el bochorno y el ahogo lógico producto del esfuerzo físico, los dos equipos tuvieron minutos para hidratarse. Las camisetas empapadas por completo y una respiración agitada, llevándose el antebrazo al rostro para secar el sudor fue lo más repetitivo en el campo. Imposible jugar así, incluso demasiado incómodo desde la tribuna. Que el escenario deportivo no sea climatizado ha sido una tortura.