03/12/2024

“Nuestra mayor felicidad a veces está al otro lado del miedo”: la historia de Irene Villa, la mujer que venció a la muerte e inspiró a Rafael Nadal [FOTOS Y VIDEOS]

El pasado Martes 12

Irene es todo lo quiso ser, pero también es una sobreviviente. Un atentado terrorista de ETA le cambió la vida para siempre cuando tenía 12 años, aunque eso no la detuvo. Encontró en el deporte un camino para renacer. Su historia sirve de inspiración y hoy la comparte con El Comercio.

“Es una suerte no tenerle miedo a la muerte”, responde Irene Villa, mostrando esa determinación que el difícil camino de su vida le ha permitido conseguir hasta hoy. Tiene 45 años y es todo lo que quiso ser: madre, periodista, escritora, psicóloga y deportista. Pero también es una sobreviviente. El 17 de octubre pasado se cumplieron 33 años del atentado que ella y su madre, María Jesús González, sufrieron mientras iban juntas al colegio a bordo de su auto, en España. Un coche bomba provocado por el grupo terrorista ETA explotó en el barrio madrileño de Aluche. La entonces pequeña Irene perdió las piernas y tres dedos de una mano; su madre, una pierna y un brazo. Y a pesar de que su vida pudo terminarse en ese instante, existe una razón para, como Irene lo llama, “haber vuelto a nacer”. Un objetivo de vida. Una inspiración. O quizá un acto de filantropía: ayudar a la gente a encontrar su felicidad.

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“Cuando perdí mis dos piernas en el atentado, lo primero que dije fue: ‘¿quién me va a querer?’”, nos cuenta Irene, tal vez recordando lo que pasó por su mente al despertar. Pero, así como aquel pensamiento, también llegó otro mejor poco después: “Me voy a querer yo misma”, afirmó. Y ese fue el punto de inicio. “Empecé a estudiar, a hacer deporte, y luego la vida se fue dando: llegaron personas importantes para mí y también se fueron otras. Los círculos empezaron a cerrarse”, detalla, consciente de la vida que le tocaba vivir a partir de aquí.

Irene tuvo dos opciones: quedarse llorando por lo que le pasó o avanzar. Y decidió por lo segundo. Aprendió a ser arquitecta de su propia vida, a fortalecer su mente, a tomarse las cosas de otra manera. “Dice la neurociencia que lo que crees, lo creas; que los pensamientos tienen un valor incalculable”, sostiene. Haber pasado por dificultades físicas y emocionales lo confirman, pero Irene tiene una clave para sobrellevar su discapacidad: plantearse como objetivo que lo mejor está por venir. “Ahora estoy viviendo una etapa de recompensas con mis tres hijos, con mi marido, y ayudo a la gente a encontrar su propio rumbo”.

Entonces, ¿a qué le teme una sobreviviente a la muerte?: “Lo único capaz de paralizarnos y empobrecernos son nuestros miedos. Eso sí es una discapacidad”, responde Irene, con esa candidez que irradia su rostro. Para ella, el miedo nos hace pequeños, nos limita, nos detiene. No obstante, esa debilidad no puede afectar la vida misma. “Mi mayor miedo era coger mucha velocidad con el monoesquí en las montañas. Y ahora mi mayor felicidad está en esa misma montaña que antes me aterraba. Nuestra mayor felicidad a veces está al otro lado del miedo”, reconoce Irene.

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La inspiración del ‘Rafa’ Nadal

Dentro del proceso de sanación que Irene atravesó, un momento clave marcó su vida: la vez que fue junto a su madre a los Juegos Olímpicos Barcelona 1992. “Allí conocí a deportistas paralímpicos, sin piernas, sin brazos, ciegos o con alguna otra discapacidad. Yo aluciné y dije: ‘a mí no me ha pasado nada’”. Para ella, verse reflejada en deportistas paralímpicos con condiciones igual de difíciles que la suya fue un detonante para convencerse de querer dedicarse al deporte. “Los vi y dije: ‘¿de qué me voy a quejar, si mi madre está aquí, yo estoy aquí’. Creo que la vida va de ver cosas como un castigo o un milagro. Yo me fui al lado de la gratitud”, sostiene.

Irene encontró en el deporte una forma de superar sus miedos. Se dedicó a practicar esquí alpino adaptado, también incursionó en el canotaje, en la esgrima y hasta en el ciclismo adaptado. Se proclamó campeona de España de esquí alpino en modalidad de slalom hasta en dos ocasiones (2013 y 2014). Y su ejemplo de superación constante sirvió de inspiración para deportistas como Rafael Nadal, considerado uno de los mejores tenistas de todos los tiempos.

En 2020, Toni Nadal, tío y exentrenador de ‘Rafa’, le envió a Irene este mensaje: “En muchas ocasiones, cuando atravesábamos un mal momento, le decía a Rafael: ‘Lo que a nosotros nos pasa, no es nada comparado con lo que le pasó a Irene, e incluso así mira cómo respondió ella’. Así que gracias por ser este ejemplo”. Y ella respondió con agradecimiento y admiración: “Me alucina poder inspirar a alguien. A mí también me ha servido Nadal como ejemplo. Nunca tiró la toalla hasta el último punto. Nunca desiste. Esa determinación también me inspira”.

Perdón sin justicia

Quizá no busque presumirlo, pero Irene genera, contagia y motiva. Todo al mismo tiempo y en ese orden. Y pese a que el deporte la ayudó en lo físico y lo emocional para superar lo que sufrió cuando tenía 12, su caso nunca pudo encontrar justicia. El atentado en su contra prescribió en 2011 y sin culpables. Nadie de ETA fue castigado; aunque Irene asegura que ya perdonó: “La víctima tiene que perdonar por sí misma, por romper también con el vínculo que te hizo daño”.

Sin embargo, eso no significa que haya olvidado lo que pasó. “La única manera de romper con el terrorista es perdonándolo, pero la justicia no puede perdonar. Quien la hace, la paga. Quien ha asesinado, debe cumplir su condena. Pero yo estoy tranquila: la mejor sentencia es que no haya más víctimas de ese terrorismo”, afirma.

Hoy, Irene es otra mujer. Venció a la muerte y renació para inspirar al mundo. Su optimismo desbordante opaca el oscurantismo del atento que cambió su vida. Acaba de casarse con su nueva pareja, David Serrato; visitó el Perú para conocer Machu Picchu; y lo que viene para ella no es más que una feliz aventura. “Mi dignidad no me la quitó una bomba ni nadie. Vivo para ser feliz”, acota.

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