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María Belén Bazo nos emocionó a todos con las regatas olímpicas de windsurf (iQFOiL), en las que llegó hasta semifinales quedando en el cuarto puesto de la clasificación general para tener su diploma olímpico: el mejor puesto en la historia de la vela, el mejor puesto del deporte peruano detrás de las medallas logradas -hasta el momento igualado con Alonso Correa que está entre los cuatro mejores del surf, un cuarto puesto de Francisco Boza en Seúl y dos del vóley, en el 68 y 84-.
María Belén, la niña que empezó practicando gimnasia en su colegio, la adolescente que tras su etapa escolar apenas estaba un mes en casa porque tenía que irse a entrenar en otros países, la joven que tuvo que pedir ayuda vía makeachamps.com para poder solventarse sus entrenamientos -en el 2016 recaudó seis mil dólares-, la experimentada que en dos años tuvo que adaptarse a la nueva modalidad de windsurf -en iQFOiL es totalmente diferente al RS:X, “vuela”, nos comentan los entendidos-, el ser humano que este año perdió a su madre y que encontró las fuerzas en esos recuerdos para poder completar el ciclo olímpico. La peruana que nos ha regalado las emociones más grandes que unos Juegos Olímpicos nos han podido entregar: dar pasos hacia una medalla.
La publicación de DT de El Comercio data del 17 de noviembre del 2007, cuando María Belén fue medalla de plata en un torneo escolar Sub 10, representando al colegio Cambridge. Practicó ese deporte desde pequeña. En el 2005 ya competía en torneos nacionales y luego llegaron los viajes internacionales. Hasta el Metropolitano del 2010, su última competencia.
“Tenía apenas doce años y ya se había roto bastantes huesitos”, recordaba su madre Pilar Germán en una nota para la Revista Regatas en el 2015. Quizás ahí una de las razones para el cambio de disciplina. “Dedito roto de Belén”, una publicación en redes sociales en el 2009 con una radiografía que muestra el dedo meñique de la mano izquierda confirman las palabras de su recordada madre.
Pero el mar fue lo que siempre llamó a la familia Bazo. Su madre, Fernando Bazo, despertaba de frente a las olas, su hermano mayor Juan Fernando ya practicaba vela cuando Mabe era pequeña. Tíos y primos estaban ligados al deporte náutico.
Su talento
“Soy una simple chica de 17 años que quiere poner todo su esfuerzo y dedicación en un solo objetivo: llegar a las Olimpiadas. Ese es mi sueño y ese es el motivo por el cual hago todo esto”, dice parte del texto que ella misma escribió en la web makeachamp en busca de apoyo. Y no solo llegó a la de Tokio, repitió en París y lo hizo a lo grande.
Desde Peter López, en su lucha por la medalla de bronce en taekwondo en el 2008, nunca estuvimos tan cerca de lo que nos ha llevado María Belén -y Alonso Correa en surf-. Quizás vibramos igual con la final de skate con Ángelo Caro, pero Mabe disputó ayer los cuartos de final de windsurf de una forma espectacular, para acabar entre las dos primeras y meterse a semifinales. Ya en esta regata que clasificaba a las dos primeras a la medalla, solo cuatro segundos separaron a la peruana de avanzar hacia esa definición. Tan cerca, pero valioso igual.
“Super feliz de haber podido disfrutar toda la semana, que era el objetivo”, asegura. Llegó a París con una carta que bien pudo llegar desde del cielo. En marzo falleció su madre Pilar Germán, la que siempre la acompañó, la que la llevaba al colegio, la que la dejaba en sus entrenamientos y hasta quien coordinaba sus entrevistas. En abril quedó fuera de los puestos de clasificación de París por apenas un puesto y quedó como la primer suplente, pero en mayo recibió el cupo tras la renuncia de una velerista suiza. “Las vueltas que da la vida. De estar fuera a quedar cerca de la medalla. Desde arriba la han ayudado bastante”, nos comentan desde su entorno.
Y Mabe lo sabe. “Le dedico este triunfo a mi mamá y a mi familia, por estar todos acá, que es como mi mamá hubiera querido”, asegura. Don Fernando Bazo, su padre, y su hermano la acompañaron siempre y celebraron ayer con un enorme abrazo, abrigados con la bandera peruana.
María Belén, un nombre para la historia, la niña que odiaba la ciudad y encontró en el mar los vientos que alegraron nuestras vidas.