El último viernes Xherdan Shaqiri, al minuto 90, le daba una agónica victoria a la selección de Suiza sobre Serbia en la segunda fecha del Mundial Rusia 2018.
Un triunfo con sabor a más, a revancha quizá, con mucho tinte político y social, que en las últimas horas no ha pasado desapercibido.
Porque la victoria suiza ha sido también una victoria de Kosovo y Albania, tanto así que en Pristina, capital del primero, los hinchas salieron a festejar en las calles con las banderas de ambos países.
Albania y la eslava Serbia son países históricamente enemistados y la colaboración entre ambos se ve obstaculizada por la cuestión de Kosovo, antigua provincia serbia, mayoritariamente poblada por albaneses étnicos, que declaró la independencia unilateral en 2008.
La victoria suiza fue por 2-1, con goles anotados por Granit Xhaka y Xherdan Shaqiri, ambos jugadores de origen albanokosovar.
Los dos futbolistas corrieron a festejar de la misma manera: con las manos cruzadas, como símbolo del águila de dos cabezas, distintivo de la bandera de Albania, acaso la zona más dura del conflicto de los Balcanes.
El padre de Granit Xhaka fue un preso político que estuvo más de tres años en prisión por participar en manifestaciones contra el gobierno. Fue liberado en los primeros años de los 90 y decidió exiliarse en Suiza junto a su familia. Ahí, en 1992, nació el actual jugador del Arsenal.
Un año antes, en Kosovo, nació Xherdan Shaqiri poco antes de que empiece la guerrea. Su familia también debió buscar refugio en tierras suizas.
Así las cosas, hacer con sus manos el águila de dos cabezas fue una forma de reivindicar su tierra natal y a la familia que perdieron.
Eso sí, la factura puede ser muy cara. Y es que el reglamento de la FIFA penaliza a los futbolistas que realicen gestos con connotaciones políticas en las celebraciones.