Domingo 26 de julio de 2020, 09:15 de la mañana: el entusiasmo de los espectadores va aumentado cuando se van a decidir las primeras medallas de la natación y la gimnasta estrella Simone Biles calienta para debutar en los Juegos de Tokio 2020.
De repente, un terremoto de magnitud 7,3 golpea la bahía de Tokio, provoca enormes daños materiales y hay víctimas, lo que siembra el pánico en la megalópolis japonesa. Por fortuna, se trata únicamente de un escenario de simulacro de una catástrofe natural, que tuvo lugar antes de Navidad.
Japón está en las zonas sísimicas más activas del mundo, por lo que los organizadores de Tokio-2020 deben prepararse para las peores situaciones, esperando que ninguna de ellas se dé en la realidad.
"Se ha producido un terremoto. Mantengan la calma y protéjanse. Esta instalación es segura": es el mensaje que en japonés y en inglés se difunde por los altavoces en el Centro Olímpico de Gimnasia, después del simulacro de una violenta sacudida.
"Actuar llevado por el pánico puede ser peligroso. Mantengan la calma y sigan las instrucciones de los organizadores. Los ascensores no pueden ser utilizados", se añade.
Unos minutos más tarde, unos bomberos con uniforme azul y casco blanco entran en el recinto deportivo.
"¿Están bien?", pregunta el personal de atención sanitaria a las personas tendidas en el suelo, mientras que responsables oficiales continúan lanzando mensajes de tranquilidad a través de megáfonos. Así transcurre el protocolo ensayado para una situación de este tipo.
Célula de crisis
Un cuarto de hora más tarde, soldados de las Fuerzas de Autodefensa Japonesa llegan al lugar, con camillas que servirían para evacuar a los eventuales heridos y llevarles a una zona donde se les clasificará según los daños sufridos.
Allí los médicos procederían a cuidados de urgencia, mientras continúan las directrices y órdenes, en medio de un ambiente tenso pero eficaz. Los heridos leves serían destinados a otro lugar para continuar con su atención.
Continúa el ensayo de qué ocurriría en ese escenario. Decenas de espectadores, algunos heridos pero capaces de andar, y personas en sillas de ruedas son evacuadas por las largas avenidas de la bahía de Tokio, cuando el simulacro continúa con una ficticia réplica de seis grados de magnitud, que perturba de lleno las operaciones de atención.
En ese momento, en el imponente edificio del gobierno municipal de Tokio, la gobernadora Yuriko Koike mantiene una reunión de urgencia con los 40 mayores responsables de las autoridades municipales, bomberos, guardacostas y Fuerzas de Autodefensa.
Koike sigue la evolución de la situación ante una docena de pantallas que muestran los daños del Centro de Gimnasia y los diferentes incendios que se habrían desencadenado en la ciudad de Tokio.
Ejercicio antiterrorista
"Tenemos numerosos visitantes nacionales e internacionales para los Juegos de Tokio-2020", recuerda la gobernadora al cerrar la reunión, tras dar sus instrucciones.
"Haced lo posible para asegurar la seguridad de los espectadores y del personal de los Juegos, así como la de los habitantes de Tokio", insiste.
Esta acción simulada movilizó a 500 voluntarios en dos lugares diferentes y forma parte del plan de preparación ante situaciones de urgencia que realizan los organizadores de la cita olímpica nipona.
Los aficionados del rugby ya fueron testigos de la vulnerabilidad de Japón ante las catástrofes naturales, cuando el potente tifón Hagibis visitó el país en octubre, provocando un centenar de muertos y la cancelación inédita de tres partidos del Mundial, que se estaba disputando en el país.
A principios de enero, el tradicional desfile de Año Nuevo de los bomberos de Tokio incluyó un ejercicio antiterrorista, dentro igualmente de los simulacros y ensayos ante situaciones de emergencia.
Ante el temor de los espectadores extranjeros por los terremotos en Japón, los responsables japoneses insisten en asegurar que no hay otro país en el mundo mejor preparado para hacerles frente.
Japón sufre miles de sacudidas sísmicas cada año, con intensidades muy variables. La mayoría de ellos no provoca ningún daño o las pérdidas son mínimas.
Los mayores riesgos ante un terromoto estarían ante un gran sismo en la zona de la bahía de Tokio, un lugar ganado al océano y, por consecuencia, más vulnerable.
El triple desastre del 11 de marzo de 2011 en el noreste del país, con un terromoto de magnitud 9 seguido de un tsunami condujo al accidente nuclear de Fukushima. Un ejemplo de cómo la preparación tiene límites y la fuerza de la naturaleza en ocasiones los supera. (I)