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Roberto había sido columnista del diario por varios años y la redacción era como su segunda casa. Sin avisar, se aparecía con su agenda bajo el brazo y una sonrisa pícara que compartía con democracia: le enseñaba los dientes a todos. Esa mañana sin embargo, su humor era distinto. Había dejado el cargo y protestaba porque en Ate la administración de turno quería pesetearlo, según sus propias palabras. Dos días después de ser oficializado en el cargo de director técnico, la propuesta laboral no coincidía con lo prometido y Chale, cansado de los malentendidos, puso el grito en el cielo y sin titubear, se marchó del entrenamiento.
Minutos después salió de la dirección y se acercó a quienes lo veíamos con sorpresa. Entonces comenzó a contar su epopeya en Ate en lo que se fue convirtiendo en una conversación entre amigos, con hígado pero también con una infaltable dosis de humor que caracterizaba al exfutbolista. De pronto, alguien propuso que la escena quede inmortalizada en una fotografía. Roberto, ya más calmado y dispuesto a contar los entretelones de lo que él consideraba un maltrato en una entrevista, aceptó y en un instante todos los periodistas lo rodeamos para la foto.
La entrevista confirmando su renuncia salió publicada el 4 de setiembre del 2015.
-¿Sigue siendo técnico de Universitario?
-No, no nos hemos puesto de acuerdo en la conversación que tuvimos. Desgraciadamente, sería faltarle el respeto a los profesionales de la dirección técnica, por la cantidad que ni siquiera se conversó. Me dijeron cuánto quería yo y me dijeron que era imposible, me levanté y me fui...
-¿Qué le dijeron?
-Conversé con Raúl Leguía y me dijo que la Sunat ha pedido ‘que tú no sigas porque no has trabajado hace diez años’. Siento que me faltaron el respeto.
-¿Qué opinión tiene de la directiva de Universitario?
-Para mí esto estaba bonito, pero esto no es amateur, me han utilizado mal, prefiero que si no voy a ganar lo que un entrenador que se precie, serio, -le pongo el ejemplo de Uribe que ganaba 20 mil-, entonces mejor me voy. A mí me basurean y no me siento bien.
La imagen debe de estar publicada en alguna cuenta de Facebook de quienes estuvimos aquella mañana. Lo curioso es que horas después, Roberto recibiría una llamada telefónica del club en la que se aceptaban sus condiciones, por lo que al día siguiente volvería a ser entrenador de Universitario y todo lo que había despotricado quedaba en anécdota. Así de inesperado era Robert
Chale, el periodista
Roberto, que encaminó el tricampeonato de Universitario con el título del 2000 y salvó a Alianza Lima del descenso en el 2005, solía presentarse en la redacción de El Bocón y conversar hasta el agotamiento. Era muy amigo de Jorge Esteves, director y fundador del medio. Fue Esteves quien a inicios del 2010 me llamó a su oficina para presentarme a Roberto y asignarme la complicada tarea de hacerme cargo de sus columnas de opinión.
Así, cuando Roberto iba a la redacción, se sentaba al lado y proponía varios temas, luego soltaba algunos conceptos y mi labor era pulirlos hasta que queden bien retratados en el texto. Si algo se le reconocía a Chale como director técnico es que era de una gran lectura de juego. Las ideas y los conceptos los hacía sencillos y sus explicaciones de los partidos eran como manuales para entender y aprender de fútbol.
Cuando no podía ir a la redacción por diferentes circunstancias, leía sus ideas por teléfono, en ese entonces por teléfono fijo. Cuando no contestaba ni daba señales de dónde se encontraba, había que pensar como Roberto. A riesgo de que al día siguiente, luego de ser publicada la columna, Chale llamara para renegar de por qué había sido tan polémico. Aunque en la mayoría de las veces quedaba a gusto con el texto.
Por esos años Roberto también incursionaría en la videocolumna e incluso tendría un segmento de opinión a través de Facebook. En algunas ocasiones también asistía a un noticiero donde se mostraba como panelista. Roberto era muy ágil de ideas y siempre tenía un comentario preciso para cualquier tema. Siempre curioso, animado y de buen humor, avispado para la broma y muy detalloso. Ese era el Roberto que conocimos en una redacción.
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