NUEVA YORK.- "El último y el más grande de los cuatro campeonatos principales del tenis", se presenta el Abierto de Estados Unidos en la completísima guía anillada que entrega a los periodistas. "Primero entre los acontecimientos deportivos internacionales anuales en concurrencia", se anima. Es sabido que los estadounidenses tienen muy alta la autoestima, y parece desafiante situarse por encima de la historia de Wimbledon y del charme de Roland Garros. Pero ellos oponen buenos argumentos, como los casi 700.000 espectadores que lo presencian cada temporada y el show que proponen cada 12 meses (dicho sea de paso: en la fiesta inaugural de esta noche cantará Phil Collins).
Hoy empieza el último torneo de Grand Slam y trae novedades grandes. De las buenas en infraestructura: techo -imponente, claro- para la cancha principal y un nuevo estadio -a costa de una pequeña arboleda, es cierto-. Y de las malas en lo deportivo: no están Roger Federer (rodilla izquierda) ni Thomas Berdych (apendicitis), no andan del todo bien Novak Djokovic (muñeca izquierda, usada en el revés de dos manos por el defensor del cetro) ni Rafael Nadal (ídem, pero el español es zurdo). Así las cosas, surge otro favorito: el escocés Andy Murray, que viene de coronarse campeón olímpico y se enfrentará con la Argentina en una semifinal por la Copa Davis dentro de 18 días.
Ahí, en Glasgow, se las verá con Juan Martín del Potro, a quien venció en la final de los Juegos. ¿Y qué hay del tandilense para este torneo? Entusiasma, con reservas. Está feliz, con un ánimo festivo y emotivo que le cuesta bajar desde esa "mejor semana" de su vida que culminó en medalla plateada. ¿Demasiado feliz, quizás? "Después de lo que viví en Río, que nunca habría imaginado tan grande en lo emocional, cuesta volver a poner los pies sobre la tierra, a la rutina", reconoció acá. No focalizarse del todo es un riesgo, sí. "Volver a jugar un torneo después de eso no es nada sencillo en la parte emocional. Les ha pasado en Cincinnati a Nishikori y Rafa, que perdieron temprano, y otros se bajaron... Es difícil volver a concentrarse", admitió el argentino.
Claro que motivación no le falta. Ama este predio. Desde chico éste es su major favorito y potenció el fanatismo con la conquista de hace siete años. "Volver a este lugar me hace sentir que soy un campeón. Hay un trato especial a los ganadores del torneo. Estar tan cerca de no jugar nunca más y volver a este lugar, donde no estaba desde hacía mucho, es espectacular. Lo disfruto mucho más ahora, por todo lo que me costó. Cada rincón que veo me recuerda a 2009, dónde me preparaba, dónde festejé. Eso me pone muy feliz", contó este Del Potro más sentimental y abierto post lesión de la muñeca izquierda.
Tampoco le falta tenis, como lo mostró en Río de Janeiro. Sí puede ser un peligro que los partidos sean al mejor de cinco sets, cosa que Del Potro no afronta desde hace mucho, excepto en la final olímpica. Por lo pronto, los éxitos sobre Djokovic y Nadal en Brasil lo devolvieron al primer plano. Mucho público miró su práctica de ayer a la tarde, lo aclamó cuando se retiró de la cancha y le pidió decenas de autógrafos, y hasta una chica gritó como una fanática de The Beatles cuando Del Potro accedió a regalarle la toalla. Transpirada, por supuesto. Ella la guardó como un tesoro. Él sonrió.
Tan en el candelero está el tandilense que un compatriota, que también llegó a ser 4º del ranking y que está aquí como comentarista, le pidió una foto conjunta. Fue José Luis Clerc.
Pero no todo es Delpo acá ni en el tenis argentino. Hay diez jugadores nacionales entre varones y mujeres; pocos, ciertamente, con chances de avanzar mucho. Los hombres (ver aparte) tienen diferentes dificultades en los cruces, y estarán bajo la mirada de Daniel Orsanic, atento para la convocatoria con miras a la semifinal por la Davis. La presencia femenina argentina será singular: Nadia Podoroska, de 19 años, hará su primera experiencia en el nivel de Grand Slam.
En esa rama, una vez más es favorita Serena Williams, que compite poco y se reserva para las citas mayores. La gran expectativa es si se consagrará por séptima vez en Nueva York y, por fin, superará la marca de 22 grandes logrados por Steffi Graf y quedará a uno del récord de Margaret Court. Domina el circuito casi a placer, pero viene demorándose en conseguir el hito y está por cumplir ya 35 años.
El techo, la cancha nueva, las ausencias, los averiados, Murray, Serena. Empieza otro Abierto de Estados Unidos. Para algunos, el máximo suceso deportivo anual. Para los argentinos, la oportunidad de ver un major en horarios más accesibles, y de esperanzarse con el regreso definitivo de Del Potro. El regreso a la elite, por supuesto.