El tenis siempre fue una opción para mí, pero nunca para mis padres. Para ellos, ir a jugar un torneo regional, estatal o seccional era tiempo que le quitaba a la escuela, a mi formación. Era su mentalidad. Podía jugar tenis, pero un fin de semana o cuando hubiera terminado el periodo de exámenes.
Así llegué a ganar un torneo en vacaciones, y cuando venía el próximo, ya en época de clases, podía estar sembrado uno, y no me iban a inscribir. Yo le llamaba pretextos, pero ellos decían que eran argumentos: "No cuidas tu raqueta, cada semana estás rompiendo las cuerdas; los tenis no te duran ni dos meses; no te puedo estar comprando ropa a cada rato. Las inscripciones son muy caras y, además, te tengo que pagar tu afiliación, pelotas nuevas y dejar de hacer mis cosas para llevarte a las tuyas".
Al final, dejé el tenis y me tuve que conformar en observar cómo mis amigos se iban becados a Estados Unidos porque tuvieron una formación y apoyo intenso de los 8 a los 17 años.
¿El tenis era elitista? Si, tenía que serlo, a menos que la apuesta de mis padres hubiera sido que yo fuera un tenista profesional, y entonces el pago de colegiaturas en una escuela privada se hubiera ido a una academia de tenis o en solventar que rompiera las cuerdas cada cinco días o en pagar torneos cada semana.
En aquel entonces ya existía la CONADE, pero nadie sabía qué era. La CONADE, junto con el COM, tenían la función de las olimpiadas. Pero, ¿quién tenía la función de detectar el talento, formarlo, desarrollarlo, ver por sus estudios, por su alimentación, por todas sus inscripciones, vestimenta, viajes, entrenadores, fisioterapeutas?
Desde que llegué a CONADE lo pensé, pero esto suponía una posible confrontación con las federaciones (que al final de todas formas se dio); además, teníamos los Juegos Panamericanos a la vuelta de la esquina y los Juegos Olímpicos un año después.
Regresando de Río 2016 hubo que preparar más comparecencias en el Congreso que continuar con el proyecto de una Academia que viera, de manera integral, por los niños, a quienes les sobraba el talento, pero les faltaban oportunidades. De manera callada iniciamos con un prototipo, lo empezamos con el basquetbol, tomando en consideración que, después de un viaje a Suiza, construimos una gran relación con la Federación Internacional de Basquetbol (FIBA).
A través de las redes sociales, y bajo la supervisión del entrenador de la selección nacional, Sergio Valdeomillos y Ramón Díaz, reclutamos 37 niños, de entre 14 y 17 años, después de analizar a casi ocho mil prospectos.
A estos chicos les dimos todo: un lugar donde vivir (El Centro Nacional de Alto Rendimiento, mejor conocido como el CNAR); comida (con los estándares de nutrición marcados por expertos); entrenadores (el staff de la selección nacional), además de obligarlos a continuar su formación académica dentro del CNAR.
Hoy, estos chicos están invictos. Nadie en el país los puede derrotar y han tenido que enfrentarse, ahora, con las universidades y con equipos del extranjero. El 80 por ciento nunca formó parte de una selección nacional y algunos no conocían un avión o el elevador.
Varios de ellos han recibido solicitudes de beca para irse a Estados Unidos, y uno de ellos, de tan solo 16 años, logró la hazaña de marcar el record histórico de tiros de tres puntos en el Juego de Estrellas de la Liga Profesional de Basquetbol en México (17), por encima de cualquier jugador profesional.
Con esos antecedentes comprendimos que era el momento de exportar el modelo a otras disciplinas deportivas. Por ello, nos dimos a la tarea de buscar a los grandes íconos de nuestro deporte para invitarlos a formar parte de este proyecto.
La premisa era una: "regresémosle al deporte, que tanto aman y tanto les dio, un poco de lo mucho que recibieron. Compartan sus historias, su experiencia, sus vivencias; súmense a este proyecto. No permitamos que el talento se nos vaya, porque el futuro Julio César Chávez, Fernando Valenzuela o Gustavo Ayón tuvo que dejar el deporte para trabajar, para poder llevarse algo a la boca antes de dormir".
Y así decidimos continuarlo con el boxeo, apoyados con el Consejo Mundial de; el beisbol, con la MLB y los Arizona Diamondbacks; el basquetbol con la NBA; las artes marciales mixtas con la UFC; el tenis con la Academia de Rafael Nadal, y el voleibol de sala y playa, donde no tenemos contraparte que se oponga.
Es el inicio formal y estamos por cerrar con otros deportes como el golf, el ciclismo; el frontón, la natación y el atletismo. Cada uno con una alianza estratégica que nos permita despuntar.
El 7 de marzo será recordado como el inicio del cambio en un nuevo modelo del deporte en nuestro país. Estoy cierto que habrá escepticismo, pero al final no estamos inventando el agua caliente, simplemente estamos cubriendo las necesidades de los virtuosos del deporte. No les estamos matando el hambre de ganar, solo les estamos dando todo para ganar, para ser los próximos, para ser el futuro del deporte en México.
ACADEMIA CONADE es hoy la política pública en materia deportiva para la detección, el reclutamiento, la formación y el desarrollo de nuevos deportistas para nuestro país.
Junto con la iniciativa privada, estamos rompiendo barreras para encontrar, en cualquier rincón de nuestro país, a los niños que tienen sueños, a aquellos que están dispuestos a sacrificarse, a llevarse al límite. Podemos dudar, pero todo es parte del proceso.
Algo nos dice que estamos en el camino correcto. El camino es árido, pero esos pocos le darán sentido a cada intento. Uno, cinco, cien, los que sean necesarios. Los mejores. Somos ellos, somos nosotros, porque unidos somos mejores. Unidos somos el deporte de México y unidos seremos los próximos.