Cuando faltan apenas menos de dos meses para iniciar la gran fiesta del balompié –el espectáculo deportivo más importante del planeta–, el mundo vive tiempos tensos. Los expertos la llaman “época de Guerra Fría”, frase que se acuñó al finalizar la Segunda Guerra Mundial, cuando se inició la controversia entre el Occidente y el bloque del Este. No había segmento de la sociedad que no estuviera confrontado, en vista de que el Occidente defendía el sistema capitalista y el Este, el comunismo, y bajo ese contexto todo se contrapuso desde lo económico, lo social, lo científico, político ni hablar, y también lo deportivo.
Desde lo deportivo, recordemos el boicot a los JJ.OO. de Moscú 1980, cuando Estados Unidos, teniendo como presidente al demócrata Jimmy Carter, reaccionó a la invasión del ejército soviético en Afganistán. Se alegó la violación al derecho internacional y consiguió que más de 50 países no asistieran a los JJ.OO. Solo como detalle Ecuador sí participó y luego, cuando le correspondió a Los Ángeles organizar los Juegos de 1984, la retaliación soviética no se hizo esperar: no fueron argumentando que Occidente vivía una histeria antisoviética.
Hoy, sobre el Mundial de Rusia, la historia tiene otros matices. Los recientes bombardeos al territorio sirio, realizados por la alianza Estados Unidos, Francia e Inglaterra, han creado un nerviosismo generalizado en el planeta. Esto por la respuesta que Rusia pueda ejercer, en vista del respaldo que Vladimir Putin le otorga a Siria y al régimen de Bashar Al Asad.
Nosotros, en muchas ocasiones, no llegamos a entender porqué las grandes potencias definen su geopolítica y sobre todo su grado de influencia y es bueno estar enterados. Mientras Occidente rechaza la dictadura y los métodos por mantenerse en el poder de Al Asad, incluyendo el uso de armas químicas, Rusia tiene otra manera de ver el conflicto. Desde lo ideológico buscan bloquear los intereses económicos y políticos que tiene Estados Unidos en la región, pero hay algo más que se conoció hace poco en un informe de la cadena CNN, que señala que hay un motivo poderoso, que es el económico. El informe manifiesta que Rusia es el principal proveedor de armas a Siria, y de acuerdo con estudios, los contratos sirios con la industria de defensa rusa habrían excedido los $ 4.000 millones.
Mientras tanto, el mundo deportivo se pregunta si existen las condiciones para que, en medio de este ajetreo de las más grandes potencias, se pueda jugar un Mundial de fútbol que está a la vuelta de la esquina, considerando que la FIFA ha programado su inauguración el 14 de junio próximo.
El principal de la FIFA, Gianni Infantino, tratando de minimizar los efectos de esta crisis, ha recordado frases que algún día mencionó el actual presidente de Argentina, Mauricio Macri: “El fútbol tiene ese poder de unir a la gente. El fútbol es el deporte de la gente y la gente no quiere violencia, no quiere destrucción, ni tampoco quiere guerras. La gente quiere celebrar”. Es un gran razonamiento, pero bien sabemos que quienes deciden las guerras son los políticos, a quienes se conoce, y que exponen la vida de jóvenes que nunca se han visto. “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian, se matan entre sí por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan” (Erick Hartman, alemán). Ante esos conceptos guerreristas, por liderazgo y los espacios de poder, un Mundial de Fútbol para ellos no debe significar mucho.
Ante esta reflexión, ¿qué puede hacer el fútbol, y su gran virtud de unir, ante esta crisis? ¿Decirle a la comunidad futbolera que el Mundial 2018 no está en riesgo? Ese es un mensaje alentador, pero que nadie cree, y es con el que trata de convencernos Infantino. Hoy mismo hay voces que dicen lo contrario, como la del ministro de Relaciones Exteriores británico, Boris Johnson, quien como el diputado laborista Ian Austin ha pedido que Inglaterra no participe en la Copa del Mundo. Johnson dijo además una frase contundente: “Es una perspectiva vomitiva pensar que Putin puede glorificar este evento deportivo”. Siempre se ha comentado que el deporte, como cualquier otro segmento de la sociedad, ha sido influido por la política. Igual opinión se tuvo cuando el nazismo de Adolfo Hitler quiso ofrecer al planeta la visión de una Alemania superior gracias al régimen nacionalsocialista y por su obsesión por demostrar la superioridad de la raza aria usó los cuestionados JJ.OO. de Berlín 1936, pero recibió una bofetada con guante blanco del famoso atleta de raza negra Jesse Owens.
Antes del Mundial de Rusia todos estamos en vilo. Más cuando el embajador ruso en EE.UU., Anatoly Antonov, indicó que el ataque realizado por EE.UU., Francia y Reino Unido contra Siria “no quedará sin consecuencias”. Las preguntas son: ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde?
Pero hay algo más que preocupa al aficionado al fútbol y a los turistas que se alistan a asistir al Mundial y son las amenazas que el sanguinario grupo ISIS ha vuelto a lanzar, utilizando la imagen de Lionel Messi con una indumentaria de recluso, enrejado y mostrando el ojo izquierdo lagrimeando sangre. Es de por sí una imagen aterradora que se encuadra en la campaña de terror y de intimidación que el grupo terrorista ha lanzado contra el Mundial ruso.
Ante este escenario tétrico nos preguntamos: ¿existe la seguridad necesaria para el aficionado, para el periodismo que cubrirá el evento?, ¿la seguridad de las selecciones participantes estarían en riesgo?, ¿Pueden los altos dirigentes de la FIFA ofrecer la garantía necesaria ante los antecedentes descritos? No puedo dar crédito a la frialdad de Infantino cuando menciona que aunque “el mundo está viviendo una situación bastante delicada en general, estoy convencido de que no va a tener ningún impacto negativo en el Mundial Rusia 2018. Creo que va a ser todo lo contrario” (discurso del titular de la FIFA durante el 68º Congreso de la Conmebol, realizado en Lima hace varios días). Mientras se expresan esos alegatos condescendientes, la FIFA abre un expediente disciplinario a Rusia por los cánticos oprobiosos e instigadores en el encuentro amistoso jugado hace pocos días contra Francia, en San Petersburgo, una de las sedes mundialistas.
La conciencia de los grandes líderes está a prueba otra vez, mientras tanto, temerosos nos preparamos a vivir el torneo más significativo del fútbol, el que todos vivimos con tanta pasión. Mientras anhelamos eso, no podemos esconder el temor que sentimos. Es posible que nos dejamos convencer con la imaginativa promoción que hace Guardiola del certamen, cuando anuncia: “Levanten el telón, prepárense. La Copa Mundial de la FIFA es el mayor espectáculo de magia del planeta”. Aunque ese spot publicitario nos entusiasma, nosotros invocamos que Dios bendiga al Mundial. (O)