En los días que se conoció que el famoso tenista sueco Bjorn Borg –dueño de un estilo elegante, con un revés a dos manos tan solo comparables a los de Pancho Segura o Jimmy Connors, con 63 títulos, seis en Roland Garros y cinco en Wimbledon– con apenas 26 años decidía retirarse, argumentando que se le hacía complicado jugar, porque la voluntad y la energía las había perdido, todo el mundo del tenis se quedó absorto. ¿Cómo así, en plena juventud, con la calidad para seguir entre los mejores del mundo por mucho tiempo más, había decidido su retiro? Un artículo publicado por la Sociedad Norteamericana de la Psicología del Deporte concluyó que la decisión de Borg fue propiciada por la falta de apoyo científico para equilibrar dos factores asociados, la estabilidad y el locus de control, y que si hubiese estado cerca de un psicólogo deportivo la historia hubiera sido diferente. Hoy en día los deportistas de élite lo tienen a la mano, porque entienden que tanto los músculos como la mente deben ser ejercitados por especialistas.
Estudios actuales han determinado que los deportistas que ganan buenas sumas de dinero también gastan muchos dólares para completar un elenco que trabaje en su preparación. No hay por qué sorprenderse de que a LeBron James lo acompañe una comitiva que incluye preparador físico, fisioterapeuta, dietista y psicólogo deportivo. Solo así podemos entender por qué deportistas como The King James a los 35 años sigue siendo considerado como el basquetbolista más completo de la NBA. Y el tenis no se queda atrás, mostrando en plena acción a uno de los mejores de todas las épocas, Roger Federer, con 39 años de edad. Cuando Federer visitó Quito para un partido de exhibición, contestó que no tiene en la mente retirarse. Y sobre su secreto para mantenerse vigente en el circuito respondió que la fórmula es que la tecnología en la preparación física le permite mantener una musculatura y resistencia científicamente calculada, más una nutrición controlada y evaluaciones para prevención de lesiones.
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En palabras más fáciles de entender, sucede que Federer y también Rafa Nadal (35 años) cuando levantan las copas, hay muchos otros detrás de ellos que también las sostienen. Recuerdo el icónico monumento a Eloy Alfaro, que lució por muchos años en el recordado hemiciclo de la av. de las Américas, donde la escultura estaba en la cúspide, levantando su espada triunfal, acompañado de 14 figuras que lo sostienen. Significa que los personajes requieren muchos héroes anónimos detrás que les permitan conseguir el éxito y la gloria.
Brady, Miura, Cristiano...
El 7 de febrero se disputará la final del Super Bowl en Tampa, entre Tampa Bay Buccancers y el Kansas City Chiefs. El partido tiene un aditamento espectacular: la presencia de Tom Brady, el quarterback más ganador de la historia de EE. UU. Cuando todos pensaban que a los 42 años anunciaba su retiro, dio la sorpresa y se fue a seguir jugando en Tampa Bay. Pronto seremos testigos de cómo a los 45 años será el titular de su equipo, disputando una nueva final, en un deporte que requiere consistencia física y mental. La explicación de su longevidad deportiva depende de su cuidado personal y sobre todo del grupo de profesionales que lo atiende.
El español Julio Tous, preparador físico, indica que si el deportista con edades superiores es preparado científicamente no debe existir disminución de su nivel competitivo por efecto de la edad.
Hace pocos días, el futbolista japonés Kazuyoshi Miura renovó su contrato con el Yokohama FC, equipo de la primera categoría de Japón, la denominada J-League. Lo que llamó la atención es que el King Zazu va a jugar en la temporada 2021 con 54 años de edad y así completará su trigésimo sexto año de carrera profesional. También ha sido seleccionado de su país, donde ha jugado 89 partidos. Entre esos juegos, hay uno amistoso con Ecuador, realizado en Tokio el 28 de mayo de 1995. También el caso del futbolista Miura ha sido estudiado. Hay algunas versiones sobre estos casos, cada vez más repetidos en el fútbol, como con Cristiano Ronaldo o Lionel Messi, quienes bordean los 35 años; estos siguen siendo jugadores estelares en sus equipos. La verdad es que hay demasiados ejemplos como para no creer que hoy en día deportistas mejoran su performance con el pasar de los años. La natación no es una excepción, como lo explica Matt Barbini, director del equipo estadounidense de este deporte: “La profesionalización, la técnica aplicada por la ciencia, ha hecho subir la edad competitiva de los nadadores norteamericanos olímpicos”.
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Está comprobado que el deportista de élite aprovecha hoy las ventajas tecnológicas que están a disposición y los especialistas que saben aplicarlas. Comprobado está, también, que han sido razones necesarias para superar las marcas y así extender su permanencia en las canchas, ganando fama y fortuna. Pero todo puede ser posible gracias al esfuerzo, la constancia y el cuidado. No hay espacio para lo que ciertos eruditos llaman la serendipia, que en buenos términos quiere decir ‘por el azar o un golpe de suerte’, porque en la actualidad en las hazañas deportivas existen otros elementos que las permiten.
Hay que preguntarle a Richard Carapaz si ha sido suficiente su gran esfuerzo personal por superar las adversidades o si haber nacido en Carchi le otorgó licencia para conseguir la hazaña deportiva. Su éxito está sustentado en un grupo de especialistas actualizados en la ciencia deportiva que le permitió exponenciar cualidades naturales para convertirse en un deportista de la élite mundial y serlo por mucho tiempo si se lo propone.
El caso de Weissmuller
En el pasado, todo aquello era inimaginable. Otros eran los factores que predominaban, como es el caso de Johnny Weissmuller, nadador que compitió por Estados Unidos siendo rumano de nacimiento y quien en los años 20 ganó cinco medallas de oro olímpicas y 67 récords mundiales. La historia cuenta que sus condiciones eran naturales. Superó la poliomielitis de niño y el médico le recomendó que nade en el lago Michigan. A los 16 años se inscribió en un torneo de natación y barrió; rompía marcas en cada competencia. Su crecimiento llamó la atención: 1,90 cm y 95 kilos. Se convirtió en figura popular. Ganó en las Olimpiadas de París 1924 y Ámsterdam 1928. Su entrenador mencionaba que trabajaba lo justo, que se distraía exhibiéndose antes de las pruebas en saltos ornamentales. Se convirtió en modelo de ropa interior, perseguido por las mujeres; pero Weissmuller siguió ganando medallas hasta que un productor de la MGM lo encontró en un hotel y lo convenció para que interpretara Tarzán. Tomó a la ligera la natación y se dedicó al cine y todo su glamur. El Comité Olímpico de EE. UU. le pidió a Weissmuller que participara en los JJ. OO. de Los Ángeles 1932, ofreciéndole que entrenara el tiempo que quisiera y pudiera. El ya famoso Tarzán se negó a participar. Contestó que, sin mucho esfuerzo, iba a seguir ganando medallas doradas, pero que prefería el contrato de diez años de la MGM.
Weissmuller es una leyenda del deporte, pero cuando este exigía otras cosas. Eran otras épocas. Hoy es diferente, porque la ciencia del deporte ofrece grandes oportunidades para la excelencia. Esa es una buena razón para que los deportistas de élite hoy consideren que la edad es lo de menos. (O)