PARÍS.- Después del supermiércoles, el superjueves femenino. Por diferentes motivos. Festivos y deportivos.
No sólo Rafael Nadal cumple años durante Roland Garros (3 de junio), aunque esta vez, al menos, no fue con las tensiones de un día de partido: pudo entrenarse, hacer fotos y disfrutar una cena familiar. Claro que para dos de las semifinalistas, el menú no ofrece alternativas: a las 10 de la Argentina, la letona Jelena Ostapenko y la suiza Timea Bacsinszky (30a) estarán en la cancha central. Jugándose el pase a la definición del sábado. Alegría total o una celebración agridulce. Una final que vale oro ante las ausencias de Serena Williams y Maria Sharapova. ¿Qué tiene de especial para ellas? Que Ostapenko cumplirá 20 años, y Bacsinszky, 28. Quién saludará primero a la otra es una incógnita. Seguramente sucederá antes del ingreso en la cancha, en los pasillos internos.
En la otra semifinal estará en danza el número 1 del mundo, que dejará el lunes la alemana Angelique Kerber. Una de las protagonistas está más cerca del objetivo: la checa Karolina Pliskova (2ª), que lo conseguirá si gana este partido. A la rumana Simona Halep (3a), la del cuerpo transformado hace unos años a partir de una reducción de busto que redituó mejores desempeños y que se empezara a hablar más de su tenis, le son necesarios dos partidos para lograrlo: tiene que adjudicarse el título. El superjueves podrá no tener algunos nombres de otrora. Incluso, ausencias sentidas para los franceses, que se habían ilusionado con Kristina Mladenovic y Caroline García. Pero sí un contenido más que sustancioso.
Hiperactiva asumida, inquieta también en la vida fuera de los courts, Bacsinszky ya fue semifinalista en Roland Garros, hace un año. Le gustan el arte, el dibujo específicamente, y cantar. Los excesos no son lo suyo, aunque a veces se permite algunas licencias, como tomar un par de cervezas para festejar. "Fue en Monterrey, hace dos años. Lo justificaba", aseguró. ¿Cuántas ameritaría una final en París? "Mejor ni pensarlo", respondió con humor. "Es gracioso que coincida en el cumpleaños con Bacsinszky. Lástima que yo ya estoy grande", bromeó.
Ostapenko sí sabe cómo celebraría un hito en su carrera: bailando samba, su gran debilidad. "Nunca pensé que podía sucederme esto. Fui jugando cada vez mejor en el torneo, les gané a grandes jugadoras y ahora todos me preguntan si puedo seguir avanzando. ¿Por qué no?", desafió la letona, que superó a la puertorriqueña Mónica Puig, oro en Río 2016; a la australiana Samantha Stosur (23a), finalista de Roland Garros 2010 y campeona del US Open 2011, y a la danesa Caroline Wozniacki (11a), ex Nº 1 y doble finalista en Flushing Meadows. Nada mal para la 47a del mundo.
Para Pliskova, la gran oportunidad de su vida. Tampoco se tenía fe antes del certamen. "No me veía llegando a etapas decisivas en polvo, y menos tener la oportunidad de alcanzar el 1". Cabeza del tenis checo, campeón de la Fed Cup y con muchas jugadoras entre las mejores 100, Pliskova tiene la particularidad de ser melliza de Kristyna, Nº 44. "En muchos torneos la gente nos confunde. A mí me llaman 'Kristyna', de hecho. Somos parecidas. Nos diferencian los tatuajes y que ella es zurda y yo, diestra", señaló Karolina tras vencer a García por 7-6 (7-3) y 6-4.
La que la tiene un poco más compleja es Halep. Pero ¿para qué explicarle lo que son las dificultades y la forma de superarlas? Primero fue con su físico: no dudó de operarse. Fue ascendiendo, ya tiene una final aquí (2014) y semifinales en Wimbledon (2014) y el US Open (2015). Perdía por 6-3 y 5-1 ante la ucrania Elina Svitolina (5a), salvó un match-point en el tie-break (se lo llevó por 8-6) y remató con un 6-0. Una guerrera capaz de conmover con su entrega. Ella, como Ostapenko, puede decir "¿y por qué no?".
Mujeres que no alcanzan una estabilidad en la cima del ranking. Casi se la van prestando cuando no está Serena Williams. Y cuando vuelva (si vuelve), a los 35, no le quedará mucho por recorrer. La sucesión está en marcha. Con algunos nombres previsibles y otros no tanto.