Mientras el festejo aún se extendía en el estadio mundialista, Guillermo Barros Schelotto enfrentó a la prensa y dejó caer una frase, mezcla de realidad y expresión de deseo. "Un equipo aparece en estos partidos", dijo.
La idea resume algo de lo que el entrenador percibe que puede lograrse a partir de triunfos con valor agregado como ante Lanús por Copa Argentina. Se trata de esa búsqueda que entre resultados y rendimientos tiene como objetivo alcanzar esa mágica alquimia llamada "equipo".
Encontrar automatismos, lograr hábitos en los movimientos de las piezas, coordinaciones defensivas para presionar o retroceder y movimientos de ataque para fabricar espacios: tareas para el hogar para el DT, que luego deben aplicarse en el trabajo de campo y que en el Boca modelo segundo semestre 2016 lentamente comienzan a aparecer.
Es real que este Lanús no está en la cresta de la ola como el que cuatro meses atrás pulverizó a San Lorenzo, pero también es rigurosamente cierto que jugando mal es casi imposible ganarle. El conjunto de Almirón obliga a presentar un mínimo imponible de juego sin el cual es imposible ser competitivo; con ligeras variaciones, especialmente en un primer tiempo más escuálido de fútbol, Boca supo estar a la altura.
El estallido del último domingo podía ser tomado como un espejismo dado la fragilidad de Quilmes, por eso y porque las victorias se definen por la calidad de los oponentes, la alegría marplatense estuvo más que justificada. Si a eso se le suma la categoría de "urgente" que tomó la Copa Argentina como tabla de salvación para llegar a la Libertadores de 2017, entonces el valor agregado es mayor aún.
A pesar de haber conformado un grupo desbalanceado en sus líneas, (la superpoblación de mediocampistas es evidente tanto como la ausencia de un goleador sustituto), Guillermo va definiendo estilo y fundamentalmente nombres para ocupar roles.
Si un purista se encarga de discriminar que en el tiempo reglamentario el juego había terminado empatado, la definición con remates desde el punto del penal le sirvió a Sara para hinchar el pecho y adueñarse de un arco discutido hasta hace unas pocas semanas. Sin poder repatriar a Goltz, (Barros Schelotto lo deseaba igual que a Marchesín), será Vergini la voz de mando defensiva. En el eje, todo parece indicar que más temprano que tarde Sebastián Pérez llenará el casillero del mediocentro recuperador de balones y a su lado y en otra decisión fuerte, Pablo Pérez ha sido consagrado como el nombre que edificará los cimientos de la circulación y el sentido del juego. Obligado a templar su temperamento, el mensaje de confianza que el líder del grupo le entrega al jugador lo pone en un rol de máximo compromiso.
A partir de allí, el tono del equipo será el vértigo, juego directo y vertical.
Las pruebas posicionales le confirmaron al técnico que la zona de confort de Centurión es la banda izquierda. Por el centro puede tener mayor contacto con la bola, pero en su caso más no siempre es mejor, si esto aumenta la congestión de rivales a sortear en el camino. Desequilibrante en el uno contra uno, será tarea del equipo encontrar rapidez en la circulación para poder "aislarlo" frente a su marcador, y que allí pueda sacar ventaja con su velocidad.
Como el mismo esquema cabe para Pavón, aunque este con mayor tendencia a lanzar centros y no tantas diagonales, la idea de hacer ancha la cancha está casi garantizada.
La idea se completa con Tevez flotando por detrás de Benedetto, pero con ambos llegando para nutrir el área. Guillermo se convenció de que Carlitos debe jugar detrás del centrodelantero y fundamentalmente de que de su bienestar depende su rendimiento. Aunque la expresión se aplicaba a otro nombre, si Tevez "está feliz" su juego se expresa con mayor fluidez.
El episodio de la Copa Argentina puede ser el punto de partida, el impulso necesario para encontrar el equipo. Ese que según Guillermo aparece en los grandes partidos y que si se mantiene encendido lo hará confiable y candidato.
Por ahora son nombres. Y una idea.
ri/ae