Año 2019. Australia. Andy Murray, entre lágrimas, anunciaba su retiro del tenis profesional. Una deformidad en la cabeza del fémur chocaba constantemente con la cavidad que lo aloja y el desgaste del cartílago articular se volvió insoportable. Fue Roberto Bautista Agut quien lo venció en ese supuesto último baile hace cuatro años.
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Pero el escocés, como nos ha tenido acostumbrados a lo largo de estos años, decidió seguir luchando. Andy Murray se puso una prótesis de recubrimiento metálica sobre el fémur para así poder competir nuevamente al máximo nivel.
Si bien su limitación es evidente y probablemente no volvamos a ver una versión de Murray parecida a la que lo hizo ganar sus tres títulos de Grand Slam y sus dos medallas de oro olímpico, es una maravilla verlo avanzar en el mismo torneo donde 4 años atrás estuvo a punto de patear el tablero.
Como si la mala suerte no hubiese sido suficiente para el británico, el sorteo del torneo le puso una piedra muy grande en el camino en la primera ronda: Matteo Berrettini. Después de llevarse al límite durante casi cinco horas, Murray se quedó con el partido en cinco sets salvando un match point en contra.
En la segunda ronda, Sir Andy nos regaló uno de los mejores cruces de los últimos tiempos. El rival era el australiano Thanasi Kokkinakis y la situación no podía estar más cuesta arriba: dos sets abajo y 5-2 abajo en la tercera manga. Lejos de rendirse, Murray volvió a darnos una lección de amor propio y se quedó con el encuentro 5 horas y 45 minutos (segundo partido más largo en la historia del torneo).
Ayer fue, al igual que en el 2019, Roberto Bautista Agut quien se encargó de ponerle punto final al recorrido de Murray en Australia, pero, esta vez, el epílogo de la carrera del escocés se ve más lejos que antes.
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